Los datos mejoran día a día, el virus remite. Nos debemos felicitar porque la mayoría ha hecho lo que se debía hacer, incluso a costa de grandes sacrificios personales. Ahora toca la prudencia, la solidaridad y la empatía, más que nunca.
Aumenta el guirigay político según nos acercamos al fin de la situación más grave de esta pandemia o, al menos, de su primer brote en el país (ojalá acierte la predicción de algunos científicos que ven muy posible que no reaparezca). Ahora todos reclaman su protagonismo en lo que viene, aparte de elevar el tono de las críticas. Da la casualidad de que los que más han gritado antes, desde el inicio, son menos escuchados ahora porque ya no pueden hacerlo más alto y entre tantas voces se lleva el minuto de gloria aquel que cuenta con más apoyo y ha esperado su momento estratégico. Todo es confusión cuando debería haber más sosiego para el análisis y la toma de medidas adecuadas para salir lo mejor posible y que, cuando se repita en el futuro una situación como esta (que se repetirá) sepamos cómo actuar desde el primer minuto.
Por suerte, la afectación del virus remite, por lo que vendría a demostrarse que algo se ha hecho bien por parte de la administración, los científicos y el sistema sanitario y que la actuación de los que han hecho funcionar día a día este país desde sus puestos de trabajo y los ciudadanos ha sido la correcta, pero no importa a los vociferantes porque lo que toca ahora es demostrar quién va más allá en las afirmaciones sin aportar otros caminos y soluciones que sirvan para todos en una realidad tan múltiple. Ocurre además que los que ahora dicen que ha de hacerse una cosa antes decían que se hiciera la contraria, quizá se sepan a salvo porque la memoria política es corta y en este país, como decía José Zorrilla, nadie se acuerda en octubre de lo que sucediera en mayo.
Habrá que pedir responsabilidad por los errores a todas las administraciones implicadas (los ha habido, sobre todo por falta de previsión, pero también por excesos verbales o declaraciones imprudentes o mal asesoradas) y, como siempre sucede en España en los últimos años, lo que uno ataca en la que gobierna el partido contrario no admite que haya sucedido en la que gobiernan los propios. La campaña electoral permanente en la que vivimos, junto a las próximas convocatorias electorales previstas y aplazadas para el País Vasco y Galicia (presumiblemente también se convocarán en breve en Cataluña) no animan a pensar que se estudie con calma dónde se han cometido los errores y se subsanen, sino a dedicar todo el esfuerzo a la propaganda en uno u otro sentido.
Desde hace unos días algunos medios de comunicación de los llamados serios participan en la propagación de falsas verdades, verdades a medias o directamente patrañas, especialmente en sus versiones digitales, pero también en sus ediciones en papel. Ya no son ciudadanos indignados. A veces se escudan en que los toman de fuentes de internet -portales digitales pseudoperiodísticos, también de los llamados periodistas urbanos-; en otras ocasiones recogen directamente notas de prensa de asociaciones, organismos o plataformas de opinión sin contrastarlas, intencionadamente o no. Esto ya era habitual antes bien porque las empresas de comunicación tienen comprometidos sus apoyos políticos y sus intereses económicos, bien porque cuentan con escasos recursos y pocos redactores que trabajan sin tiempo suficiente para cumplir con su labor de la mejor forma. No me refiero aquí a la opinión política o experta del tipo que sea, claro está, sino a la información veraz de la que debe partir aquella.
Ha sido singularmente llamativa la incorporación de imágenes en la prensa en papel -con su siguiente divulgación en las redes sociales- que causaban alarma porque podría interpretarse con ellas que había un sistemático y hasta voluntario y mayoritario incumplimiento de las instrucciones del estado de alarma. Por suerte, sabemos que esto ha ocurrido en contadas ocasiones y que estos medios de comunicación, por la razón que sea, han convertido en regla lo que es solo anécdota, provocando en muchas personas un estado de psicosis. Hay imágenes cuyo sesgo no le ha podido pasar desapercibido al redactor jefe porque fueron tomadas con perspectivas, ángulos y focos que achican el espacio de tal manera que lo que son cientos de metros resultan aparentemente unas decenas en los que aparentemente se acumulan personas, cuando tomadas en su justa perspectiva estas personas guardan la distancia aconsejada salvo algún caso de imprudencia o tozudez, que siempre lo habrá. Desde que la propaganda de los regímenes criminales soviéticos, nazi o fascistas descubriera en las primeras décadas del siglo XX el poder de la imagen fotográfica falsificada para crear un estado de opinión, sabemos que una imagen no es más que un enfoque determinado y que si no tenemos otras desde otras perspectivas no puede tomarse como documento válido. Las herramientas tecnológicas han venido a aumentar estas falsificaciones. La mente humana aún percibe la imagen fotográfica como verdad y por eso resulta tan fácil manipular lo que cree ver. Los medios de comunicación modernos que cometen esta falta de objetividad añaden un titular que condicione aún más la lectura de esa imagen.
Soy un ingenuo. Lo que más me extraña de todo esto es que sigamos cayendo tan fácilmente en la trampa. En el fondo, la crispación política de los últimos años hace que aceptemos sin más aquello para lo que nos han predispuesto los medios de comunicación afines que leemos, escuchamos o vemos de manera casi exclusiva. No nos damos cuenta de que somos tratados como personas inmaduras, fácilmente manipulables. En el fondo, hemos dado un paso atrás de ciudadanos a súbditos, quizá mejor a fanáticos. Alguien lo ha llamado la futbolización de la política, de la que solo podremos salir con una fuerte inversión en educación y en cultura que forme ciudadanos conscientes que rechacen estas manipulaciones tan burdas de la realidad y que deberían avergonzarnos. Quien se sienta bien viviendo en una España o en un mundo tan crispados, quien no vea que el camino del futuro debe conducirnos por otra dirección diferente a la tensión continua, al disparate, al insulto y a la repetición de consignas consciente o inconscientemente, no es parte de la solución sino del problema.
Hoy hemos ido a pasear al ponerse el día. Junto a las antiguas murallas de Béjar, en el pico de esta ciudad alargada y hermosa. Desde allí, hacia la peña de Francia, he visto un horizonte de atardecer bien diferente al que he tenido en el confinamiento. Los lienzos de la muralla, por aquí bien conservados, han enmarcado la puesta de sol. Hemos aplaudido unánimemente.
7 comentarios:
Querido Pedro, creo que esta situación crítica que uds están remitiendo, como dices, y nosotros comenzando, tiene que traer consecuencias…y de las buenas! Aprendemos o aprendemos!! Acaso no se dan cuenta que la “cosa cambió”? “No queremos volver a la normalidad; la normalidad era el problema”, lo decía un graffiti en Hong Kong…pero los políticos no tienen remedio. La sociedad indiferente tampoco. Se aprendió muy bien la lección del “individualismo”….y yo me pregunto, acaso el confinamiento no los hizo pensar? Porque de vacaciones no estaban…Mi esperanza es que salgamos renovados de esto. Que el prójimo es tan importante como yo, que la solidaridad existe, que teníamos un propósito común: “cuidarnos unos a otros”….pero les abrieron las puertas y todo saldrán corriendo igual?.... espero que sea diferente Pedro…
Beso,
Ali
Yo también soy un gran ingenuo, me temo que la realidad, la que nos llevará a la llamada "nueva normalidad" nos va a aplastar.
Me ha llamado la atención que se ha tratado de manipuladores a los fotógrafos que tomaron las fotos de las que hablas, como si hubieran falseado la realidad por el hecho de utilizar un teleobjetivo, cuando es evidente que quien manipula es el medio que publica la foto no por el hecho de publicarla sino por el tratamiento que da a la noticia, de la que la foto solo es un apoyo. Cuánto ruido estos días en los que debería haber más sosiego que nunca porque es cuando más lo necesitamos.
Estoy muy de acuerdo contigo.¿Y lo que se nos viene encima? Sacaré la vieja receta: no estirar más el brazo que la manga. Como siempre, vamos.
Un abrazo
Prudencia, empatía,solidaridad,sosiego,cambiar la perspectiva...Soy ingenua, todavía confío en que algo positivo prenda en la sociedad cuando el virus remita del todo, en que callen los vociferantes y no sea pedir cotufas en el golfo.
Cada día tengo menos paciencia con los mensajes venenosos, ayer recibí uno justo cuando leía tu entrada. Perdí la paciencia y entré al trapo...
La lección que tenemos que aprender es que esto que hemos vivido, puede volver a repetirse en cualquier otro momento. Y si nada ha cambiado, los problemas serán los mismos.
Dicen que en una guerra, la primera víctima es la verdad y más en estos tiempos que corren, donde se va manipulando todo. Hay que tener mucho aguante y tesón para no caer en la provocación y analizar con mesura todo lo que recibimos.
Esperemos que al finalizar todo esto, se ponga a cada uno en su lugar, con un mínimo de objetividad.
Besos
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