lunes, 5 de junio de 2017

Un calderillo bejarano regado con rufete en un día lento y humano


Mirar el cielo echado sobre una manta en el prado mientras te viene el sopor después de haber comido un calderillo bejarano bien regado con el sabroso líquido de la rufete. Los compañeros uno allá, el otro acá, el más listo unos metros alejado, quien iniciando ya el ruidoso sueño, otro en el silencio del suyo. Poco a poco, lentamente, cada uno. Todos a la sombra de los robles menos alguna que quiso anticipar el verano. La jornada era apropósito, ni fría ni calurosa, la compañía perfecta porque todos tienen condición diferente pero buscan la concordia y no desperdiciar la amistad por esas quisicosas que no interesan a pie de tierra ni nos resuelven el día a día.

El guiso tiene condición humilde y poco secreto pero algunos trucos de mano experta en cocina: buena patata, una carne adecuada, si puede ser de morcillo, mejor aceite, cebolla, ajo, pimientos, algunas hierbas y ese milagroso pimentón de la vera que trasforma toda comida en placer casi pecaminoso o pecado sin matices. Y el tiempo justo en la preparación, sin pasarse ni quedarse corto. Uno lo sabe por la calidad del color y la densidad del caldo. Y por el olor, claro. A tan extraordinaria altura se llega con poco gasto. Esos guisos que antes se preparaban en las casas más humildes y que hoy te sirven en los restaurantes con adornos de caja registradora. Por encargo y en grupo, poco bolsillo y mucho deleite.

El día se había destinado para no hacer nada más que lo importante, echarse al monte en plena Dehesa de Candelario. Comenzó con un bocadillo de panceta elaborado a la sartén por el hermano cocinero y un paseo para hacer hambre antes de la comida hasta la presa de Navamuño. Paseo ligero, que no era cosa de matarse en domingo ni estropear la conversación sobre las cosas de la vida. La sierra estallaba en lucientes amarillos, señoriales morados y sencillos fucsias. La candela en los castaños, las cerezas en sus ramas al alcance de la mano, las mariposas libando de las flores de los cardos, dientes de león, margaritas, plantas aromáticas. Arriba, Peña Negra, con su caseto y su falda de pinares.

Sentarse ante un calderillo tiene su liturgia y el hermano presidente se empeñó en leernos cómo narraba otro guiso similar Camilo José Cela, quien lo probó en sus viajes a la zona y lo escribió con su mejor prosa. Algunos, como si le hiciéramos caso por el respeto que se tiene ganado, esperábamos que nos sirvieran la ración cumplida mientras escuchábamos las palabras; otros, como el hermano vicepresidente y ecónomo del día ni disimular quiso. Y la decena de comensales dimos cuenta de los platos, con su consabida segunda cata y el tintillo de la sierra de Salamanca. Vino después una sandía puesta a refrescar en la fuente, té moruno -especialidad del hermano alquimista a quien dios guarde su saber por muchos años- y varios licores serios y digestivos.

El reposo de los comensales esparcidos por el prado, en silencio o no, dejó la tarde despejada para una partida de tute -discutida y acalorada-, buen café caliente de los termos y un poco más de licores blancos, de hierbas y otros. Las hermanas, tras mirar con conmiseración cierta a sus compañeros, paseando quizá en busca de un fauno entre las fuentes; los hermanos cantando las cuarenta y los renuncios del más inexperto que ya no veía las cartas ni para acompañar a su pareja. Dejaron de jugar al empatar a dos de seis para no estropear la armonía que venía algo coja y desequilibrada de la jornada anterior, tras la que decidieran estrenar baraja en cada campaña. Se volvió a juntar todo el grupo ante el manjar del melón con jamón y dos tortillas de patatas, aunque ya no registraron las actas si con cebolla o sin cebolla.

Y el cielo abierto y ligero, la primavera como debe y el mundo lento y humano.

7 comentarios:

Myriam dijo...

jajajaja sea que ese sabroso líquido de la rufete es vino de la Rivera del Duero jajajaja. Menos mal que tengo wikipedia que me aclara, porque no conocía esta variedad de uva. Y la regada no iba metida en el calderete -sino que acompañaba al lado como fiel amiga- porque sino estaríamos hablando, salvadas las distancias, de un boef Bourgignon. Aclarado este tema, para mi fundamental, que hace a mi espíritu sibarita lo que a mi cuerpo espiritual, paso a comentarte en resto del escrito.

Myriam dijo...

Me alegro de que "Libre Albedrío" pudiera disfrutar tanto de un día magnífico y calmo, so-bre-to-do-cal-mo. (Sé muy bien lo mucho que lo estabas necesitando tú que últimamente estas que no paras).

El relato, precioso.

Abrazos a todos

virgi dijo...

¿Rufete? Por lo que cuentas, creo que me gustaría mucho. Y en ese ambiente, más.
Un beso, Pedro.

Edurne dijo...

¡Jo, qué gozada de relato!
No puedo decir más porque hasta las lágrimas se me saltan.
¡Eso sí que es estar en paz y armonía, y lo demás son chanfainas!

Eres un buen disfrutón de las cosas importantes de la vida. Me alegro mucho.

Besos.
;)

herassanchez@gmail.com dijo...

Soy miembro de "libre Albedrio", y doy fe de que el relato es fiel reflejo de lo acontecido, pero y si os dijera que se se ha quedado corto ???

La seña Carmen dijo...

¿Qué es esa modernez de servir raciones de calderillo? Cucharada y paso atrás, hermano.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

y tanto, CARMEN. Ya ves cómo cambian los tiempos... Anda que no te hubiera gustado estar a la hora del rancho.