Parece mentira que mañana se venga el calor. Hoy no lo hace, sopla un viento fresquito. Dicen que apretará el calor, que nos espera un mayo más caluroso de lo normal, como en los años pasados, y un mes de junio de lo mismo. Dicen, aunque esto no lo aseguran tanto como el pronóstico del tiempo, que el calor reducirá el impacto de este coronavirus. Es curioso lo atentos que estamos a las predicciones meteorológicas ahora que apenas salimos de casa.
Ha sido un día intenso. El calendario se llenó pronto de cosas suspendidas o aplazadas, incluso los días anteriores a que se decretara el estado de alarma. Todavía miro la agenda y veo todo lo que no haré en mayo o junio. Desde el primer día retomé las clases en el formato virtual y colaboré en varias actividades organizadas a través de las nuevas herramientas tecnológicas que permiten hacer cosas sin salir de casa con otras personas que hacen cosas sin salir de casa, también intenté contribuir a la divulgación cultural en las redes sociales todo lo que me fue posible, pero ahora ya me llegan actividades para anotar en la agenda. Muchas de ellas siguen usando lo virtual como herramienta, pero otras se concretarán en libros, propios y en colaboración. Hay intención de llevarlo todo a presentaciones con público dentro de unos meses, cuando sea posible. Es curioso, lo veo tan lejano todo.
Hay un horizonte personal: el sábado por la mañana saldremos a pasear. No sé si nos darán las instrucciones del gobierno para llegar a pisar las primeras cuestas de la sierra. ¡Qué alegría! Saldremos a la calle, camino de la subida a Santa Ana. ¿Estarán los caminos llenos de maleza? ¿Los habrán tomado como propios los jabalís durante nuestra ausencia? No dará el paseo para llegar a callejas, trochas o senderos. Casi mejor, el campo estos días de lluvia y soledad se habrá llenado de los parásitos que traen los animales salvajes y será mejor esperar un tiempo, la tentación es mucha.
Sigue pareciéndome penoso cómo toda decisión tomada, similar a la que se toma en otras partes del mundo, es combatida hasta la saña sin ofrecer otras opciones de garantía o apostando por vaguedades que dejarían insatisfechos a otros sectores. Comienza el período de la fragmentación extrema. No siempre, también hay ejemplos en el país de colaboración eficaz o, al menos, tranquilizadora. Cuanto más cerca se ve el final, más feroz se vuelve todo, como si lo sucedido hubiera sido un paréntesis de rearme crispado para el combate. La ferocidad, la mala educación, la gresca. Esta mañana me han entrevistado para la cadena SER desde su emisora de Béjar y he hablado algo de eso (puede escucharse en este enlace, a partir del minuto 26:37, también he opinado sobre cómo ha afectado a la enseñanza esta pandemia).
Esta mañana, cuando he salido a comprar, he visto largas colas a las puertas de las sucursales de los bancos y los cajeros automáticos. Personas que querían poner al día su cartilla para comprobar si les habían ingresado las ayudas del gobierno, la pensión o la nómina. También aquellos que, según una antigua costumbre, sacan todo el dinero posible del banco para tenerlo en casa, bien por desconfianza con el sistema, por comodidad o para gestionar mejor sus compras. Hay un porcentaje de la población todavía muy alto que hace sus compras con dinero físico y que se administra mejor teniendo los billetes en el cajón de la cómoda. Entre las muchas patrañas que han corrido estos días ha estado la de que se decretaría un corralito económico que impidiera disponer del dinero propio, quizá alguna de esas personas han corrido al banco para sacar todo aquello que no esté destinado a pagar la hipoteca o la luz. ¿Qué han ganado aquellos que han suscitado el temor en las personas?
A través de los medios de comunicación he visto también las colas en los lugares en los que las ONG o los servicios municipales reparten alimentos y ayudan a los más desfavorecidos. Aquellos que ya no tienen nada que poner en la mesa para que coma la familia. Han aumentado considerablemente, incluso más que en la crisis de 2008 y hay un porcentaje alto de los atendidos aquí que no habían necesitado ayuda entonces. Nos esperan meses muy duros, pero estoy convencido de que cuando esto acabe la recuperación será rápida y quizá nos haga perder el sentido de la prudencia y el recuerdo de lo que nos ha ocurrido.
Hace unos días, cuando una persona amiga compartió una de mis entradas en un grupo de Whatsapp, otros intervinieron pidiendo al grupo que no se me leyera, porque yo era comunista. Me lo contó sorprendida de hasta dónde había llegado la marea de odio. Me quedé perplejo, porque hoy no me reconozco en ese calificativo, menos con la intensidad que parece que se quiso dar a la palabra, como insulto o advertencia para evitar que se me leyera. Yo, que hubiera sido represaliado y purgado por igual en la Rusia comunista o en cualquier país fascista por defender la libertad y el derecho de todos a expresar su opinión. ¿Cuál es mi país, entonces, si perdemos el respeto al otro?
¡El sábado me acercaré al pie de la sierra! Miraré hacia arriba, veré la ladera llena de castaños y arriba, arriba, la peña de la Cruz! Allá el Calvitero y detrás de mí la ciudad alargada y tan querida.
7 comentarios:
Parece mentira que venga el calor con el frío que hace y el viento que mueve las hojas de mi árbol más cercano. Que sea uno de mayo, que mañana me den permiso para salir pero nena en casa a las diez y que junto a las gotas gordas del coronavirus nos lluevan mensajes de odio. Que gente con dos dedos de frente diga cosas como que el presidente ha matado a los viejos para ahorrarse las pensiones. Que nuestros políticos no cesen su campaña electoral permanente y biliosa mientras el virus sigue matando y sabemos lo que vendrá después.
Nos arrearán desde un lado y desde el otro. Paciencia.
Feliz día de todos los trabajadores.
Decir que eres un comunista bolivariano es el insulto por excelencia que hoy se aplica en nuestro país; creo que para muchos, incluso familia, yo lo soy, pues nada, ¡¡que bien!!.
Coincidimos en aquellos que manifiesta en tu entrevista realizada en la SER.
Aún veremos gente rabiosa, de esa que no aporta nada y se queja de todo, interesadamente, claro. Y mira que pienso que sí que hay un tipo de paisano -no me atrevo ni puedo ni debo cuantificar- que desea no solo que cuanto peor mejor, sino que cuantos más muertos haya mejor. Así de siniestros son algunos humanos. Se nutren como vampiros de la sangre ajena.
Volver a pasear por la naturaleza y respirar el aire fresco de la primavera, será uno de los goces más hermosos que nos esperan pronto.
Muy interesante todo lo que explicas en la entrevista sobre la enseñanza virtual y las redes sociales. Te felicito, Pedro
Pues ha sido verdad, hemos salido y además por aquí, la temperatura es bastante alta, lo cual ya nos va transmitiendo un horizonte despejado e irá resolviendo nuestras dudas, en todos los sentido, para pasar a una realidad más virtual que la tenida en tiempos pasados.
Besos
Sociología...
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