Hoy he estado en Cuzco, en las Alpujarras y en Córdoba sin romper los preceptos sobre movilidad de las fases de apertura del confinamiento.
He corregido el borrador de un trabajo fin de grado (TFG) de una alumna sobre el Inca Garcilaso de la Vega, uno de los personajes más interesantes de nuestra historia literaria y de la cultura hispánica en general. En realidad, ese fue el nombre que quiso darse para enlazar su ascendencia inca con la familia paterna, que enlazaba con una de las más importantes del reino de Castilla, porque él fue bautizado como Gómez Suárez de Figueroa. Nació en Cuzco en 1539, hijo natural de un capitán español caído en desgracia (Sebastián Garci Lasso de la Vega Vargas) y de una princesa inca (Isabel Chimpu Ocllo) y gran parte de su vida la dedicó a recuperar el buen nombre de su padre y conseguir así integrarse en la nueva sociedad que nacía tras el descubrimiento, conquista y colonización de América. Como mestizo, pero de clase alta por ambos lados, conoció lo mejor de una y otra cultura y quiso ponerlo de relieve en sus escritos, que abarcaron todos los terrenos de lo que se entendía entonces por literatura: la crónica con fuerte reivindicación personal y familiar (las crónicas de aquella época nunca pretendieron ser objetivas), la filología, la etnografía, etc. Militar y humanista -en él, como en tantos grandes nombres de su tiempo se unían las armas y las letras-, vivió en Perú y en la península ibérica, participó en el aplastamiento de la rebelión morisca de las Alpujarras y terminó dedicándose de foma casi exclusiva a la escritura, asentándose en Córdoba. Dejó abundante testimonio de sus intereses: una exitosa traducción de los Diálogos de amor de León Hebreo (1590); La Florida (1605), que da cuenta de la expedición de Hernando de Soto en aquel territorio; los Comentarios reales (1609), que contienen un relato de la historia y las costumbres del Perú basado en testimonios orales y personales, continuados por la Historia general del Perú (póstuma, 1617), que narra la conquista y colonización del imperio inca por los españoles, y algunos textos más, publicados mucho tiempo después de su fallecimiento, en los que ensalzaba su tronco familiar.
Por esas cosas de la vida, el Inca falleció casi al mismo tiempo que Cervantes (al que llegó a conocer en Montilla), aunque no se sabe con seguridad si el mismo día. Es tan apasionante su personalidad, que sirvió de referencia para la construcción del protagonista del drama romántico Don Álvaro o la fuerza del sino (1835) del Duque de Rivas. Aparte de lo cordobés que los unía, a Rivas le entusiasmó el carácter mestizo y complejo del Inca, su identidad conflictiva y su falta de asiento definitivo en los dos mundos a los que pertenecía. La forza del destino, versión operística de la obra, que hiciera Giuseppe Verdi a partir del libreto de Francesco Maria Piave, lanzó el personaje a la literatura universal.
Esta tarde he recibido el correo de Google Maps Timeline informándome sobre los lugares que he visitado en el mes de abril. Hay un presente espacio temporal absoluto en ese punto rojo del mapa centrado en esta casa de Béjar desde la que escribo ahora mismo. El algoritmo de Google y la geolocalización, ignoran que gracias a los libros he viajado por medio mundo, no sé si en el próximo resumen detectarán que hoy he estado en Cuzco, en las Alpujarras y en Córdoba.
Por esas cosas de la vida, el Inca falleció casi al mismo tiempo que Cervantes (al que llegó a conocer en Montilla), aunque no se sabe con seguridad si el mismo día. Es tan apasionante su personalidad, que sirvió de referencia para la construcción del protagonista del drama romántico Don Álvaro o la fuerza del sino (1835) del Duque de Rivas. Aparte de lo cordobés que los unía, a Rivas le entusiasmó el carácter mestizo y complejo del Inca, su identidad conflictiva y su falta de asiento definitivo en los dos mundos a los que pertenecía. La forza del destino, versión operística de la obra, que hiciera Giuseppe Verdi a partir del libreto de Francesco Maria Piave, lanzó el personaje a la literatura universal.
Esta tarde he recibido el correo de Google Maps Timeline informándome sobre los lugares que he visitado en el mes de abril. Hay un presente espacio temporal absoluto en ese punto rojo del mapa centrado en esta casa de Béjar desde la que escribo ahora mismo. El algoritmo de Google y la geolocalización, ignoran que gracias a los libros he viajado por medio mundo, no sé si en el próximo resumen detectarán que hoy he estado en Cuzco, en las Alpujarras y en Córdoba.
6 comentarios:
Al igual que a ti, Google me envía todos los meses los lugares por los que he pasado, la primera vez que lo hicieron me sorprendió mucho, no había un error, también llevas razón en eso de que Google no capta otros movimientos, los viajes imaginados o los que leemos en los libros.
He tenido la suerte de haber visitado la casa natal del Inca Garcilaso en Cuzco, una ciudad maravillosa con solo un defecto, su altura, allí me dio un "pitango" que se resolvió a base de hojas de coca; de la Alpujarra soy un enamorado, lo mismo que con el mar, no puedo pasar una temporada sin pisarla, cuando pienso en el plato: patatas a lo pobre, pimientos, chorizo, morcilla y un huevo frito, me viene a la memoria el "Plato Alpujarreño" ¡¡uff!! que rico.
Sinceramente no me apetece llegar a ese mundo en que Google Map sepa lo que hemos recorrido con los espacios de la mente.
Google maps timeline cree saberlo todo de nosotros. Mira por donde, ignora nuestros viajes por las páginas de los libros. Después de días y días con el punto fijo en mi casa, ha comenzado a trazar los cortos paseos que alivian mi confinamiento; pero, qué alivio gracias a tu entrada,sé que nada sabe del alboroto que presencié ayer en el "paraíso" o "gallinero" del teatro Real de Madrid, en compañía de Miquis y Felipe, personajes galdosianos. ¡En tiempos de la reina castiza! Por supuesto, de cuando pateo la Mancha de don Quijote...ni idea.
Lo que cuentas del inca Garcilaso me anima a otros viajes. No sé, Cuzco me pilla un poco lejos de Burgos.
Seguimos viajando.
Los viajes de los libros, las películas y los sueños, también cuentan.
Lo mejor para este parcial confinamiento, que ya ha llegado por fin, "No hay mal que cien años dure" y no continúo, es la imaginación. A mí me viene muy bien, cuando el sueño se empeña en tardar un rato en cerrarme los ojos.
Besos
Interesante e ilustrativo tu post...
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