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Las lagunas del Trampal, con Gredos al fondo. |
En la montaña no valen determinadas cosas. Cuando fotografié las lagunas del Trampal, con Gredos al fondo, yo sabía que había que regresar a la meseta. No es lo malo regresar, lo malo es no haberse ido. Se trasforman las cosas en la montaña. Por un lado, la prueba física de que el cuerpo no solo aún aguanta sino de que es capaz de un poco más que el día anterior. Por otro, los compañeros con los que uno comparte el ascenso, la conversación y la comida. Tras escalar el Paso del Diablo, Antonio se subió al Torreón para gritar de nuevo, como en toda la excursión, que sí se puede. Manolo cuida siempre de nosotros, hasta en el pacto de caballeros que hemos hecho por si a alguno le sucede algo allá arriba. A veces percibo su sonrisa socarrona cuando nos promete que el trayecto dura una o dos horas menos de lo que él verdaderamente ha dispuesto. Yo me dejo engañar porque él sabe cómo disfruto con estas correrías. Es bueno caminar a su lado y escucharlos para aprender: la filosofía de uno y el sentido práctico del otro ante la vida. Los conocimientos de ambos, tan diferentes y tan complementarios. A veces, como en la Ceja, les pedí un minuto de silencio que no me dieron. No importa: la naturaleza habló por sí misma. De pronto, la temperatura bajó cinco o seis grados y una nube se nos echó encima, acantilándose desde la cima. Quizá me recordaba que había que bajar y regresar a la meseta unos días más tarde. Quién sabe. De la montaña siempre se vuelve distinto, más seguro de la propia insignificancia pero también más convencido de que hoy se ha vivido y que no importa mañana. Tenía razón Antonio en su broma de toda la jornada: sí se puede.
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Los Hermanitos, desde Hoyamoros. |
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La Ceja, entre nubes. |
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En la Ceja. La fotografía es de Manuel Casadiego, como todas las que siguen. |
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El Paso del Diablo.
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13 comentarios:
Se puede.....solo hay que ponerle intención. El aprendizaje y la experiencia es sabia.
Si se puede....el aprendizaje y la experiencia es sabia.
Buenas noches, profesor Ojeda:
¡Qué personas de fiar!¡Qué buenos amigos!
Manolo a ver si actualiza su blog con esas fotografías impresionantes.
Es cierto, tienen que entrar ganas de gritar al llegar allá arriba.
Abrazos.
La montaña es así: nos cambia, nos renueva. El paisaje se mete por los poros y se queda ahí, entre los huesos, para siempre.
No subo montes, pero todos los años intento hacer un camino con otros compañeros donde te aseguro que siento también algo de lo que cuentas. Algo tendrán estas caminatas.
Que bonito es caminar con tan buena compañía.
Tiene razón Antonio, siempre se puede, querer es poder.
Besos.
Por lo que veo, buena pandilla os habéis juntado para disfrutar de lo silvestre.
Que tengas un feliz regreso.
La montaña manda mensajes que no todo el mundo sabe interpretar, hay que saber cuando renunciar a una subida y no por ello estás derrotado, otro día podrás hacerlo y ahí tendrás tu victoria y tu grito de haberlo conseguido.
Saludos
Yo también estuve este verano en la montaña. Pasé diez días en el Pirineo navarro y aragonés. Compartí las subidas y bajadas con un grupo de montañeros que me aportaron alegría y complicidad. ¡Qué felicidad esos días de compartir! Entiendo tu comentario. La montaña es así. Escribí un diario muy extenso de esos días motnañeros.
Saludos.
La montaña encierra el valor añadido de la soledad en compañía.
Un abrazo
Los caminos son siempre de ida y vuelta. "Caminante, no hay camino..."
Antonio
Qué bonitas, qué colores.
Precioso el paisaje, la crónica, la excursión, la subida y la bajada, y hasta la vuelta a la meseta. Ahora sí que acaba este verano.
Un abrazo
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