lunes, 2 de noviembre de 2020

Así conocí a Delibes

 


Posiblemente, Miguel Delibes haya sido el último de los grandes escritores españoles que ha generado un consenso amplio de admiración por parte de los lectores y respeto de la crítica literaria. Su posición en la historia de la literatura española es muy sólida y definitiva y un puñado de sus libros siguen vendiéndose con regularidad en las librerías.

Sin duda, su vigencia se ve favorecida por las versiones cinematográficas de sus novelas. Desde que se estrenara El camino (1963), la película dirigida por Ana Mariscal basada en el libro de igual título de Delibes, las adaptaciones de sus obras han sido frecuentes, aunque irregulares en calidad, pero en ese listado se halla Los santos inocentes (1984), dirigida por Mario Camus, de tan extraordinaria calidad, que fijará para siempre al cine el nombre del narrador, buen cinéfilo, por otra parte. No debe olvidarse tampoco Función de noche (1981) de Josefina Molina, que juega con la versión teatral de Cinco horas con Mario. Miguel Delibes ha gozado también de buena suerte en las adaptaciones teatrales de sus obras: la mencionada Cinco horas con Mario, estrenada el 26 de noviembre de 1979, se ha convertido en un clásico de la escena española, gracias sobre todo a Lola Herrera y la dirección de Josefina Molina, pero no conviene olvidar las adaptaciones de La hoja roja (1986), Las guerras de nuestros antepasados (1989) ni Señora de rojo sobre fondo gris (2018), tan extraordinariamente encarnada por José Sacristán.

La mejor prueba de que un autor sigue de actualidad es que los lectores se acercan a sus libros, como le ocurre a Miguel Delibes diez años después de su fallecimiento y veintidós desde la publicación de su última novela, El hereje, que ha ido creciendo en importancia en este tiempo. En su día, Miguel Delibes suscitó tanto interés en los lectores, que la colección completa de sus títulos se encontraba en miles de hogares españoles de toda condición económica e ideológica y alguno de sus personajes se instalaron en la memoria colectiva, como los protagonistas de El camino, Diario de un cazador, Las ratas, Cinco horas con Mario, El disputado voto del señor Cayo, Los santos inocentes o El hereje.

Durante el pasado confinamiento, Paz Altés, directora del Centro de Publicaciones del Ayuntamiento de Valladolid, tuvo la feliz idea de abrir las redes digitales municipales a una espontánea colaboración de quienes quisieran dejar constancia de cómo conocieron al escritor. La pandemia había dificultado el arranque de los actos que lo homenajeaban con motivo del centenario de su nacimiento y esta iniciativa llenó ese hueco con la complicidad de los lectores de Delibes. Desde el 14 de abril hasta el 30 de mayo, participaron con sus textos todo tipo de personas, desde los ciudadanos de a pie hasta reconocidos artistas, periodistas, biógrafos, etc. Aquellas anécdotas se han reunido en el volumen Así conocí a Delibes, publicado por el Ayuntamiento de Valladolid en edición no venal, pero que ha tenido una gran difusión. Son de diversos tipos, algunas muy breves y otras casi un microcuento, pero en todas está presente el respeto que sus conciudadanos tenían con aquel personaje reconocible con el que se cruzaron a lo largo de la vida. Hay textos que nos dan la imagen de la forma de ser del novelista como en la anécdota que abre el libro, en la que Ramón Abril cuenta el descenso en el ascensor del Hospital Clínico con el cadáver del pintor Eduardo García Benito, que acababa de fallecer, pero también son reseñables los testimonios de aquellos que aunque no lo conocieron jamás en persona lo tenían presente en su universo personal como lectores.

Este libro es un homenaje de quienes lo conocieron, de una manera o de otra, pero también el testimonio para próximas generaciones de la popularidad de un escritor que durante décadas fue una presencia constante en las bibliotecas personales de tantos españoles.

Por razones personales, no pude participar en su día en la iniciativa, a pesar de haber sido expresamente invitado a hacerlo. Vaya aquí mi testimonio.

Conocí a Miguel Delibes siendo un chaval. Yo debía andar por los diez u once años y acompañaba a mi padre, que repartía unos libros recién editados por José María Luelmo, empresario y poeta de Valladolid del que ya he hablado en este espacio y del que mi padre fue chófer durante décadas. Si no me falla la memoria, debía ser hacia la Navidad porque había una tradición entre los escritores de aquellos tiempos de imprimir pequeños libros, folletos y postales personalizadas, en edición de autor, para felicitar las fiestas y el Año Nuevo a sus amigos. Mi padre debía dejar el envío en portería, pero Miguel Delibes salía o entraba en aquel momento, no logro recordarlo y cuando oyó que era él el destinatario, reclamó el sobre, agradeció la entrega con pocas palabras y se marchó presuroso, no sé si hacia adentro o hacia afuera. Este es Delibes, el escritor, me dijo mi padre. Supongo que no prestó atención en aquel niño que era yo, pero a mí me pareció un hombre muy alto, delgado y hacia adentro. Desde entonces y hasta su fallecimiento, me crucé varias veces con él en sus paseos y en actos culturales y académicos de Valladolid. No crucé con él más que alguna fórmula de cortesía y unas frases sobre sus obras, y no se me ocurrió molestarle jamás interrumpiendo sus paseos decididos por el Campo Grande, como hacían algunos sin saber que Delibes se protegía de su popularidad y pesaba en oro aquellos paseos en los que disfrutaba de ver cambiar las estaciones en el famoso parque vallisoletano. Tenía derecho a hacerlo. Una de las últimas veces que lo vi, de lejos, caminaba por la calle Miguel Íscar, ya muy enfermo y acompañado por una de sus hijas. No era ya aquel hombre tan alto que imaginé de niño, pero yo ya era consciente de que estábamos despidiendo a uno de los grandes narradores españoles de su siglo.

7 comentarios:

Emilio Manuel dijo...

Los unicos escritores conocidos personalmente son, Andres Neuman compañero de mi hija y Luis Garcia Montero, con este ultimo he tomado café en la cafeteria de filosofía y letras, puede que haya alguno mas, pero no recuerdo.

Sor Austringiliana dijo...

Me hubiera gustado tanto verlo, a distancia respetuosa, durante sus paseos por el Campo Grande, en su tiempo y soledad de oro. La madre de una amiga siempre contaba que estudió Comercio por libre y se examinaba en Valladolid con Delibes. A pesar del poco entusiasmo con que lo contaba, lo de profesor no debía ser la mejor de sus facetas, yo bebía con placer sus palabras. Sus novelas publicadas en Destino eran mi tesoro.Esos testimonios recogidos ahora también lo son.
Don Miguel vive.

Ele Bergón dijo...

He leído algunos de sus libros y me quedo con "Viejas historias de Castilla la Vieja". Me parece una delicia de libro.

No, nunca la vi, ni lo conocí. Hay recuerdos de nuestra infancia que se quedan grabados para siempre. Algo tendría aquel hombre, alto y delgado cuando tu padre le entregó aquel paquete y que tú guardaste en la memoria.

Besos

Rita Turza dijo...

Qué maravilloso recuerdo Pedro y que emoción debiste sentir al saber que era el gran Delibes, me hubiese encantado conocerle.

Siempre es un placer leerte.

Abrazos.

Myriam dijo...

Yo conocí su obra y su persona a través tuyo.
Me hubiera gustado como tú, aunque sea, verlo de lejos.


Besos

Myriam dijo...

PD - ¡Qué excelente iniciativa la de Paz Altés y este libro homenajeante! Felicidades y éxito. (Ya me gustaría tenerlo, más adelante, que por ahora estoy en modo nómada)

andandos dijo...

Lo cuentas muy bien,y muy natural. La película sobre Los santos inocentes ganó el festival de Cannes, lo recuerdo, Alfredo Landa y Paco Rabal.
Conocí a Antonio Gala hace muchos años, cuando escribía en El País y firmó el libro para mí, creo que novia entonces, mujer hoy. A Cristina Morales para lo mismo por encargo de mi hija, ausente entonces. A Manuel Vilas este verano, en una librería de Jaca,somos de pueblos cercanos y ya sabía de su existencia mucho antes de Ordesa. De todas maneras la voz literaria es diferente de la personal y es fácil decepcionarte, aunque estoy seguro de que con Delibes no.
Un abrazo