Por aquí seguimos en la llamada fase 0 para salir del confinamiento. Ahora, en los cortos paseos que nos permite la situación, vemos las ventanas y las puertas desde fuera. En los primeros días caminábamos por las calles con la mirada baja, como si huyéramos o nos escondiéramos, quizá deseando no reconocer a algún amigo para no tener que pararnos con él, para no recordar que no debíamos acercarnos y resistir la tentación del contacto físico, para no preguntar por no saber de enfermedades o muertes. Después de unos días, ya hemos levantado la cabeza y prestamos atención a las fachadas de los edificios y a los rostros de la gente.
Cuando reconozco por la calle a alguien de quien no sé nada desde hace semanas, me inquieta que me cuente que un miembro de su familia ha fallecido o está enfermo. A pesar de eso, la pregunta se intuye en el primer saludo. Delante de una puerta cualquiera me pregunto qué habrá sucedido allí dentro durante este tiempo. Durante siglos se marcaron las puertas de las casas en los que había entrado la peste, se clausuraban incluso con los enfermos dentro. Por suerte ya no estamos en esos tiempos de ignorancia y pánico.
Al principio, cuando las primeras noticias del virus que procedían de China, muchos dejaron de visitar los comercios regentados por personas de esa nacionalidad o sus restaurantes. No se preguntaba si aquel ciudadano chino ya era ciudadano español desde hacía muchos años y no había regresado a su país ni recibido a ningún familiar. Ahora llegan noticias similares de las zonas de China en las que ya se ha reducido la infección: cuando ven a un occidental se alejan de él.
Lo que veo y escucho me asegura que no saldremos mejores de esta pandemia, sino iguales. No habrá renacimiento alguno después de esta peste. Siento que se alientan los lados más oscuros de los seres humanos y que debemos estar más conscientes que nunca, porque nos acechan y hemos dejado al descubierto nuestras debilidades. Aunque lo que haya prevalecido sea nuestra fortaleza como sociedad, lo que nos hace más humanos, se han detectado ya cómo se agrandan las grietas.
12 comentarios:
Con que haya supervivencia y no vayamos a peor de lo peor me conformo.
En un principio pensaba que era el mejor momento para el cambio, la historia nos dice que siempre se han producido en momentos difíciles, desgraciadamente tengo que estar contigo, no solo no vamos a cambiar, vamos a empeorar.
Descubrir nuestras limitaciones es positivo a todas luces.
Parece que sí, que saldremos iguales. Algunas máscaras han caído, ahora la vida parece valer menos. Me vienen a la memoria algunas campañas de tráfico, en las que las víctimas de accidentes se consideran evitables. En fin, también nos tratan con condescendencia, como si fuéramos menores en entendimiento, y quizás nos lo merecemos.
Un abrazo
Haces una descripción lúcida de momentos de la historia pasada y de momentos de la actualidad que transitamos y de las circunstancias que les fueron y les son propios...
No, pienso que no saldremos mejores de esta coyuntura pandémica, me temo que, ante la crisis económica y de derechos que se avecina, emergerán nuestros instintos más básicos en protección de la individualidad y la territorialidad... craso error, pues el momento pide unión, ponderación y proacción organizada...
La "verdad" ha sido velada y no es fácil separar el trigo de la paja... ¡demasiada granza!
Abrazo
No saldremos mejores pero al menos estaremos avisados hasta que nos descuidemos de nuevo. Una semana antes del confinamiento muchos restaurantes y tiendas chinas cerraron porque supieron lo que nos venía encima y aún no han abierto. Corre el chiste por ahí de que estaremos seguros cuando ellos abran de nuevo, no lo desdeño como posibilidad cierta.
No saldremos mejores pero después de pasarlas canutas siempre queda alguna enseñanza La Naturaleza agradece el respiro, pero el ser humano no va a inaugurar un glorioso renacimiento
Mi paseo me ha llevado hoy un poco más allá de la Catedral, algunas piedras están tomando un tornillo verde, será la humedad, no sé.
Miro lo que me rodea, fisgo el despertar tímido del comercio, me encuentro con gente conocida y pregunto qué tal, a distancia, eso sí. Compro un libro, la cita previa la resuelvo en la puerta. Después de lo prescindible, paso a lo imprescindible.
Poco a poco.
No olvidemos que la especie humana es la ünica especie animal que tropieza dos veces en la misma piedra.
A mi me ocurrió lo mismo: en los primeros paseos rehuía las miradas como si en ellas pudiera también haber riesgo de contaminación. Ahora ya no: trato de adivinar en los ojos la identidad que ocultan las mascarillas. Pocas veces lo logro, pero sigo entrenando.
Me sumo al comentario de Fackel. Por acá andamos en la fase 4, hace un mes que en mi provincia no hay contagios ni muertes, pero seguimos con restricciones. Un abrazo
Pienso que la gente se va a volver más individualista y que la "distancia interpersonal" va a durar mucho tiempo. Estaremos todos (sobre todo las nuevas generaciones) volcados a nuestros ordenadores y temiendo la cercanía de la gente. Por eso la educación (escuelas) va a ser una materia muy importante en los próximos años.
Por lo poco que estamos viviendo en esta llamada fase 0, me parece que no estamos aprendiendo mucho y que seguimos en nuestro egoísmo endémico. No obstante, algún poso nos ha de quedar de tantos días que hemos pasado y pasaremos.
Besos
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