jueves, 10 de septiembre de 2015

La vida en fragmentos en El tiempo incinerado de Diego Fernández Magdaleno y noticias de nuestras lecturas


El diario son fragmentos de una vida seleccionados por el autor. Cuando se publica, son los fragmentos que que el autor quiere darnos a conocer. Entra dentro del pacto autobiográfico la honestidad pero esta no es contraria a la ocultación, a la elipsis o a la reserva de la intimidad. Muchas veces es más interesante el silencio que se halla entre las páginas o la forma indirecta de abordar los asuntos que han acontecido en el día que indica la fecha de cada entrada del diario. En realidad, en un diario con intención literaria no podemos entender lo que se dice en un día concreto sin haber leído todo el volumen.

El día 1 de enero de 2004 arranca el texto de Fernández Magdaleno de esta manera: Comienza el año con una llamada de Josep Soler. No nos lo imaginamos así: el año comenzaría -es un suponer- con la alegría tras las campanadas y las uvas con las que se atragantan las familias españolas, con los abrazos a los que están presentes y la añoranza de los ausentes, con las llamadas del amigo íntimo o el familiar que no ha podido acudir. El autor se levantaría a la mañana siguiente pensando en la comida de Año Nuevo, junto a sus seres queridos. Pero Fernández Magdaleno anota: Comienza el año con una llamada de Josep Soler. Es toda una declaración de intenciones. Estamos ante el diario de un artista, de un músico y escritor. Y para él lo primero del año 2004 es la llamada del gran compositor y amigo. El lector entra, pues, desde el principio, en un diario que expone sus condiciones y que no renuncia a ellas en ningún momento. Es el diario de un artista y gran parte de las anotaciones se remiten a esta condición de una manera en la que el lector podrá hacerse una idea de la poética de Fernández Magdaleno (de esto hablaremos en otro momento). De la misma manera expone todas las otras cosas: la actualidad que comenta, la actividad profesional, las lecturas, la relación con los amigos. Incluso cuando reflexiona sobre la muerte en esa frontera entre el sueño y la vigilia la condición inicial del diario artístico le lleva a componer un magnífico microrrelato que podríamos llamar Thomas Bernhard en Belmonte de Campos (texto del lunes 9 de febrero). Muchas de las entradas tienen esta densidad literaria: el autor toma un incidente o un pensamiento del día y a partir de él construye una historia para esclarecerlo con la profundidad de lo artístico. Queda el componente inicial, pero sublimado (iluminado y elevado a lo universal) por el ritmo de lo poético.

Incluso en el momento en el que la realidad más dura asalta la rutina diaria -esa zozobra incomprensible que incinera la vida-, Fernández Magdaleno la trasciende pero no para evitarla sino para darle más luz, mayor profundidad en la mirada. Llega el 11 de marzo de 2004, día de los atentados terroristas en Madrid que causaron tantos muertos y tantas convulsiones políticas. Y el autor no anota, no necesita anotar, el motivo fundamental del día y lo aborda con una elipsis:

   Madrid, es, en estas horas, una reproducción exacta del infierno. Poco es posible decir, pese a que el día está lleno de llamadas (mi familia, Guillermo González, Miguel Huertas, Manuel Bocos, Carmen Domonte, Josep Soler, Rubén Ramiro, Luis García Vegas, Belén González, José-Ramón Echezarreta...). Antes de acostarme, escucharé el Officium Defunctorum de Tomás-Luis de Victoria.
   ¿Qué puedo hacer?

Otros autores de diario abordarían el tema directamente, dirían dónde estaban en el momento de los atentados, comentarían las noticias y lo que se dijo o no se dijo. Fernández Magdaleno necesita la escritura para ordenar el mundo con el desasosiego. Y en su forma de escribir la alta tensión de lo poético. En su texto sabemos exactamente todo sin que se nos narre: Madrid se había convertido en un infierno, la familia y los amigos estaban nerviosos por si a él le hubiera ocurrido algo, su estado anímico le lleva a elegir una pieza musical concreta y termina con esa pregunta que no es retórica sino que desvela mejor que mil palabras lo que sentía en ese momento, la impotencia del que no puede hacer nada ante tanto dolor. Esta es la clave estética de todo este diario, de la escritura y de la concepción de lo artístico en Fernández Magdaleno, que no le impide cerrar la tragedia con la pregunta del lunes 15 de marzo, llena de compromiso. Porque ambas cosas no son incompatibles sino que este nace de todo lo anterior.

La obra puede ser difícil de encontrar, pero he podido reservar ejemplares para los lectores del club de lectura. Los que participan en su formato presencial (mantenido por la Asociación de Antiguos Alumnos y Amigos de la Universidad de Burgos) recibirán por correo electrónico las instrucciones para hacerse con un ejemplar. El resto de los lectores pueden hacerse con un ejemplar escribiendo a felipe@lfediciones.com identificándose como seguidores del Club de lectura de La Acequia. Hago la observación de que se trata de una ocasión única que no debe dejarse pasar: los últimos ejemplares de un libro agotado en la práctica -y del que he conseguido coleccionar un puñado para esta lectura concreta solo disponibles durante los próximos dos meses- de una gran personalidad de la música española. Se entregará por riguroso orden de petición hasta agotar los pocos ejemplares disponibles.

Noticias de nuestras lecturas

Mª Ángeles Merino enumera y describe los motivos de la zozobra y el insomnio relatados en el Diario, esas cosas que tejen la vida.

Paco Cuesta se interroga sobre el género de esta obra y cómo el Diario puede o no ser novela, así como sobre las obsesiones y el hilo principal que lo sostiene. Una certera entrada.

Sobre el silencio y los motivos artísticos reflexiona Gelu en su excelente e ilustrado resumen y comentario semanal de la obra de Fernández Magdaleno.

Luz del Olmo aborda el texto de Fernández Magdaleno desde la presentación directa del escritor ante esas páginas en las que nos desvela lo que de verdad le importa.

Mª del Carmen Ugarte se impulsa en el texto de Fernández Magdaleno para acercarnos a Virginia Woolf desde su propia experiencia, pero primero debate de forma muy inteligente sobre el uso de la segunda persona en el diario.


Pancho nos devuelve al mundo extraño y, a la vez, cotidiano, de Torrente Ballester con su decimocuarta entrega sobre esta novela que tanto nos hizo disfrutar. Ahora, con unos niños saliendo de alambiques y terminando con Sabina. Solo Pancho puede lograrlo. Su siguiente entrada es un buen ejemplo de cómo Torrente Ballester construía este relato desde el exceso teñido de un costumbrismo que lo ataba a la verosimilitud. Pancho lo retrata a la perfección.

Recojo en estas noticias las entradas que hayáis publicado hasta el miércoles anterior. Si me he olvidado de alguna, os  agradezco que me lo comuniquéis. 

En este enlace puede encontrarse la información del curso, el listado de las primeras lecturas y la forma de participar tanto en el formato virtual como en presencial.

Aviso: La inauguración oficial del curso se retrasa por problemas de agenda. No será finalmente el 25 de septiembre sino, previsiblemente, el viernes 2 de octubre. Avisaré aquí con tiempo suficiente. Todos los lectores de La Acequia, sigan o no estas lecturas, están invitados.

5 comentarios:

Paco Cuesta dijo...

Tal vez uno de los mejores ejercicios sea interpretar, en El tiempo incinerado la intimidad de los silencios .
Un abrazo

Abejita de la Vega dijo...

El diario fragmentado y la elipsis nos extrañan al principio. ¿De qué va esto? ¡Qué le pasa a este hombre? Nos metemos con él en la zozobra y ya no zozobramos. Pero cuesta un poquillo.
El microrrelato que dedica a su madre me gustó por su ternura, la ternura de un hombre tan intelectual.
Besos, Pedro.

andandos dijo...

Siempre agradezco tus comentarios sobre los libros que leemos pero esta vez todavía más, y se nota que lo aprecias. Del libro me gustan muchas cosas, pero tú me has hecho ver que todo está condensado, en cierta manera es un destilado producto de la elección y de la manera de entender lo estético y artístico de Fernández Magdaleno. Yo lo veo como un libro de reflexiones, aunque no sólo de eso, tienes razón. Es un género bien curioso, este del diario, porque cabe todo, hasta un microrrelato. Creo que era el director de cine J.L. Guerín el que decía que cuando le preguntaban qué estaba rodando o qué iba a rodar respondía, la mayoría de veces, que un documental, porque es el género más amplio, y cabe todo. Pues eso, salvando las distancias.

Un abrazo

lichazul dijo...

ni idea de este autor y sus cosas
ya sabes Pedro , uno que anda entre sus propias peleas y brumas
solo escribe y echa pa'fuera

abrazos y buen fin de semana

Gelu dijo...

Buenos días, profesor Ojeda:

Lo primero que se advierte en el autor de 'El tiempo incinerado', son las lecturas tan diferentes a las que teníamos los de generaciones anteriores.
Interesantísimo el sueño que introduce el mismo día del aniversario de Thomas_Bernhard .
Y significativos el emplazamiento y el contenido.
Queda patente -en el músico-escritor-, su preocupación social y su compromiso. En días sucesivos, veremos su entrega y cariño familiar, su agradecimiento a profesores y amigos, su valentía al constatarnos que muchos puestos relevantes no están ocupados por las personas que los merecen.
Es una clase magistral, para tomar apuntes y repasar muy despacio.

Abrazos.

P.D.: Y pancho, nos sigue alegrando, con las ocurrencias intemporales de Torrente Ballester.