domingo, 3 de mayo de 2020

El refugio de la casa


Y ahora que salimos, ¿cómo abandonar el refugio de la casa? Oigo y leo declaraciones de personas que todavía no han salido de casa, a pesar de estar permitido durante unas horas al día. Supongo que los psicólogos sabrán darle nombre a esto, pero dicen que no tienen ninguna necesidad de salir aún. Manifiestan que no encuentran motivo o que tienen temor al contagio. La calle, para estas personas, se ha convertido en un territorio hostil. Tendrán que salir antes o después, pero ¿cómo abandonar el refugio en el que se ha convertido la casa para la mayoría? Habrá quien no haya tenido este refugio sino un infierno dentro de las paredes de su domicilio, para ellos la casa era una cárcel y se apresurarán a abandonarla. La mayoría hemos vivido con tranquilidad, hemos descubierto la casa como hogar seguro frente a la enfermedad. Fuera estaba el virus. No sé cuánto tardaremos en adaptarnos a la nueva vida que se abre ahora, que sigue llena de prevenciones y consejos. Dependerá mucho de nuestra forma de ser, de nuestra edad. También de la pervivencia del virus, quiero agarrarme a un grupo de expertos que, por la similitud con otros de las últimas décadas, piensan que estamos en los últimos meses de la pandemia. Hay otros que no están seguros de que no haya nuevos brotes a partir del otoño.

Yo he salido estos dos días a faldear la sierra. Tenemos la suerte de que está muy cerca y que Béjar no es una ciudad de mucha población, por lo que las concentraciones de personas no son las que veo en televisión en Madrid o en Barcelona. Se critica a estas personas por imprudentes, algunos lo son (incluso institucionalmente, como la pésima imagen de lo ocurrido en el cierre del hospital de urgencia instalado en IFEMA), pero otros muchos no tienen más opciones. Nuestras ciudades no están bien construidas, muchos barrios españoles son colmenas con aceras estrechas y una densidad de población por encima de lo recomendable incluso en períodos de normalidad. Esta es otra tarea pendiente, repensar nuestro urbanismo. En España está casi vacío el noventa por ciento del territorio y nos concentramos en el resto. Quizá esto haya tenido algo que ver en las cifras de fallecidos. No podemos sostener más ciudades como las que tenemos que, además, acaparan y concentran todos los servicios públicos por el porcentaje de habitantes, lo que incide en agravar el problema de la despoblación y la sensación de abandono que se siente en gran parte del territorio.

Cuántas cosas debemos pensar en los próximos meses y años, no sé si querremos hacerlo. Pensarlo, debatirlo, ya sería un buen paso para convencer a los políticos españoles para que piensen juntos la planificación futura de lo que va a ser este país a medio plazo y que abandonen el corto plazo de las próximas elecciones y la política de crispación de los últimos tiempos, que nos deja en manos de intereses ajenos y de las próximas pandemias. Digo convencer, porque no veo en ninguno de nuestros políticos el impulso que lo haga posible. De hecho, en los últimos días ha aumentado el desencuentro. Confiemos en que la fuerza de los hechos lo haga posible cuando termine lo urgente.

Al volver a casa por una de las calles estrechas que van a dar al pico de esta ciudad alargada, un hombre lanzaba sus proclamas desde el balcón. No se le veía, así que supongo que estaba sentado en el sofá y a través del micrófono y los altavoces que tenía instalados fuera pronunciaba todo tipo de ocurrencias plagadas de insultos mientras sonaba música cañí. Cuando pasamos nosotros sonaba el Fary. No es más que una anécdota, pero compadezco a sus vecinos.

Antes de dejar de escribir y apagar el ordenador, he salido a mi balcón para hacer la fotografía de la calle mayor desierta y anochecida. ¿Cómo recordaré estas imágenes que he ido publicando en las últimas semanas aquí, como recorte de cielo y horizonte?

9 comentarios:

mojadopapel dijo...

Espero que lo podamos recordar como simples anecdotas.

Emilio Manuel dijo...

Por mi barrio, a eso de las ocho de la tarde, algún personaje nos anima a salir a los balcones con el himno español, después con el "Resistiré" y suele terminar con alguna de Manolo Escobar, desde hace un tiempo he dejado de salir al balcón.

Abejita de la Vega dijo...

Por aquí nos ponen el himno a Burgos, con "el suelo bendito donde moriré" que no anima mucho...Un revuelo de palomas y comienzan los aplausos, acompañados de algún silbido desaprobatorio. La cacerolada, sin cazuela alguna, a las nueve solo he podido escucharlo un día, afortunadamente.

Con la que ha caído no me extraña que haya quien prefiera quedarse en su casa cabaña, a veces el miedo se mete muy adentro. Pienso que la mayoría lo hemos llevado bien, estar ocupado ayuda mucho...

El desencuentro me preocupa, estamos pasando el río y es una locura cambiar de caballo.

Recordaremos esta primavera, espero.

andandos dijo...

Salimos ayer y hoy también. Es mucha más la gente que camina deprisa, o que hace deporte, que la que pasea. Antes de la pandemia también. Muchos van con cascos. Paseando se aprende a mirar, creo. Seguimos saliendo al balcón a aplaudir, no sé hasta cuando, pero es el momento de encuentro con nuestros escasos vecinos, a pesar de vivir en un lugar bastante céntrico e histórico. Y también multicultural y multitodo. El aburrimiento también es necesario, no lo digo por mí, pero hay una excesiva preocupación por hacer cosas. Pensar también es hacer, creo.

Un abrazo

poetabululu dijo...

Me gusta tu reflexión, muy de acuerdo con ella. Entre lo irresponsables que somos a veces los ciudadanos, no sé si es irresponsabilidad, inmadurez, no sé... y la falta de acuerdo entre la clase política, que veo más grave aún que la falta de pericia resolviendo pandemias, no sé cómo acabará esto. Seguro que bien...

LA ZARZAMORA dijo...

Todos abandonamos antes o después, un día el/nuestro nido... y lo dejamos vacío para volar con nuestras propias alas.

Y, a cada cual, las suyas :))

Besos, Pedro.

El Deme dijo...

Vamos hacia un mundo en el que nos refugiaremos en la seguridad personal, en el individualismo y en el entorno más conocido, con lo que se rechazará lo nuevo, lo desconocido, lo extraño y lo fascinante. Tendremos que tener cuidado, porque así nos vamos a perder muchas cosas maravillosas de la vida.

XuanRata dijo...

Pedro, que sepas que esta serie fotográfica desde tu balcón me parece una maravilla, yo al menos la estoy siguiendo con placer y con secreta envidia. Es un ejercicio fotográfico ya clásico el de hacer tomas de un mismo lugar a diferentes horas o días o estaciones del año, pero en este caso tienen además el valor añadido de la circunstancia en que han sido hechas y del valor emocional que eso les confiere. Ojalá se acabe pronto esta serie porque eso significará que habrá pasado la pesadilla, pero cómo la echaré de menos...

Ele Bergón dijo...

No, no soy de casa, nunca lo he sido. Quizás porque mi infancia esté en un pueblo pequeño, donde la vida se hacia en la calle y después, me confinaron interna durante seis años, por supuesto con salidas de vacaciones y domingos, cuando no me castigaban, así que mi experiencia es más grata fuera de casa que dentro, no obstante, he podido pasearme dentro de unos límites, pero ahora, me siento mejor con esto de salir a dar un paseo.

No, no tengo el síndrome de la cabaña, pero algunas personas sí.
Todo es muy respetable y cada uno somos un mundo.

Besos