A veces sufro de desorientación. No es habitual. Normalmente me oriento bien incluso en las ciudades a las que llego por vez primera. Antes me gustaba estudiar su estructura en un mapa impreso, comprender las razones de su ordenación o de su caos. Hay ciudades trazadas con tiralíneas, que derribaron edificios antiguos para construir amplias avenidas. Otras son cuadrículas una detrás de otra, en formación militar. En algunas españolas se conservan los trazados circulares de las antiguas murallas y uno debe conocer los atajos que sirven para evitar vueltas. Y están esas ciudades que al visitante le parecen caóticas e inexplicables, construidas sin plan previo y en las que no ha entrado jamás un urbanista moderno en el gobierno municipal. Con los sistemas modernos que llevamos en el teléfono móvil me resulta mucho más difícil estudiarlas así. A mí, digo, no es culpa de la herramienta tecnológica. Sé en qué punto exacto me encuentro y cómo ir de un lado a otro en el menor tiempo posible, pero la ciudad me permanece desconocida. Y me desoriento. Curiosamente, me desoriento más cuanto más utilizo estos sistemas. Hay ciudades así, como vidas.
5 comentarios:
Para mi, el centro de cualquier ciudad es el mercado.
La mejor brújula, el olfato de uno mismo para andar por las ciudades.
No nos dan mapa.
El GoogleMap y el GPS nos ha matado las referencias que nos eran tan útiles en los viejos mapas con su afán por el detalle y ha hecho que a centrarse en ver las cosas desde nuestro punto de vista perdamos la visión panorámica que antes teníamos.
No tengo ni idea de el porqué me pasa, pero cuando salgo del metro de Gran Vía, me cuesta saber por donde se encuentra Callao y Banco de España. Lo curioso es que solo me pasa en esa calle.
Besos
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