Hay una predisposición en la historia del ser humano, en todas sus culturas, a relacionarse con lo sobrenatural. Hubo un momento, en el mito, en el que esta relación se trasformó en diálogo. Evidentemente, este diálogo no se establece en igualdad de condiciones: el ser humano se siente inferior frente a una fuerza que lo sobrepasa, que puede disponer de su vida o de su muerte (por capricho, por castigo, por premio). A veces, ni siquiera es un diálogo, sino un monólogo. En muchas religiones, el silencio del dios es una de sus características. Por eso aparecen elementos mediadores que intentan aliviarlo: demiurgos, semidioses, santos. En el cristianismo, a partir de la afirmación de la adoración mariana como una de las bases de la fe católica, este papel correspondió a la Virgen María, que ampara a los creyentes e intercede por ellos. El hecho de que el ser humano pase de ser mero objeto de las fuerzas de los dioses a establecer un diálogo con ellas a partir de ofrendas, oraciones o, como sucede en el cristianismo moderno, la interpelación directa a la divinidad, es un avance en la afirmación de su identidad, de la conciencia de ser. El ser humano cree que puede hacer que su dios le haga caso, bien a través de las ofrendas de otras vidas humanas, sacrificios de animales, oraciones, amuletos o comportamientos morales. Ese paso hizo crecer a la Humanidad aunque aún le subordinara a un poder sobrenatural: medirse con la divinidad y retratarla con imágenes alegóricas que la objetivaban para hacerla más cercana permitían, aunque parezca paradójico, crecer la dignidad del ser humano hasta que fue capaz de encontrarla en sí mismo sin necesidad de recurrir a elementos externos, cosa que ocurrió especialmente a partir del siglo XVIII. Este diálogo todavía es necesario para una gran parte de la población mundial, especialmente en tiempos en los que el ser humano está siendo sometido a convulsiones que parecen querer rebajar la dignidad del individuo y parecen socavados todos los elementos constitutivos de la modernidad.
En gran medida, este es el núcleo central de la exposición Diálogos de lo sagrado (Palacio de Villena del Museo de Escultura, Valladolid, hasta el 30 de junio) que contiene, a su vez, otra particularidad. La exposición se ha montado con piezas de varios museos de la ciudad. Esta proximidad -en la misma sala y visitando directamente los museos que se encuentran a pocos minutos unos de otros: Museo Nacional de Escultura, Museo Oriental, Fundación Jiménez-Arellano de la Universidad de Valladolid y Casa de la Indida- permite que veamos piezas procedentes de varias culturas y comparemos cómo en ellas se ha establecido este diálogo, sus similitudes y sus diferencias. Es interesante cotejarlas y sorprendente cómo en cada cultura se buscan soluciones iguales pero también diferentes a la misma necesidad de preguntas. Y también constatar la simbiosis que en ocasiones se produce entre ellas.
La muestra tiene lagunas evidentes pero disculpables que proceden de su mismo diseño. No es ambiciosa y busca las piezas en los museos de la ciudad -todos ellos de indudable interés-, lo que limita la dimensión de lo exhibido y comparado aquí a los fondos con los que cuentan. Pero todo lo que se muestra se hace con indudable gusto, lo que permite un recorrido agradable en el que se une el interés artístico y la meditación sobre el fondo temático. Es un perfecto ejemplo de lo que puede hacerse en tiempos de crisis como los actuales: buscar en lo cercano la cooperación para ofrecer una nueva lectura de piezas ya visitadas o promover el deseo de visitar los museos que aquí colaboran. A veces no hay que ir demasiado lejos ni gastarse el dinero que se derrochaba en los tiempos de abundancia para hacer algo tan digno como esto.. Se acompaña de un video de indudable interés.
La muestra tiene lagunas evidentes pero disculpables que proceden de su mismo diseño. No es ambiciosa y busca las piezas en los museos de la ciudad -todos ellos de indudable interés-, lo que limita la dimensión de lo exhibido y comparado aquí a los fondos con los que cuentan. Pero todo lo que se muestra se hace con indudable gusto, lo que permite un recorrido agradable en el que se une el interés artístico y la meditación sobre el fondo temático. Es un perfecto ejemplo de lo que puede hacerse en tiempos de crisis como los actuales: buscar en lo cercano la cooperación para ofrecer una nueva lectura de piezas ya visitadas o promover el deseo de visitar los museos que aquí colaboran. A veces no hay que ir demasiado lejos ni gastarse el dinero que se derrochaba en los tiempos de abundancia para hacer algo tan digno como esto.. Se acompaña de un video de indudable interés.
6 comentarios:
es una bella invitación abierta que dejas para quienes puedan asistir a esta exposición
además tu reseña da luces y directrices de donde agarrarse
besos
Pues parece una idea interesante. una alternativa más para ver arte, sin molestarse mucho.
Buscar respuesta a la pregunta clave. ¿Qué pintamos aquí?
Muchas gracias por la entrada. Muy buen análisis, da gusto cuando las opiniones llegan tan bien argumentadas y escritas. Compartimos en nuestras RRSS. Un saludo.
Sin lo sagrado no podríamos comprender gran parte de la historia.
Un abrazo
Interesante el planteamiento local del evento.
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