Mi madre tenía 18 años y mi padre 23. Se cogen de la mano, sonríen nerviosos y posan ante la cámara pocos meses antes de casarse. La imagen se la tomó alguno de los fotógrafos que se ganaban la vida retratando a la gente en los actos públicos, fotógrafos al paso, fotógrafos de ocasión, que buscaban enamorados que quisieran dejar constancia de su amor, familias que se reunían y querían el recuerdo de ese momento. Aquí están en la romería del Carmen de Extramuros, que se celebra en la misma fecha que la tan popular del Rocío. A mi madre le gustaba acudir a esta romería, aunque nunca fue mucho de misas e iglesias, y procuraba no faltar ningún año. Cuando falleció mi padre, me pidió que fuera con ella al año siguiente y sé que acudió uno o dos años más, en los que yo no pude estar con ella por trabajo, pero dejó de ir porque ya se encontraba insegura. Mi padre se había licenciado del servicio militar unos meses antes y comenzaba a trabajar de taxista. Algún día escribiré las muchas anécdotas de aquel tiempo que me contó. Mi madre lleva un vestido veraniego suelto, con un cinturón que resaltaba su cintura y alpargatas atadas al inicio de la pierna. Mi padre, una camisa remangada. Qué guapos, delgados y enamorados están. Detrás de ellos, en la pradera, hay grupos de gente sentados en la hierba o paseando.
En Valladolid se celebran dos romerías populares principalmente. La del San Isidro y la del Carmen de Extramuros. En ambas se instalaban puestos de comida y bebida y la gente acudía en mucha cantidad a ver sacar a la Virgen o al Santo, hasta el punto de que las praderas se quedaban pequeñas. Se siguen celebrando, pero ya no es lo mismo, claro. Mis padres eran más de la del Carmen, porque nacieron y vivían muy cerca.
Hoy, domingo, pensaba en esa fotografía cuando he paseado por la ciudad, que ya no es la que conocieron mis padres sin dejar de serlo, como ya no es la mía tampoco. Hacía calor y todavía no se ha recuperado el ritmo de vida de antes del confinamiento. De todas las formas, son los tiempos en los que antiguamente se comenzaba a vaciar la ciudad. En Valladolid, la mayor parte de la gente tenía pueblo y se marchaban al pueblo en verano. Yo, que me quedaba porque no tenía, recuerdo el éxodo de la mayoría de mis amigos, que no volvían hasta finales de agosto. Entré en el antiguo convento y después colegio de las Francesas, que la orden de las Dominicas Francesas vendió para trasladarse a la Huerta del Rey, y que se trasformó en una manzana residencial y comercial. Se conserva la iglesia, ahora magnífica sala de exposiciones. De hecho, frecuentemente la antigua iglesia es muy superior a lo que allí se expone. También se conserva el patio del claustro del siglo XVI, de magnífica factura, cuya traza sigue el modelo del de Santa Cruz, ahora sede del rectorado de la Universidad de Valladolid. El suelo del claustro es de cantos y huesos de taba, muy habitual en los claustros castellanos, pero que aquí es de una factura asombrosa. Aquí y allá faltan fragmentos porque se han robado los huesos. A pesar de la reciente intervención, que se ha limitado a un ligero adecentamiento, el patio presenta un lamentable estado de conservación porque la comunidad de propietarios y el ayuntamiento no logran un acuerdo que haga lucir este maravilloso espacio.
Una iglesia que ahora es sala de exposiciones, un colegio mayor que ahora es la sede del rectorado de la Universidad, un claustro que ahora es una galería comercial, una ciudad que ya no es la misma. Mis padres, entrelazando sus manos ante el fotógrafo, con la fecha de la boda fijada para unos meses después. Tan jóvenes, tan hermosos. Con todo el futuro por delante.
16 comentarios:
"Ni la misma casa ni la misma ciudad,
ni los mismos amores ni las mismas costumbres,
ni los mismos libros ni los mismos amigos.
De aquellos tiempos lo único que conservo
es mi nombre". José Emilio Pacheco.
Bonita entrada nostálgica en recuerdo de tus padres jovenes. Merecido homenaje a una generación de luchadores que fueron nuestros padres.
Recuerdo una entrada de hace años donde comentabas que acompañaba a tu madre a esa romería.Cómo pasa el tiempo...
Los fotógrafos ambulantes atrapaban momentos de felicidad en cartulinas amarillentas. Si alguien escribía algo por detrás completaba el arca del tiempo.
Veo a tus padres a través de tu dibujo de palabras.
Yo tampoco tenía pueblo.
Traen demasiados recuerdos, será por eso que las veo poco, más bien se las explico a mis nietos cuando se acuerdan de mirarlas.
Describes recodos de Valladolid, que aunque yo no tenga en mis manos fotografías de esos lugares, con familiares como protagonistas; en mi caso has provocado que mi memoria se active: Qué tiempos aquellos en los que la pandilla después de tomar el Vermut , a veces en bar El Molinero, a veces en en bar El Suizo, a veces en el bar Corinto, atravesábamos el pasaje de las Francesas para llegar a la calle Santiago, y ...
Adoro fotografías. La de tus padres , me la imagino..Tan jóvenes, tan hermosos...
Los pienso. Qué humanidad había en las personas de esas generaciones. Qué humanidad sigue habiendo en las que sobreviven en una sociedad que no comprenden.
Se palpa la nostalgia que te embarga por tu ciudad de antaño...Todo cambia con el tiempo y no siempre para mejor.
Bello y emocional recuerdo retrospectivo. Suerte.
Darle forma a un recuerdo y compartirlo es hacerle un maravilloso hueco perdurable en tu memoria.
Me quedo con ganas de ver la foto de tus padres
=)
Te ha dado fiebre de mirada atrás, que no te afecte más que lo justo. Da satisfacciones pero engulle, tú verás.
Nada é igual , nada...nem sequer nós somos iguais.
Gosto de Valladolid, mas ainda mais de Burgos.
Besos, amigo mio
Todo el futuro por delante.
A veces los recuerdos nos atrapan, pero los necesitamos porque los seres queridos, aunque sabemos que no van a volver, siempre estarán con nosotros.
Besos
Emotivos y benditos recuerdos...
(Tus padres de jóvenes merecen ser inmortalizados en la red)
Besos
Testigos del pasado son las fotografías de nuestros antepasados... referencias que le sirven a la memoria para hilar recuerdos y provocar emociones intensas... ¡cómo te comprendo, Pedro!
No sabía lo de los huesos de taba del claustro de las francesas... ¡cuánto ignoro de esa ciudad tan próxima!
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