Los poemas recogidos en Cuaderno de vacaciones (Visor, Premio nacional de poesía 2015) fueron escritos en los veraneos por Luis Alberto de Cuenca desde el 2009 hasta el 2012. Inicialmente ese es el punto de unión de los textos. El título recuerda aquellos cuadernos de actividades escolares que se pusieron de moda para que los alumnos mantuvieran la tensión del aprendizaje en las vacaciones de verano, repasaran conocimientos o recuperaran las tareas pendientes en septiembre. Muchos recordarán aquellos cuadernillos que separan a los niños de disfrutar del buen tiempo y la falta de horarios. Ese carácter del volumen se confiesa en la Nota del autor (firmada el 23 de octubre de 2013) con la que comienza y que contiene, en estas líneas, una plena definición de la dedicación a la literatura tal y como la entiende Luis Alberto de Cuenca (la negrita final es mía):
lo que configura este libro como un corpus orgánico y unitario es precisamente su escritura gozosa, vacacional, ausente de todo tipo de preocupaciones laborales y académicas, su fusión decidida con el ocio, que es, a la postre, el padre de todos los vicios, y todo el mundo sabe que la poesía es un vicio, y de los más entrañables y deliciosos. Siempre he pensado que hacer versos es una fiesta, algo muy parecido a la felicidad, y que el papel en blanco no es una cárcel metafísica sino un campo de juego, y que dar rienda suelta a lo que anida en tu interior no es un drama existencial sino un acto de liberación no exento de alegría.
El libro no representa un nuevo o diferente Luis Alberto de Cuenca, sino una profundización en la forma en la que entiende la poesía. Estos textos de verano resultan un encuentro con las líneas esenciales de la obra de este poeta, uno de los nombres fundamentales de la poesía española desde los años setenta con una de las trayectorias poéticas mejor reconocibles: juego literario en el que entran como referencias por igual los clásicos, la cultura pop y las vivencias personales, que se fusionan en un mismo texto; ironía y elegancia hasta en la introducción de expresiones coloquiales mezcladas con locuciones latinas o referencias culturales; inversión de los significados comunes de los tópicos literarios o folclóricos (como en el caso de Caperucita roja y el lobo y, en general, todas sus aproximaciones al mito de la bella y la bestia); postmodernidad que busca acercarse a los grandes temas desde las formas menos dramáticas (incluso en el lenguaje), etc. Hay un elemento más de unión en los textos. La mayoría nacen de lecturas realizadas en esos momentos de vacaciones, que el autor glosa llevándolas a su universo literario.
Quizá en este libro se agudizan dos aspectos con respecto a la obra anterior del poeta: el pensamiento sobre el tiempo, que le lleva a ironizar sobre su propia decadencia, y el amor, en el que su mujer, Alicia (Alicia Mariño), es la protagonista, dedicándole la última sección del volumen con un grupo de poemas con expresión aparentemente más directa y menos cargada de transculturalismo.
Uno de los ejes del volumen es La otra noche, después de la movida, poema en alejandrinos (excepto el endecasílabo final) incluido en la sección del mismo título fechada en 2012, texto más largo que los otros poemas en el que se encuentra un repaso autobiográfico de lo que supuso su relación con aquel tiempo vivido de los años ochenta del pasado siglo y que tiene el aire de ser uno de los textos que en el futuro se citen más en los estudios sobre el autor. Dedicado al director de cine Fernando González de Canales, al que responsabiliza de su introducción en los locales en los que se desarrolló, comienza con una definición de aquel tiempo de la movida madrileña que irá matizando irónicamente hasta el verso final:
Hay momentos que brillan tanto, que hasta podrían
quemarte las pupilas si los miras de frente
durante mucho rato.
Tras repasar su entrada en el movimiento cultural de Madrid (en un amplio sentido, claro), sus letras para la Orquesta Mondragón o la colaboración en la publicación La Luna, define su estilo, que lleva el poema desde la poesía más retórica a la más prosaica y coloquial, uno de los sellos de Luis Alberto de Cuenca como poeta:
Y mientras tanto yo escribía poemas
que no se parecían en nada a los de antes
y que, en un cóctel raro, mezclaban clasicismo
con cotidianidad, dejando que la vida
y la cultura fuesen cogidas de la mano
en sus versos y, a veces, hasta dándose el pico.
El poema se cierra con un ingenioso ejercicio no exento de verdad, que intenta definir su contribución y la de la movida a la historia cultural española y su posición en el presente frente a un cambio de actitud de los tiempos que ha llevado a los miembros de su generación a pasar de ser postmodernos a premodernos:
Y esa
variación de sufijo nos da muchos problemas,
pues nuestra nueva physis es aún más subversiva
que la anterior y, a poco que bajemos la guardia
nos va a borrar la bofia de un plumazo.
Seguimos el próximo jueves.
lo que configura este libro como un corpus orgánico y unitario es precisamente su escritura gozosa, vacacional, ausente de todo tipo de preocupaciones laborales y académicas, su fusión decidida con el ocio, que es, a la postre, el padre de todos los vicios, y todo el mundo sabe que la poesía es un vicio, y de los más entrañables y deliciosos. Siempre he pensado que hacer versos es una fiesta, algo muy parecido a la felicidad, y que el papel en blanco no es una cárcel metafísica sino un campo de juego, y que dar rienda suelta a lo que anida en tu interior no es un drama existencial sino un acto de liberación no exento de alegría.
El libro no representa un nuevo o diferente Luis Alberto de Cuenca, sino una profundización en la forma en la que entiende la poesía. Estos textos de verano resultan un encuentro con las líneas esenciales de la obra de este poeta, uno de los nombres fundamentales de la poesía española desde los años setenta con una de las trayectorias poéticas mejor reconocibles: juego literario en el que entran como referencias por igual los clásicos, la cultura pop y las vivencias personales, que se fusionan en un mismo texto; ironía y elegancia hasta en la introducción de expresiones coloquiales mezcladas con locuciones latinas o referencias culturales; inversión de los significados comunes de los tópicos literarios o folclóricos (como en el caso de Caperucita roja y el lobo y, en general, todas sus aproximaciones al mito de la bella y la bestia); postmodernidad que busca acercarse a los grandes temas desde las formas menos dramáticas (incluso en el lenguaje), etc. Hay un elemento más de unión en los textos. La mayoría nacen de lecturas realizadas en esos momentos de vacaciones, que el autor glosa llevándolas a su universo literario.
Quizá en este libro se agudizan dos aspectos con respecto a la obra anterior del poeta: el pensamiento sobre el tiempo, que le lleva a ironizar sobre su propia decadencia, y el amor, en el que su mujer, Alicia (Alicia Mariño), es la protagonista, dedicándole la última sección del volumen con un grupo de poemas con expresión aparentemente más directa y menos cargada de transculturalismo.
Uno de los ejes del volumen es La otra noche, después de la movida, poema en alejandrinos (excepto el endecasílabo final) incluido en la sección del mismo título fechada en 2012, texto más largo que los otros poemas en el que se encuentra un repaso autobiográfico de lo que supuso su relación con aquel tiempo vivido de los años ochenta del pasado siglo y que tiene el aire de ser uno de los textos que en el futuro se citen más en los estudios sobre el autor. Dedicado al director de cine Fernando González de Canales, al que responsabiliza de su introducción en los locales en los que se desarrolló, comienza con una definición de aquel tiempo de la movida madrileña que irá matizando irónicamente hasta el verso final:
Hay momentos que brillan tanto, que hasta podrían
quemarte las pupilas si los miras de frente
durante mucho rato.
Tras repasar su entrada en el movimiento cultural de Madrid (en un amplio sentido, claro), sus letras para la Orquesta Mondragón o la colaboración en la publicación La Luna, define su estilo, que lleva el poema desde la poesía más retórica a la más prosaica y coloquial, uno de los sellos de Luis Alberto de Cuenca como poeta:
Y mientras tanto yo escribía poemas
que no se parecían en nada a los de antes
y que, en un cóctel raro, mezclaban clasicismo
con cotidianidad, dejando que la vida
y la cultura fuesen cogidas de la mano
en sus versos y, a veces, hasta dándose el pico.
El poema se cierra con un ingenioso ejercicio no exento de verdad, que intenta definir su contribución y la de la movida a la historia cultural española y su posición en el presente frente a un cambio de actitud de los tiempos que ha llevado a los miembros de su generación a pasar de ser postmodernos a premodernos:
Y esa
variación de sufijo nos da muchos problemas,
pues nuestra nueva physis es aún más subversiva
que la anterior y, a poco que bajemos la guardia
nos va a borrar la bofia de un plumazo.
Seguimos el próximo jueves.
Noticias de nuestras lecturas
Luz del Olmo se inspira en la lectura de este libro de Luis Alberto de Cuenca para retornar a la poesía, con un estupendo poema. No te lo pierdas.
Agustín Merino, en el blog de su hermana, hace el mejor elogio de este libro de Luis Alberto de Cuenca: el impulso que le provoca para su propia escritura.
Paco Cuesta escribe una inteligentísima entrada sobre poesía, prosa y otras cosas para entrar en la lectura de este cuadernillo de Luis Alberto de Cuenca. No te la pierdas.
El próximo martes día 5 celebraremos el encuentro mensual del formato presencial de este club para comentar el poemario que nos ocupa esta semana. A las 16:00 hs. en el lugar habitual.
Como sabéis, la lectura anterior fue Los cuatro jinetes del Apocalipsis. Tuvimos la reunión presencial el pasado martes 22 de enero. Faltaba el acta de la misma que siempre levanta Mª Ángeles Merino en su blog y aquí la tenéis, fiel, exacta y detallada.
Agustín Merino, en el blog de su hermana, hace el mejor elogio de este libro de Luis Alberto de Cuenca: el impulso que le provoca para su propia escritura.
Paco Cuesta escribe una inteligentísima entrada sobre poesía, prosa y otras cosas para entrar en la lectura de este cuadernillo de Luis Alberto de Cuenca. No te la pierdas.
El próximo martes día 5 celebraremos el encuentro mensual del formato presencial de este club para comentar el poemario que nos ocupa esta semana. A las 16:00 hs. en el lugar habitual.
Como sabéis, la lectura anterior fue Los cuatro jinetes del Apocalipsis. Tuvimos la reunión presencial el pasado martes 22 de enero. Faltaba el acta de la misma que siempre levanta Mª Ángeles Merino en su blog y aquí la tenéis, fiel, exacta y detallada.
Sigue Pancho con el comentario de Cien años de soledad, la novela de García Márquez que nos ocupó hace unas semanas. Y llega a la demostración de cómo la historia se impone, violenta, al tiempo mítico. Y termina con Poveda, que es mucho. No os perdáis las fotografías con las que ilustra su comentario.
Cambios en el listado de lecturas del presente curso
y otras noticias
y otras noticias
- Como a la ocasión la pintan calva, los miembros del club de lectura nos sumamos al proyectado viaje de Alumni UBU a Sevilla con motivo de la exposición que conmemora a Bartolomé Esteban Murillo en el Museo de Bellas Artes de aquella ciudad. Por esta razón, en el mes de febrero leeremos la novela El color de los ángeles de Eva Díaz Pérez (Planeta, 2017), que recrea la vida del pintor y la Sevilla de su tiempo. Así, las lecturas continuarán de la siguiente manera:
- Febrero: El color de los ángeles, de Eva Díaz Pérez.
- Marzo: Los amores equivocados, de Cristina Peri Rossi.
- Abril: Concierto barroco, de Alejo Carpentier.
- Mayo: Tea Rooms, de Luisa Carnés.
- Junio: La Tesis de Nancy, de Ramón J. Sender.
Recojo en estas noticias las entradas que hayan publicado los blogs amigos. Entrada del Club de lectura cada jueves (salvo casos excepcionales como esta) en este blog, Información sobre el presente curso en el club en este enlace.
ADVERTENCIA: Las entradas de La Acequia tienen licencia Creative Commons 4.0 y están registradas como propiedad intelectual de Pedro Ojeda Escudero. Pueden ser usadas y reproducidas sin alterar, sin copias derivadas, citando la referencia y sin ánimo de lucro.
ADVERTENCIA: Las entradas de La Acequia tienen licencia Creative Commons 4.0 y están registradas como propiedad intelectual de Pedro Ojeda Escudero. Pueden ser usadas y reproducidas sin alterar, sin copias derivadas, citando la referencia y sin ánimo de lucro.
3 comentarios:
Luis Alberto Cuenca da rienda suelta a lo que anida en su interior y es "un acto de liberación no exento de alegría". Y lo que anida puede ser "una plegaria de la buena muerte", un "tengo miedo" o una "caverna perpetua". "Hacer versos es una fiesta" siempre, en torno a "el vestido nuevo" de Alicia, los celtas conocedores del otro lado de espejo Ágatha Christie, Rocinante metafísico o "están clavadas dos cruces". Todo lo fusiona Luis Alberto con su "proverbial jeta". No en vano es el autor del "Hola mi amor, yo soy el lobo". Y de un immenso trabajo de investigación filológica.
A mí me ganó su "Tengo miedo" que él dedica a Neruda y a mí se me cruza con Bécquer. A ver lo que sale.
Un abrazo, Pedro, hasta mañana.
Inmenso.
Este poemario rebate la teoría más o menos aceptada de que los mejores versos salen del corazón dolorido del poeta, al ser concebido durante el periodo sin obligaciones regladas y con menos presión ambiental.
Aunque el autor no quiera, en sus versos se refleja una cultura literaria muy amplia, sobre todo clásica y de la literatura en inglés.
Escribir versos es muy difícil, casi imposible para la mayoría de los humanos, por eso son tan valorados por los lectores a pesar de que sean pocos.
Ya estamos en la recta final de Cien años de soledad, pero ojalá esa recta durara siempre, a cada momento hay un escondrijo o un rincón que merece la pena husmear.
Un abrazo.
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