Tenía pendiente la visita a El ocaso de un imperio, la exposición montada a partir del hallazgo de unas fotografías del periodista y escritor polaco Ryszard Kapuscinski (Sala Municipal de Exposiciones del Teatro Calderón de Valladolid, hasta el 21 de julio). Kapuscinski fue, sin duda, una de las grandes figuras del periodismo de la segunda mitad del siglo XX. Sus trabajos como reportero y sus ensayos lúcidos sobre la condición del periodista le aúpan a figura imprescindible y maestro de gran parte de los periodistas que han venido después. Durante 1989-1991 viajó por los territorios de la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, ya en plena desintegración, con la idea de observar lo que allí ocurría. Sabemos que Kapuscinski siempre hizo fotografías en los viajes que motivaban sus reportajes, pero gran parte de ellas se han perdido o han sido destruidas. Estas que dan pie a la exposición se han conservado porque las agrupó para montar él mismo una exposición, pero su idea nunca se llevó a cabo. El tiempo las ha otorgado de un valor añadido, sin duda. No buscaba imágenes hermosas, impactantes o morbosas, sino -al igual que en sus reportajes- retratar el aspecto más comprensible y humano de lo que ocurría a través de los gestos, las miradas y las situaciones no forzadas por el objetivo de la cámara.
En las últimas décadas hemos visto grandes cambios históricos locales y mundiales que han modificado sustancialmente nuestra vida. Uno de los más importantes fue el desmoronamiento de la Unión Soviética. Fue el último impulso optimista y vigoroso de la postmodernidad en el máximo grado de su apogeo, cuando toda la historia parecía poder moficarse para mejor en ambos lados de los bloques que habían protagonizado la guerra fría. El mundo se trasformó tanto que a partir de ese momento no pudieron regir esos mismos impulsos: la postmodernidad tuvo, en su éxito, la mayor causa de su fracaso. Suele ocurrir esto en la historia: los ideales que rigen una época histórica quedan mancos cuando el mundo cambia a consecuencia de la aplicación de esos mismos principios. El mundo se ha trasformado: globalización, reinado exclusivo de un tipo de economía basada en la especulación financiera y que no conoce ni patria ni fronteras ni da cuentas en elección democrática alguna sin contrapeso ideológico, extensión de las nuevas tecnologías, etc.
Nada de esto suponíamos cuando la Unión Soviética se desmoronaba y Kapuscinski retrataba ejemplos de cómo afectaba todo aquello al noventa y cinco por ciento de su población. El mundo ha cambiado mucho, pero los porcentajes no.
3 comentarios:
Sim, que esperança quando caiu o Muro de Berlim...e , afinal, quanta desilusão nos fere agora.
Mas não percamos a esperança, meu querido Pedro!
Tenho muita pena de não poder ir ver a exposição, pois - além do mais - adoro fotografia, especialmente a que se apanha de surpresa.
Bom fim de semana, amigo mio
cambia todo cambia
cantaba Mercedes Sosa
y así es y así será por siempre
y qué bueno que así suceda!!!
besos y feliz semana Pedro
También estos enlaces los veré con calma. Debe ser una colección de fotografías muy interesante, sin duda alguna, así que quiero tomarme mi tiempo para observarlas.
Sobre la época comunista soviética y post-comunística podríamos charlar un montón. Nunca te lo dije, pero mi primer marido era un filólogo ruso de Moscú que había emigrado a Israel. En ese año que duró mi matrimonio tuve mucho contacto con soviéticos de las distintas Repúblicas, principalmente de Rusia, Ucrania, Letonia, Lituania (judíos, desde luego). Conozco infinidad de historias vitales de primera mano. Y de los Post, aquí ahora está lleno. Hubo una enorme emigración a partir de la Perestroika.
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