viernes, 20 de septiembre de 2019

El relato de lo cotidiano


Cada noche, a las nueve, llamaba a mi madre por teléfono. La conversación duraba apenas dos o tres minutos. Si por alguna razón yo no podía llamar durante dos o tres días, se enfadaba. Le duraba poco el enfado: una o dos frases. Luego venía el intercambio de noticias, el relato de lo cotidiano. Me contaba las novedades del barrio, la visita al médico, su momento de café y periódico en la cafetería de siempre y comentábamos la situación política del país. Mi madre también me daba el parte meteorológico del día siguiente, si iba a llover o no, si el calor iba a ser excesivo. Prestaba atención al tiempo de las ciudades por las que yo me suelo mover y me recomendaba ropa de abrigo o paraguas cuando era necesario. Al final de la conversación me recordaba si se acercaba el cumpleaños de alguien de la familia y me advertía para que no me olvidara de felicitarlo. Todos los días, a las nueve de la noche, echo de menos tomar el móvil y marcar su número. Quizá, cuando lo haga, me recriminará que lleve tantos días sin hacerlo.

16 comentarios:

María dijo...

Yo también echo mucho de menos sus llamadas, el tf esta mudo sin sus llamadas.

Me ha llegado muy hondo este texto, me ha tocado el corazón.

Besos

lacantudo dijo...

Creo que siempre tendremos línea directa con nuestros seres queridos.
De alguna manera mi padre tendrá cobertura allá donde esté ahora, y el teléfono del cariño nunca se quedará sin batería.
Echo de.menos su criterio y su juicio a la hora de escuchar mis novedades,pero aunque no sepa explicar cómo,sé que está a mi lado cuando necesito hablar con él.
Haz esa llamada,marca el número en el teclado del alma.

Fackel dijo...

Esa práctica, que yo he tenido también con mis padres en sus últimos años de vida, me recuerda que el subconsciente es un espléndido y efectivo archivador con larga mano y poder sobre nosotros. Hay veces que ante algo que ha sucedido de trascendencia o simple curiosidad, del plano político o simplemente de cambios urbanos o familiares, me viene el pronto de "esto tengo que contárselo a mi padre" (o a mi madre, según) Es un instante efímero pero muy intenso, antes de sonreír en mi interior y pensar: si están muertos. ¿Muertos? Se ve que uno los lleva siempre dentro de sí. Gracias por proponerme la reflexión.

Marina dijo...

Ya no puedes llamar. No hay nadie al otro lado. Eso no es ni malo ni bueno, es la realidad de la vida y de la muerte.
Tú eres parte de tu padre y de tu madre, ellos ya no están pero tú los perpetúas y lo haces bien. Los quisiste y los quieres. Los honraste y los honras. Los amaste y los amas.
Tú lo sabes y ellos lo sabían. No hace falta más.
Un beso.

Neogeminis Mónica Frau dijo...

Nuestro llamado (con mi madre) era por la mañana a eso de las diez, aunque después a la tarde nos fuéramos a ver.
La extraño siempre

Sor Austringiliana dijo...

Las madres nunca cortan el cordón umbilical, somos sus criaturas indefensas a las que hay que recordar que se abriguen bien. Nunca se corta del todo, ni siquiera, pienso, cuando se van.

Un abrazo, Pedro,

Emilio Manuel dijo...

Un whatsapp todas las mañanas antes de las 8, es lo que esperamos de nuestra hija, si no lo hace se le envía un emoticono de cabreo.

Ele Bergón dijo...

Conmovedor y sincero texto y lo he leído desde el lado de ser madre.

Siempre piensas qué será de tus hijos cuando ya no estés, por eso es imprescindible disfrutar de ellos y ellos de ti, como hicisteis tú y tu madre con esas conversaciones en apariencia triviales pero que mantienen el vínculo.


Un gran abrazo.



mojadopapel dijo...

Es inevitable acordarse de ella, todavía sientes esa emoción y duele... Llegará un día en que ese dolor se apaciguará y tan sólo quede su bonito recuerdo.

LA ZARZAMORA dijo...

Por suerte seguimos llamándonos, y me resulta muy familiar lo que nos cuentas, y me sigue riñendo como a una niña si se me pasa algún día...
De esas citas, desprenderse debe ser un aullido a la eternidad.

Un beso y abrazo grandes, Pedro.

XuanRata dijo...

Cómo nos parecemos todos en ciertas cosas, pocas, pero esenciales. Al leer tu texto, que es nuestro, inevitablemente me ha venido a la cabeza (¿al corazón?) "Ordesa" de Manuel Vilas. El espacio que nuestros padres ocupan en nuestras vidas no disminuye nunca.

andandos dijo...

Me ha gustado lo que has escrito. Estoy leyendo, no sé si lo conoces, "El balcón en invierno". Trata también de esto, y de más cosas, conocidas para nuestra edad.

Un abrazo

pancho dijo...

Algo se rompe cuándo faltan los padres, pasamos a la primera linea de fuego, somos los siguientes a engrosar la lista de bajas.
No sabía nada, un abrazo fuerte.

Myriam dijo...

Te comprendo. El duelo hay que atravesarlo para poder dejarlo atrás.

Un abrazo

Edurne dijo...

Yo conservo el móvil de mi aita, y confieso que al principio llamé alguna vez, pero era yo la que oía la llamada. No sé, creo que esperaba alguna especie de milagro y volver a oír su voz... Con mi ama, aunque esté con ella también tengo esos rituales, por ejemplo el de llamar a la hora del recreo, se Le hace menos larga la mañana...
El relato de lo cotidiano, ¡qué importante!
Besos
;)

Campurriana dijo...

Pedro, siento mucho esta tristeza, esta noticia. Una madre es el tesoro que nos acompaña siempre. Incluso, en su ausencia. No hablo por experiencia pero pienso tanto en las ausencias de los que podrían dejarme y no quiero. No sé. Estos momentos colocan las cosas en su sitio. La importancia absoluta de muchas de ellas pasa a ser relativa, cuando lo inevitable y tan indeseado ocurre.
Sigue contando tus rutinas a tu madre. Sigue haciéndolo.

Un abrazo con mucho cariño.