martes, 8 de septiembre de 2020

La perplejidad de nuestro tiempo de crisis

 


En 1989 caía el muro de Berlín. Fue el logro político más impactante (mediático, se dice ahora) de la época conocida como postmodernidad y uno de los hitos históricos que todos los que tenemos cierta edad vivimos en verdadero directo antes de la aparición de las redes sociales. El sistema de libertades occidentales tal y como se entendía entonces parecía triunfar y todo era esperanzador y joven y estaba por hacer. En el fondo, así nació la postmodernidad a finales de los años cincuenta, con una mirada diferente al mundo, menos sectaria, con aportaciones ideológicas que no buscaban la totalidad en sus soluciones ni el enfrentamiento, sino la reconstrucción de un mundo dividido y enfrentado en bloques, que asfixiaba por igual a los que estaban en uno u otro y que necesitaba cambios urgentes. Los dos bloques enfrentados llevaban un par de décadas cambiando por donde cambian las cosas: porque la gente necesitaba otros horizontes, más libres y menos controlado por los dogmas ideológicos, morales y religiosos. Aunque a algunos analistas y políticos les pilló de sorpresa, la gestación de los cambios fue larga.

Curiosamente, lo que vino después no cumplió las esperanzas. El impulso duró hasta el final del siglo XX, pero la falta de contrapeso hizo que ese mundo joven esperanzado occidental se inclinara hacia un capitalismo feroz en el que la globalización rompió poco a poco todas las costumbres y reglas de juego nacionales. Las que se necesitaban romper porque estaban viciadas, impedían el crecimiento y los derechos personales, pero también las que habían protegido a los más débiles y habían cohesionado el estado de bienestar en muchos países. Fuera del llamado mundo occidental, las cosas no fueron mejor a la larga. La inestabilidad provocada por la caída de la Unión Soviética provocó guerras y conflictos locales casi nunca bien resueltos, con intervenciones poco afortunadas de las potencias occidentales guiadas casi de forma exclusiva por los intereses económicos y geoestratégicos y la aparición en los nuevos países de soluciones políticas muy alejadas de aquella esperanza despertada en 1989, que se han venido mezclando con peligrosos nacionalismos e integrismos religiosos.

Hoy, el mundo occidental está perplejo. No tiene verdaderas soluciones políticas para la descomposición que se observa en nuestra época tanto en las estructuras políticas y sociales como en el mapa del mundo y se halla vulnerable ante crisis financieras y sanitarias. También trágicamente desunido y crispado. En el fondo, la perplejidad del mundo occidental consiste en comprenderse tan vulnerables como los países que antes no formaban parte de lo que se conocía como primer mundo y no querer aceptarlo porque vive en la ensoñación del pasado. Por eso el surgimiento de líderes y partidos políticos con apariencia de dureza y soluciones autoritarias que contaminan todo el espectro parlamentario y el rebrote de grupúsculos conspiranoicos y negacionistas de la ciencia. Es un peligroso caldo de cultivo. Aunque las estructuras sociales, administrativas y económicas son más sólidas y le permiten todavía vivir lo que ocurre en mejores condiciones, el occidental parece desorientado al comprender finalmente que él también se puede ver terriblemente afectado por estas crisis que antes parecían o cosa del pasado o de otras regiones del mundo. Evidentemente, en su perplejidad no ve la dureza con la que azotan estos malos vientos a las zonas pobres del planeta, a las que nada puede ofrecer ya excepto ponerse las últimas a la cola de la futura vacuna para el COVID-19 y de la más lejana recuperación económica.

En los próximos meses no solo necesitamos una vacuna fiable, sino un Presidente de los EE.UU. que comprenda la importancia de este reto, una negociación del Breixit que sea amistosa, sepultar todos los nacionalismos y encontrar unos líderes políticos y empresariales que entiendan el mundo más parecido a lo que soñábamos en 1989 que a la realidad actual. ¿Lo lograremos?

12 comentarios:

José Manuel Alonso dijo...

No estoy seguro de que el muro de Berlín cayera por la posmodernidad sino más bien por el ansia de justicia y libertad de gentes como Havel. Un ansia que tenía que ver con convicciones fuertes y no líquidas. La posmodernidad, al tirar el balde del agua sucia de los dogmas, tiró también al niño de la verdad que moviliza. Sin conceptos fuertes de verdad, justicia o persona estamos inermes ante la ley del más fuerte.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

La posmodernidad no fue líquida, esa es la definición para lo que vino después, que ya no es postmodenidad sino otra cosa. Lo que es seguro es que los dogmas ideológicos no fueron los que derrumbaron el muro, sino que lo levantaron y mantuvieron, como causaron dos guerras mundiales.

Sor Austringiliana dijo...

Ahora se nos están cayendo otros muros, ya hemos perdido la cuenta.

Sor Austringiliana dijo...

Muros cuya caída no liberan sino todo lo contrario. Perplejos ante Trump, el Bréxit, Bilsonari, la ultra derecha aquí y allí, nacionalismos cerriles, un rey emérito más que corrupto, la pandemia que ha dejado al aire los recortes que nunca se debieron hacer en Sanidad... Suma y sigue, comienza el colegio.

Emilio Manuel dijo...

Si fuera verdad que llegue pronto una vacuna fiable contra el Covid, que se cambie al presidente USA, que tengamos unos lideres empresariales y políticos dignos, ¿crees que el mundo mejoraría?, yo creo que no, la naturaleza humana es como es, y surgirían otros presidentes de la misma calaña, habría otras guerras contra bichos miniatura, el dinero corrompe y vemos como, pese a la crisis, hay más pobres y los ricos se multiplican, ¡¡es lo que hay!! el capitalismo se reinventa todos los días.

Berta Martín Delaparte dijo...

El debate del Estado de la Nación de hoy ( España), el cual estoy escuchando por la radio; me provoca intranquilidad . Desde mi punto de vista no hacen más que crear más fronteras.

Pedro como siempre, un gusto leerte.😍✔

Fackel dijo...

Yo estoy perplejo desde hace tiempo de la perplejidad occidental, pero relativizo. Estamos perplejos porque somos torpes. Siempre esperamos soluciones fáciles, simples y rápidas de situaciones harto complejas y que vienen desde hace mucho tiempo. Siempre esperamos más por la urgencia de nuestros anhelos que por el realismo con que deberíamos contemplar la situación. No sé si en EEUU un nuevo presidente que no sea el actual servirá para mejorar el conjunto mundial. De la British ya no espero nada, porque nunca esperé. La política británica mantiene las coordinadas de la vieja piratería y el posterior colonialismo (ni siquiera pretender cumplir lo pactado) Los nacionalismos siguen aferrados a un concepto religioso del Estado, uncapaces de superar viejas frustraciones históricas. Y además son influido muchos de ellos por el neoimperialismo ruso. Europa no acaba de empalmar un nuevo sistema político que respalde el económico. Etcétera.

Y la caída del muro de Berlín no vino por ansias de libertad de nadie sino por el acabamiento de la situación soviética. Un vicio de la izquierda es creer que cuando desaparece una situación anterior retrógrada y totalitaria es debido a la lucha. La lucha tiene su valor, pero sin la variante de la correlación de fuerzas en el tablero político internacional no suele triunfar.

Berta Martín Delaparte dijo...

la caída del muro de Berlín no vino por ansias de libertad de nadie sino por el acabamiento de la situación soviética. Fackel yo opino lo mismo.un saludo.

Myriam dijo...

Intuyo que después de toda este revuelo, que es como si se hubiera sacudido un avispero, y superada la perplejidad inicial de saberse vulnerables (gran golpe al ego de las "superpotencias"), las cosas se reacomodarán en una nueva realidad, que espero sea mejor que la que hemos tenido hasta ahora. Todo cambia, el mundo fluye y sólo hay dos caminos, la destrucción de nuestra especie o la superación. Por el bien de las generaciones futuras, espero que se de lo segundo.

Estaba extrañando estos magníficos análisis tuyos en esta serie.

Besos

Paco Cuesta dijo...

En resumen y contestando a tu último párrafo: necesitamos que los políticos, propios y extraños, hagan política de verdad dejando al margen los intereses partidistas.
Un abrazo

LA ZARZAMORA dijo...

Son 7 desafíos como lo son los 7 pecados capitales...
¿Que si lo lograremos?
Putín arrasó con Gorbachov y Yeltsin, y el muro se reconstruyó y erigió de nuevo con viejas ideologías y dogmatismos que no han tardado en sembrar las semillas del mal no sólo en la vieja o renovada Europa sino a nivel planetario...
Derribar muros sin cese, tal vez sea el nuevo reto del siglo XXI.
Ojalá me equivoque, Pedro.
Si y le dimos la espalda en múltiples ocasiones a la Modernidad... por qué se repetiría la historia con la posmodernidad??



Besos.

impersonem dijo...

Creo que peor que los muros son los velos con los que nos ocultan muchas cosas que tendríamos que conocer para poder decir que sabemos de qué va esta vida envuelta en este sistema (lo digo en singular, porque es un solo sistema el que rige todo, aunque puesto en escena con múltiples apariencias)...

¿Lo del muro? ... Habría que hablar de muchas cosas que se movieron en la trastienda de la política con dos protagonistas destacados: Juan Pablo I y Gorbachov (creo que este último después, cuando vio el resultado, tuvo sus zozobras)... Pero sobre ese muro cabrían muchas apreciaciones...

Y tienes razón, no se cumplieron las espectativas... el capitalismo feroz que citas fagocitó todo, incluidas las esperanzas de todos los ingenuos con ansias de libertad (de la verdadera, no de la de neón y distracción)...

Yo no quiero líderes Pedro, creo que no los soporto... sí acepto la labor de primeros entre pares, pero no más... la evolución de esta distopía hacia una utopía sotenida y sostenible es labor de todos y de cada uno; si no lo hacemos juntos, no se hará...

Sobre los presidentes de EE.UU. cabrían muchas apreciaciones...

El Breixit mejor cuanto antes...

Los nacionalismos, más que sepultarlos (aunque lo que voy a decir parezca una "contradictio in terminis), hay que integrarlos y gestionarlos con mucha mano izquierda... no es fácil, pero desde el enfrentamiento radical lo único que haremos será reavivar ese sentimiento nacionalista en más gente...

No lo lograremos, porque la mayoría del común no está en la consciencia de lo que pasa y de cómo cambiarlo...