sábado, 9 de mayo de 2020

Los vencejos


Al amanecer, vuelan los vencejos
sin llegar a la bruma de la sierra.
Permanecen aquí, sobre las calles
de la ciudad vacía. Con qué gracia
trazan sus giros mientras los observo.
Dan la vuelta, buscándonos. No saben
qué nos pasa, de dónde, de qué parte
nos nace esta tristeza tan cerrada
como la nube gris que descargó
sobre las cimas de estas altas peñas.
                                          © Pedro Ojeda Escudero, 2020

Ha pasado lo que tenía que pasar. Casi todos los territorios que no han accedido a la siguiente fase de apertura del confinamiento protestan. Ellos también quieren dar pasos hacia una mayor vida social, aunque implique más riesgo, más contagios y más muertos. Temen el coste de la crisis económica que vendrá con toda seguridad (será terrible) y sus políticos argumentan sesgadamente con la economía, con el paro y la pobreza. Los menos escrupulosos utilizan las patrañas sobre la falta de libertad y otros bulos que han corrido por las redes sociales en estas semanas y que han fomentado una agresividad que revelan ya los primeros estudios académicos realizados. Estos políticos, en el fondo, añoran a un líder fuerte que invite a quebrantar las medidas gubernamentales. No tienen coraje suficiente para lanzarse a pedir la sinrazón, pero la bordean. Quizá teman no ser acompañados por la mayoría de la población, que se ha comportado ejemplarmente.

Entiendo el descontento en las zonas rurales en las que no hay casi afectados o no se ha dado ningún contagio desde hace días por su propia forma de vida, que impone un cierto distanciamiento y soledad. Si en estos lugares no se cumplen los requisitos se debe a lo que ocurrió antes de la pandemia, por las medidas sociales y económicas de las que todos somos culpables: se agrupaba a los mayores en residencias de ancianos que se han convertido en trampas mortales encapsuladas y ajenas a los pueblos cercanos; no hay camas de hospital por el desmantelamiento de los hospitales comarcales. Los gobernantes que adoptaron esas medidas son responsables, pero también cada uno de nosotros por nuestra manera de vivir y por votarlos. Casi toda España es un gran territorio rural con una densidad de población mínima, algunas zonas calificadas como desiertos demográficos. Es allí donde se ha procedido al mayor desmantelamiento de los servicios públicos.

Sin embargo algunas ciudades también se han sentido molestas por no acceder a la siguiente fase de apertura, pero en casi ninguna de ellas hay un ancho de acera generalizado para guardar el distanciamiento recomendado entre personas, ni buenos servicios de transporte público, ni carril bici con extensión suficiente, ni zonas peatonales suficientes para el esparcimiento. El urbanismo amable y humano es una de las asignaturas pendientes de España, pero estas ciudades quieren pasar de fase porque les preocupa quedar rezagadas frente a la recuperación de las que tienen más cerca que sí lo han conseguido. Las zonas rurales cercanas en donde la presencia del virus es ahora casi imperceptible temen con razón que se les abra la posibilidad de movilidad a los habitantes de estas ciudades y contribuyan a extender el virus en sus escapadas de fin de semana a la casa de los padres o a la segunda residencia. 

Si nos dejaran la decisión a cada español o a un puñado de dirigentes de cada zona, encerraríamos al resto menos a nosotros o solo dejaríamos salir a aquellos que necesitamos para conservar nuestra posición social o económica, como sucede desde el principio con los inmigrantes que trabajan recogiendo la fruta. Ya lo estamos viendo: políticos del mismo partido enfrentados por estas cuestiones.

Son pocas las voces políticas con cordura en todo esto dentro del panorama de la política española que nos trasmiten los medios de comunicación. Y cuando lo hacen, qué poco apoyo reciben.

Hace unos días me preguntaba cuál puede ser la cifra de enfermos y muertos que consideramos justa para reactivar la economía. Eso, claro está, sin la necesidad de poner nombres o rostros a los muertos, sin reconocer en ellos a un amigo querido, a un familiar. ¿Dónde está el fiel de la balanza: 280, 300, 350 muertos diarios, algo más?

Al abrir la ventana del salón para ventilar por la mañana, los vencejos bailaban su vuelo junto a los edificios que dan frente a la sierra. En las peñas, una bruma húmeda era telón de fondo de su coreografía. Repetirán el baile, acompañado de su canto característico, al agruparse al atardecer.

He buscado información sobre el vencejo. No sabía que estas aves solo se posan para anidar y, cuando no están criando, por las noches suben a unos dos mil metros para dormir. Mientras duermen, vuelan. Como los seres humanos. 

8 comentarios:

mojadopapel dijo...

Me ha sorprendido lo de los vencejos, de lo que hablas, no me sorprende nada de nada ¡menudo país el que vivimos!

José A. García dijo...

Un ave tan extraña, el vencejo, como muchos humanos, es cierto.

Saludos,

J.

Ele Bergón dijo...

Los vencejos por aquí, no los veo ni los oigo triscar y sin embargo, por Castilla, quizás ya estén volando de continúo.

¡Cuánto tenemos que aprender de Europa! En muchas ciudades, cuando aquí, aún estábamos protestando por la Ley del Tabaco, hacia tiempo que en Suecia ya la estaban aplicando. Te estoy hablando del 2003 y "como somos tan listos", en un viaje que hicimos, los del cigarrillo en la mano, decidieron que iban a aplicar la picaresca para no ser pillados. Claro que lo suecos ya lo tenía todo previsto. Así ha pasado con la bicicletas, las aceras... en fin.

Me gusta tu poema en rojo.


Emilio Manuel dijo...

Granada ha sido una de las ciudades que no ha pasado a la fase 1, nuestro Presidente Autonómico del PP se ha mosqueado, los granadinos, muchos lo veíamos venir, no merecemos ese pase, al cachondeo que esta ciudad se ha traído con la salud y sus hospitales ha sido enorme durante los último años, las consecuencias aquí están y el que avisaba no era un traidor.

En cuanto a los vencejos, que se aprovechen mientras puedan.

Neogeminis Mónica Frau dijo...

"Mientras duermen, vuelan" qué sugerente!
Esta pandemia ha trastocado todo. Hasta la relación de la Naturaleza con nosotros.
Un abrazo...e intentemos no perder la esperanza.

Sor Austringiliana dijo...

Si no hay salud no hay vida, si no hay vida no hay economía. Si no hay economía no hay salud. La pescadilla se muerde la cola. Y los vencejos duermen y vuelan.

Ccasconm dijo...

Prefiero permanecer en la fase ceo que hundirme en la menos uno con confinamiento incluído si el virus no está maniatado como es de ley, que dirían nuestros antepasados. Esta liga de comunidades autonómas, este concurso chusco, no hay quien lo aguante, oiga.
Saludos

impersonem dijo...

¡Qué habilidad de vuelo y qué necesarios son los vencejos! No sé ahí, pero aquí no se ven muchos, de hecho se ha empezado a ver alguno a partir de nuestro confinamiento... Notan el aire mucho más limpio (el mejor indicador de la contaminación que hay en un lugar es ver el número de aves que lo sobrevuelan). Recuerdo en mi infancia haber aydado a retomar el vuelo a alguno de ellos cuando caía al suelo y debido a la longitud de sus alas necesitaba ayuda para "volver al cielo".

Es necesario atender y cumplir lo establecido por la autoridad sanitaria, podrán tener errores, ¡quién no los tiene!, pero han de ser prudentes yendo a máximos en sus medidas cautelares. Peor irá la economía si, por imprudencia temeraria, retrocedemos... Lo que se está viendo en donde han pasado a fase 1 dan escalofríos, la gente se ha lanzado a las terrazas de los bares y a la calle como si no hubiera un mañana y como si hubieran olvidado el pasado dramático de hace nada y el presente cargado con un virus que acecha invisible en cada paso que damos... ¡No lo entiendo!

Estoy totalmente de acuerdo contigo en lo que dices de las zonas rurales... y con todo lo demás también...