miércoles, 27 de enero de 2021

A la intemperie de la vida

 


Hay personas como edificios vaciados. Una desolación que nadie ocupa.

En las casas vacías siempre hay un trozo de papel escrito a mano, un pedazo del mapa existencial de los antiguos habitantes.

Con un descorazonador te sacan las entrañas. Quedas ya expuesto a la intemperie de la vida.

El aire fresco de la mañana se enreda en los rincones de la casa abandonada, saneándola de sombras.

Yo me crie en las afueras. Más allá comenzaba el campo. En mi barrio abundaban las casas vaciadas a las que el tiempo había reventado las puertas y las ventanas. Después, un agujero en el tejado que comenzó con una teja desplazada por un gato, un desgarrón en el papel pintado, manchas de humedad y el polvo acumulado en los rincones. En mitad de la sala, una silla de formica colocada mirando hacia la entrada de la casa.

9 comentarios:

Emilio Manuel dijo...

¿Dónde está el campo?, ¿Dónde los pueblos vivos, con gente?.

Francesc Cornadó dijo...

Dibujas una cartografía doméstica de recuerdos y emociones. Esta es el mapa verdadero del país íntimo.
Salud
Francesc Cornadó

Fackel dijo...

Me haces pensar: la vida es una casa que ocupamos y que vamos deshabitando lentamente, a veces abruptamente.

Sigue esas reflexiones aforísticas.

Sor Austringiliana dijo...

Seremos casas vaciadas, nadie entenderá nuestro mapa, las claves de nuestra vida.
La intemperie es ahora más intemperie.

São dijo...

Provoca-me sempre muita pena a desolação das casas abandonadas e que tão bem aqui descreves.

Besos, querido Pedro

Arantza G. dijo...

Hay casas rotas que construyen recuerdos.
Besos

Clarisa T. dijo...

Y al final, esa casa, ni acaso el que hombro que la sostuvo podrá señalar el lugar de su ruina... Pero a veces, la casa se mimetiza con el entorno y acaba siendo parte del bosque, donde la naturaleza escala en busca del sol. Recuerdos que siembran la tierra.
Reflexión íntima que no deja cenizas.
Saludos.

Ele Bergón dijo...

Pedro, sin tu permiso, me atrevo a dejarte este poema que hace tiempo escribí para que los niños y niñas adivinasen de qué estoy hablando.

Para Luis Rosales
está encendida
y tiene
una ventana sola sobre el aire.

Y más ventanas sobre ella
y algún que otro balcón
que se asoma y mira
la Plaza del Reloj.

Las paredes, de colores
una llave en la puerta,
algunas con celosía
llenas de vida, la mayoría.
Otras, ¿por qué están vacías?

Luz del Olmo

andandos dijo...

Yo creo que miras cada día mejor.

Un abrazo