lunes, 16 de marzo de 2020

Hiroshima mon amour


Sí, Hiroshima es mi nombre y el tuyo Nevers. Qué forma de definir la tragedia a través del espacio, a través de la toponimia, a través de la identificación de la biografía con los lugares. En efecto, él es Hiroshima y carga con ese nombre porque la cicatriz del bombardeo nuclear no se borra. Ella es Nevers porque allí se enamoró de un soldado alemán y por ello fue considerada colaboracionista y castigada. Ambos han perdido el paraíso de la infancia y de la juventud, han visto destruidos los lazos que los unían a sus lugares, a su gente, a sí mismos. Andan náufragos de sus propias vidas. Biográficamente todo ha seguido: él es arquitecto; ella actriz. Ambos están casados. El azar los ha juntado en Hiroshima y el fugaz encuentro se convierte en un día que puede ser toda una vida.

Estos días de confinamiento por la epidemia vírica he vuelto a ver Hiroshima mon amour después de mucho tiempo y me vuelto a ocurrir lo mismo que las veces anteriores. No encuentro forma de escapar de esta historia contada por Alain Resnais a partir del diálogo escrito por Marguerite Duras, del diálogo de alta tensión literaria tan difícil de decir y hacer para no caer en el ridículo, de las imágenes -cada una de las secuencias es un ejemplo de dónde poner la cámara-, de la sintaxis del montaje. Cada una de las veces completo de una manera diferente el final abierto de la película. No sé si esta historia de pasión sanará las cicatrices de ambos o reabrirá sus heridas. En este ocasión he tenido esperanza, porque yo mismo la necesito.

Sabemos que la película, estrenada en 1959, comenzó como un encargo a Resnais para realizar un documental sobre Hiroshima. Algo de eso queda en la primera parte del film. Resnais le dio muchas vueltas y exigió que Duras fuera la guionista y de la conjunción salió una de las historias de amor más intensas del cine. Él quiere saber más de ella y ella profundiza en sus recuerdos; la vida de ambos no valía nada porque han perdido lo que les anclaba a su pasado y se han limitado a pasear los días sin sentido claro.

Una historia de amor devastadora en una ciudad que fue devastada por una bomba atómica. La actitud de Resnais y Duras fue valiente en su época: denunciaban la amenaza nuclear, se preguntaban sobre la necesidad del bombardeo sobre civiles cuando nadie lo hacía; cuestionaban el castigo social que cayó sobre aquellas mujeres que se enamoraron del invasor; juntaban a dos víctimas y les hacían recorrer sus vidas en veinticuatro horas.

 Nunca más Hiroshima, nunca más Nevers.

5 comentarios:

Emilio Manuel dijo...

Como éramos pocos, parió la abuela, lo digo por el hecho de que lo que estoy viendo, para mitigar el confinamiento, son películas relacionadas con virus y demás bichos que atacan al hombre, en fin, si vienen el corona nos pilla ahítos.

Doctor Krapp dijo...

El domingo vi un documental sobre la polémica crítica de cine norteamericana Pauline Kael y en uno de sus fragmentos narraban la brutal reseña que hizo de esta película porque ella era una mujer que odiaba todo lo que en el cine era pretencioso y amanerado.
Recuerdo que cuando la vi yo, me resulto interesante y por supuesto mucho más entretenida que aquella El año pasado en Marienbad del propio Resnais que vi en tiempos de mi adolescente afición por los cine clubs y los cine forums.
Saludos

Fackel dijo...

La vi en tiempos de cineclub, luego estando uno muy verde aún. Necesitaría verla de nuevo. A ver si la localizo.

andandos dijo...

Creo que la vi hace mucho, cuando alguna cadena generalista ponía cine de calidad habitualmente. Últimamente hemos ido al cine de un colegio mayor que pone ciclos siempre interesantes. Han cambiado las cosas. Bueno, acabará. Gracias por contarnos tan bien las cosas. Te sigo en el Quijote, no sé si llegaré a leerlo simultáneamente a vosotros.
Un abrazo

Ele Bergón dijo...

Si te digo la verdad no sé si la he visto en la televisión. Puede que no y después de leerte me han entrado la ganas de verla. Lo intentaré con el móvil.
Besos