Miro al mar para aprendérmelo. En esta playa portuguesa escribí un poema de mi libro piel porque aquí vi el mar por vez primera. Soy de tierra adentro y había estado frente al mar cientos de veces antes en vacaciones y viajes de trabajo, pero siempre hay un momento en el que ves el mar por primera vez, como si lo descubrieras. Surge entonces con toda su fuerza, enigmático, atractivo y peligroso. No sé si esto les ocurre a los que han nacido o viven junto al mar. Quizá ellos no vean el mar de tanto verlo, como esas calles por las que pasamos a diario, o quizá para ellos sea una presencia que lo anula todo, que coloca el resto de las cosas en un lugar menor. Desde los páramos castellanos el mar se antoja inexplicable, por eso lo miro para aprendérmelo, para que no se me olvide aquella ocasión en la que vi el mar por vez primera.
12 comentarios:
Es porque el mar reclama su piropo cada vez que te acercas.
Es la mirada de quien sabe APRECIAR...
Hoy, debido a esta situación triste, global, que estamos viviendo y que nos ha mantenido encerrados, privados de cuanta libertad existe, salir, volver a explorar, a re-descubrir lo que cotidianamente no percibíamos, nos vuelve a estos hermosos espacios. APRECIAR lo que no percibíamos, a mirar diferente y descubrir nuevamente la belleza.
Me ha encantado tu mirada de aprendizaje.
Gracias Pedro,
beso,
Ali
Yo tarde trece años en ver el mar, pero antes había conocido esa mar a través de los dibujos e historias que me contaba mi padre. El mar, la mar... siempre la mar.
No recuerdo la primera vez que vi el mar, en Santander tal vez. Me gustaría ver la foto inexistente de la niñita embobada con las olas que vienen y van. Descubrirlo, más tarde, como algo muy bello que da vértigo. Los de tierra adentro miramos de forma diferente, tal vez, o no.
A mi también me gustaría que me explicaran, sin chorradas, ¿que es el mar o la mar?
"Mirar al mar para aprendermelo".....Bonito paso para un poema.
Amigo Pedro, he nacido junto al mar, su visión siempre me ha acompañado y ocurre como tú dices, de tanto verlo te resulta tan familiar que ya no pretendes entender nada, sin embargo infunde un respeto tremendo: el ruido de las olas, la linea de horizonte que separa las aguas del cielo, los cambios de color y la incertidumbre de que pueda esconder algún arrebato peligroso.
Esté donde esté siempre sé en qué dirección se encuentra el mar, su atracción resulta para mí una orientación natural.
Abrazos
¿Será verdad que alguna vez todo fue mar? O al menos este llegó a muchas partes que ahora son tierra adentro.
A mi me separa del mar sólo una puerta y 5 metros mal contados de pasillo. Pero, cuando el viento es de levante y viene bravo, no necesito salir a verlo, lo oigo; su rugido viene acompañado del aroma a salitre, a yodo, a mar dentro de sus caracolas resecas y blancuzcas por la sal reseca... Necesito olerlo más que pisar su arena o darme baños de sol y agua. Debe ser por haber nacido cerca de él y ahora vivir más cerca aún de su orilla.
Puedo asegurarte que no hay dos miradas iguales cuando miro la mar, como nos gusta decir por aquí...
Tenía tres años cuando mis padres iniciaron el viaje en coche de Cali a Barranquilla. Y ahi nos despedía mi padre que se quedaba en Colombia. Nosotras tomábamos el barco que nos llevaba a Valparaíso en Chile y de ahí en tren hasta Buenos Aires. Recuerdo cada paso de ese viaje de principio a fin. Nadie me lo contó. Tenía 3 años. Recuerdo como miraba los peces en el mar - ya océano- por la claraboya y quería, salir a jugar con ellos. Recuerdo el olor a salitre y recuerdo los vaivenes de la embarcación. Recuerdo todo. Absolutamente todo. Incluso el vestido con el que llegué a Buenos Aires y como mi abuelo que estaba con un abrigo oscuro y sombrero me alzó en sus brazos. Fue un viaje con una alta carga emocional por eso recuerdo todo. Fue justamente en ese barco que me aficioné a comer jamón ibérico.
El mar está presente en mi con presencia sentida y constante.
Y como bien sabes, por 20 años he vivido junto al Mediterráneo.
Besos
Los que vivimos pegados al mar, pegados a una playa que marcó nuestra infancia lo que nos parece inexplicable es su ausencia y cuando vamos a tierras del interior necesitamos sustituirlo por otras presencias, en mi caso viviendo en Madrid yendo al estanque de El Retiro.
Como también soy de tierra adentro, no conocí el mar hasta los decisiete y lo hice por la noche, su ruido y la intuición de una inmesidad, me hicieron sentir miedo, pero después...
no puedo despedirme de él.
Besos
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