sábado, 31 de octubre de 2020

Tu rostro, que podría vaciar en aire con mis manos

 


Hay un constante recuerdo de la muerte en todo lo que miro. Una muerte íntima, como el barro cálido que te acoge después de la lluvia de otoño. Le pido un poco de tiempo para ordenar mis cosas, apenas nada: mirar las nubes que pasan, el montón de hojas junto a una valla en el camino, tu rostro cuando no sabes que te observo. Tu rostro, que me sé de memoria y podría vaciarlo en aire con mis manos. Esta muerte dulce de una tarde de otoño que se pone lenta y rojiza en el horizonte.

12 comentarios:

María dijo...

La muerte nos recuerda a nuestros seres queridos, los que no vemos en el cementerio, sino en nuestros recuerdos, los que llevamos siempre con nosotros.

Muy bonito tu retrato interior con la imagen.

Besos.

Sor Austringiliana dijo...

La muerte es solo un apagón, tal vez el amor pueda darnos un instante de luz...Será en un día del cual tenemos ya el recuerdo.

Berta Martín Delaparte dijo...

Y todo..., te ha inspirado maravillosamente. 💚✔

Fackel dijo...

Me resisto a pensar la muerte con fecha. No solo con la del ritual católico sino con la que uno imagina que se producirá alguna vez. Ojo, digo producirá, no que la tenemos fechada, como dice a lo tonto tanta gente. (Tenía destinado su día...qué asco de frase)

Clarisa T. dijo...

Y sin embargo, en tu rostro veo todos los rostros del mundo...
Precioso.

Doctor Krapp dijo...

Ese otoño que se empeña en recordarnos la muerte con su ropaje de hojas.

Recomenzar dijo...

la muerte jamás la pienso
La nostalgia de lo que vivimos...
yo he cambiado por este virus casi humano
que nos acribilla y enferma las manos

Ele Bergón dijo...

Todo lo que comienza, tiene su final, como estas hojas del otoño que van cayendo para recordarnos, que poco a poco se marcharán.

Besos

Rita Turza dijo...

Noviembre tiene ese sabor triste de la muerte pero tus letras nos despiertan a la belleza. Siempre me encantan tus retratos de interior, son enormemente bellos.

Un gran placer leerte querido Pedro.

Un abrazo enorme.

Myriam dijo...

La muerte es consustancial a la vida
y lo es desde el preciso momento en que nacemos.

Myriam dijo...

La muerte es consustancial a la vida.
Siempre ha sido así y siempre lo será.

Besos

LA ZARZAMORA dijo...

Hay unos versos que siempre me han fascinado, y son los del Eclesiastés, que comienzan con
Hay un momento para todo y un tiempo para cada cosa bajo el sol:
un tiempo para nacer y un tiempo para morir,
un tiempo para plantar y un tiempo para arrancar lo plantado;
un tiempo para matar y un tiempo para curar,
un tiempo para demoler y un tiempo para edificar;
un tiempo para llorar y un tiempo para reír,
un tiempo para lamentarse y un tiempo para bailar;
un tiempo para arrojar piedras
y un tiempo para recogerlas,
un tiempo para abrazarse
y un tiempo para separarse;
un tiempo para buscar
y un tiempo para perder,
un tiempo para guardar y un tiempo para tirar;
un tiempo para rasgar y un tiempo para coser,
un tiempo para callar
y un tiempo para hablar;
un tiempo para amar
y un tiempo para odiar,
un tiempo para la guerra
y un tiempo para la paz.

Cuando falleció mi padre, lo elegí para leerlo... Tu entrada de hoy, me lo ha recordado.

Besos, Pedro.