lunes, 19 de octubre de 2020

Un puñado de castañas

 



Un puñado de castañas asadas mataba el hambre de muchos antes de irse a dormir en los tiempos duros de la postguerra. Un puñado de castañas calentaba las manos que agarraban el cucurucho comprado en un puesto callejero. A castañas asadas huele desde unas calles antes y uno ya sabe que está en otoño y que comienza el frío y que conviene recogerse pronto porque la noche se agranda y los días enchiquecidos no calientan lo suficiente.

Ayer recogí castañas. Algunas tuve que sacarlas de los erizos abiertos que ofrecían su fruto. Reconozco que algo me dolieron los riñones, pero qué poco esfuerzo para lo que prometen cuando las coma. Procedían de dos árboles a pocos metros uno de otro. Las castañas de uno eran pequeñas y no merecían la pena, las del otro grandes y apetitosas. Como en la vida.

Ayer recogí castañas. Comerlas es un acto de unión. No se debería comer castañas en soledad nunca, si puede evitarse. Las castañas han nacido para ser compartidas. Un puñado de castañas asadas saca la sonrisa del rostro y los ojos se alegran, ya infantiles. Por estas tierras de Béjar, a las castañas asadas se les llama calbotes y noviembre es un tiempo de comunidad junto a la hoguera. La hoguera calienta el cuerpo por fuera, la castaña por dentro, como comulgar otoño y ser feliz, que hace falta. Que hace tanta falta.

11 comentarios:

mojadopapel dijo...

Ya te he dicho que la felicidad se encuentra dentro de uno mismo... Solo hay que buscarla.

Emilio Manuel dijo...

¡¡Umm!! que suerte tienes de poderlas recoger tu mismo, aún no nos hemos preparados un buen plato de castañas asadas, ¡¡mierda de dieta!!, pero me la saltaré.

Sor Austringiliana dijo...

Era el olor que daba calor a las tardes frías de la infancia, a la salida del colegio. Las castañeras eran viejecillas de negro y pañolón a la cabeza, acurrucadas,. O tal vez no eran tan mayores...

Fackel dijo...

En mi infancia los tiempos de castañas estaban extendidos. En casa se cocían. En la calle, a la salida del cine de los Koskas las comprábamos en aquella garita minúscula de la Plaza Santa Cruz, con el doble efecto de que calentaban el bolsillo y el estómago. Qué dos sabores tan diferentes. Qué recuerdos diversos y sin embargo tan complementarios. Las calles olían a los humos, nuestros abrigos se impregnaba y construían futuro: el de la memoria que yo ahora ejercito y revivo circunstancias y rostros.

Myriam dijo...

Suscribo al comenatario de MOJADOPAPEL.

Besos x2

Myriam dijo...

También suscribo a lo que dices de comer siempre las castañas en compañia, en comunión. Más besos

São dijo...

Ser feliz comendo castanhas com companhia junto à fogueira é algo que me parece muito bem .

O mesmo se passa com bolotas aveladas, que são óptimas e que , em Portugal, também matavam parcialmente a fome.

Beso, amigo mio

andandos dijo...

Mi hija ha sacado hoy del bolsillo de su abrigo castañas y almendras. Las cogió el sábado en los alrededores de Veruela y Trasmoz, adonde fueron ella y tres amigas más, creo que todas relacionadas directa o indirectamente con la filología y la literatura. No todo está perdido, pienso a veces.
Un abrazo

Alimontero dijo...



Dulcemente me llevaste a mi infancia Pedro...con mamá y mi abuela Celinda!
No las comíamos así como en tu tierra, sin embargo las disfrutábamos felices al llegar del colegio, estaban calientitas!!
Y el puré de castañas?? mamá lo preparaba delicioso!

Que dulce y calientita forma de acoger el otoño, esperando el invierno.

Dulces saludos querido Pedro.
Beso,
Ali

Ele Bergón dijo...

Debe ser porque en el pueblo de mi infancia los únicos castaños que hay en la ya antigua carretera, por donde años pasaba la primera Nacional I , en tiempos muy pasados, los castaños que crecen a uno y otro lado,dan castañas locas, el caso es que a mí, no me gustan las castañas. Puedo comer las crudas y pero las asadas, no. Lo siento, pero mis vivencias infantiles, como a todos, me han marcado en este sentido.

Lo que sí que hago ahora, es recoger esas castañas locas y tirarlas a las ovejas que se las comen muy bien. Por cierto, he visto este año, más castaños con hojas secas, que en otros, parece como si también les haya afectado la pandemia.

Estoy de acuerdo con Mayca con lo de la felicidad, pero cada uno tenemos una forma de encontrarla y si eres feliz comulgando el otoño ¿por qué no?

Besos

LA ZARZAMORA dijo...

Aquí estoy, este noviembre, uno más... (mientras la vida me/nos de tregua, y nos siga amaneciendo) para compartir esas castañas, contigo, con un buen amigo.

Cuídate mucho Pedro.

Besos.