Observo, en los comentarios a las últimas entradas, que algunos de vosotros cuestionáis la pertienencia de los capítulos finales del Quijote. A los que así pensáis, como ya expliqué desde el inicio del camino de regreso a su aldea de los protagonistas, os avalan autores que han comentado lo mismo casi desde los primeros testimonios sobre la recepción de la novela.
Los receptores de un texto artístico tenemos derecho a mandar en nuestra forma de entender un texto artístico. Incluso la teoría literaria, en especial a partir de mediados del siglo XX, reconoce que es el receptor quien decide finalmente sobre una obra.
Sentada esta premisa válida para la mayoría, sin embargo, los receptores que quieren ir más allá de su propia recepción individual y comprender tanto las recepciones colectivas como las que se han sucedido históricamente en diferentes etapas o, incluso, las posibles intenciones de un autor a la hora de plantear su trabajo, deben ampliar su mira. Otra cosa es que, después de comprender todo esto, nos quedemos con una lectura propia o, incluso, parcial, válida para nuestra forma de entender la obra o para construir a partir de ella otra obra de creación: hay más don quijotes que Don Quijote por eso mismo, como también hay más meninas a partir de las de Velánzquea que las que pintó Velázquez. Y eso que ya, en sí mismo, el personaje creado por Cervantes es lo suficientemente ambiguo en muchas de sus características.
Es en ese contexto en el que se explican mejor estos capítulos finales. Por una parte, ya lo sabemos, Cervantes hubo de prolongar el viaje del protagonista al aparecer la continuación de Avellaneda. Este cambio enriqueció la obra con la extraordinaria estancia en tierras catalanas y, en especial, con la derrota en la playa de Barcelona. Pero también planteaba el reto de hacer volver a los protagonistas desde más lejos y en un juego paralelo de situaciones ida-vuelta.
Por otra, Cervantes se sintió profundamente herido por la falsa segunda parte y decidió que todo lo que pasara a partir del momento en el que decide introducir las noticias sobre ella fuera un juego intertextual con la novela de Avellaneda para contradecirla y superarla desde la misma esencia del producto narrativo: es un nuevo reto paródico dentro de una novela construida, en sí misma, como parodia. Por eso necesitó hacer volver con calma a los personajes, aunque menos que a la ida.
Pero siendo mucho ya lo expuesto, la razón principal para que existan estos capítulos es algo que no debe olvidársenos: antes del Quijote no existía el Quijote. Pedirle a Cervantes soluciones postcervantinas es rizar la exigencia del lector. Sólo a partir del Quijote pueden parecernos inútiles estos capítulos, pero para eso alguien debería haber escrito un Quijote antes de Cervantes.
En el fondo, esto es lo que sucede con muchos críticos de la novela (en general, de las obras artísticas del pasado), en especial a partir del siglo XX. Le exigen a Cervantes que escriba como si el Quijote hubiera sido publicado un siglo antes de su nacimiento y que invente soluciones narrativas imposibles de pensar en el siglo XVII, incluso para Cervantes que tantos nuevos caminos exploró con éxito. Ni siquiera muchos de los autores que plantean esta exigencia son capaces de hacerlo cuatro siglos después.
21 comentarios:
Leerte creo que llega a ser mejor que leer el libro en si, no se quizá lo haces ameno a los que como yo nunca fui capaz de tomar el reto de leer "El Quijote" hasta que la acequia llego a mi. Un beso Pedro
José María Pou crea una polémica al estrenar en Turquía la obra de Cervantes
Al final de su vida Cervantes publicó Ocho comedias y ocho entremeses nuevos, nunca representados (1615). Tres de esas comedias muestran su imagen del mundo islámico y su vida en Argelia: El gallardo español, Los baños de Argel y La gran sultana
La gran sultana es todo un ejemplo del encuentro y diálogo entre dos mundos, algo que se desprende de la historia de la obra: los amores del sultán de Turquía con una cautiva española de gran belleza, Doña Catalina de Oviedo, quien conseguirá reinar en la corte otomana como sultana, sin renunciar a su fe cristiana. "Esto es terriblemente moderno, en la época de Cervantes y ahora. Pero los que esperen una obra a la altura de El Quijote, no la van a encontrar
La gran sultana permaneció inédita, sobre los escenarios, hasta su estreno en Sevilla en 1992, por la Compañía Nacional de Teatro Clásico con dirección de Adolfo Marsillach
No es así Myriam?
Con paz con sosiego,, reemprenderé la Lectura donde muy a pesar mío la dejé.. imprimiré los Posts que tan magnificamente colgaste.. será una manera de cumplir con lo que me prometí.
Y el día del encuentro estaré presente de corazón.. Brinda por todos los que no puedan acudir y que lo desearían fervientemente, entre ellos esta Nómada.. Gracias, Pedro, un beso.
Muy de acuerdo con tu análisis. A Cervan no se le podía pedir mas. Besotes cervantinos, M.
llevo tarde a tan bonita iniciativa, además que hubiera ayudado a vencer mi pereza para avanzar en la lectura del Quijote.
Si la ciudad y la fecha me resultan comodas, el subsidio de paro lo permite y no os molesta la presencia de un intruso literario. Intentaré estar.
Hola Profesor: No se si quitarme el sombrero, si hincarme de rodillas, o simplemente decirle que es Vd un hombre maravilloso y detallista. Ja imagino que no es para mi esta demostración, Pero se lo agradezco igualmente. Sino he he entendido mal habrà una segunda aunque diferente lectura de Don Quijote.ÉSta es la que voy a seguir.
Saludos hispánicos desde Barcelona.
MIGUEL: gracias , te envié correo. Un abrazo.
PEDRO: para mi, del alfa al omega, este estudio de la Obra de Cervantes que hacemos de tu mano es sencillamente magnífico. Gracias y besos.
Antes de que se me olvide, considerame apuntado para la comida. Sobre el lugar, a mí me cae más cerca Valladolid, pero creo que Madrid está más céntrico para los que vienen de otros lados, tú y los demás veréis lo más conveniente.
Sobre la clase magistral del final del Quijote, opino que debería ser obligatorio para todos los que quieran hacer de la novela su forma de expresar sus inquietudes literarias la lectura repetida del Quijote. En el van a encontrar la gran mayoría de los elementos que conforman la novela moderna, aunque algunos sólo en esbozo. Siempre más útil que copiar algo ya agotado por otros con anterioridad.
La aparición del Quijote de Avellaneda le viene como anillo al dedo a Cervantes para reforzar el asunto de la fama de los protagonistas, uno de los hilos argumentales de la segunda parte. DQ y S pasan del “yo soy el que soy” refiriéndose a los personajes ya famosos por la publicación de la primera parte, al “yo no soy ése” que surge tras la publicación del apócrifo. Hubiera rizado el rizo de la modernidad si se hubiera atrevido a introducir en el Quijote verdadero al Quijote falso de Avellaneda. Un diálogo entre los dos hubiera sido impagable. Algo que seguramente ya no veremos porque sólo nos quedan tres capítulos para terminar.
De nuevo agradecido por el tiempo que empleas en estas explicaciones para que entendamos mejor la obra. También por la referencia y publi gratis del portalillo.
Es preciso un gran conocimiento de la obra y su época, además de gran esfuerzo para para separarse del momento en el que vivimos y admitir las narrativa del momento en que fue escrita. Creo que hay que intentarlo. Vuelvo a releer tu entrada y los enlaces.
Gracias
hola pedro,
como estas?
pasaba a dejarte saludos ...por fin vuelvo despues de diasd sin internet,...y opcupaciones...te dire que me enacanto eso de que te desperto una sirena...no se pero me sono a tierno... y los de la convvencia tb me encanto.... hacen falta recetas para convivencias con el mundo y con las personas...
besines pedro y gracias por estar..
como siempre...
:)SAUVIGNONA
A mi me resulta muy interesante contemplar las distintas visiones tanto de las distintas épocas como del autor. Contrastar siempre es enriquecedor, y llegar a ver todas esas variantes no me habría sido posible sin tu inestimable ayuda a través de tus explicaciones. Mil gracias.
Un beso
A Cervantes le causa ardores de espíritu la publicación del apócrifo.
Por una parte debemos de estar agradecidos a la aparición de tal falso, pues el viejete don Miguel no debería de tener ganas ya de dilatar mucho la historia del hidalgo manchego, y este hecho le hizo despabilar; por otra parte, esta cuasi "forzada" continuación no le va a la zaga a lo que le precede(¡leche, cuantas "eles"!): calidad y homegeneidad hay de principio a fin.
De todas formas, la teoría que nos ofreces, Pedro, no puede ser derrotada:¿quién iba a saber lo que era el Quijote antes de ser publicado?.
No se le alargó la vida artificial o ficticiamente a don Quijote (como dicen se hizo con el Generalísimo), sino que estuvo vivito y coleando hasta el último capítulo, en el cual cayó malo. No se sintió indispuesto antes: Cervantes lo mató de "sopetón", de un hachazo fulminante y certero en el último capítulo.
Al final del penúltimo da un avance:"Llevadme al lecho, que me parece que no estoy muy bueno..."
Olvidé pronunciarme sobre el encuentro "fin de curso". Lo hago ahora porque posiblemente esté el resto de semana viajando por Vandalia sur y central.
Creo que podré asistir, aunque las cervicales las tengo algo tocadas.
Por mi situación geográfica elegiría "La Mancha", por motivos quijotescos también. Pero..., lo más importante puede que sea la organización, y creo que no tenemos ningún manchego que allane el terreno para el desembarco.
Por lo que, por mi parte, no tengo ningún problema en "subir parriba" hasta Madrid o Valladalid. Y en cuanto a la fecha elijo la más próxima posible, aunque no tengo problemas en que sea el fin de semana previo al puente.
Allí estaré: Madrid, Valladolid...
Este fin de Quijote es una interesante cuenta atrás. Volvemos a lo mismo, pero no podemos bañarnos dos veces en las mismas aguas y don Quijote tampoco. La derrota tiñe de un color distinto estos capítulos. Pero aunque su héroe ha sido derrotado, Cervantes desea vencer a Avellaneda y lo consigue.
Cada lector tiene su Quijote, es imposible saber lo que rondaba por la cabeza de Cervantes, déjemoslo ahí. Si algo caracteriza a los personajes quijotescos es su genial ambigüedad.
Lo explicas magistralmente, como siempre. Nos vemos.
Un abrazo, cuatro quedan cuatro.
Si los dioses no lo impiden, iré.
Deseando estoy de juntarme con todos vosotros, conoceros y daros un abrazo...!
Mi querido Señor Ojeda,
Leí en alguna entrada posterior que la Acequia cumple 4 años, y me alegro que le crezca tan superdotada y en plena salud.
De esta entrada sobre las cosas de nuestro Quijote, veo que se refiere a ‘algunos de vosotros’ sobre la crítica abierta a Cervantes y sus últimos capítulos, me resulta interesante el que usted use ese término, sin mencionar nombre de los algunos (solo la Bipo, que yo me haya enterado, los rechaza abiertamente y no como pomposa erudita crítica, sino por su genial instinto narrativo), y puesto que entre esos algunos no me cuento, y en lo que llevo leyendo el Quijote en este foro tan educado, no creo que nadie le cree más polémicas que un servidor, y como en mi interpretación de lo que usted escribe dentro de la estética de la recepción, imagino que lo dice como excusa para hablar del tema, y evitar debate contra un indeterminado lobby (inexistente), pues me parece todo muy didáctico y no por intuido, antes sabido. Así que desde mis partes, le agradezco sinceramente, por el bien de lo que aprendo.
Yo soy de los ingenuos, que piensa poder sentir como un lector del XVII, aunque soy consciente que mi cerebro bronceado es del XVII antes de Jesús y Cristo. Así, que las múltiples claves que Cervantes introduce en los últimos capítulos, para los lectores que imagina que sabrán interpretarle, ya poco tiene que ver con la creación de los personajes y la historia del Quijote, aunque no por ello dejará de utilizarles para cerrar cabos sueltos, mensajes y venganzas y otras cosas suyas que son de saber por quienes las supieron y no nos las dijeron todas y cada una.
Si ya antes de ser impreso, los primeros capítulos del Quijote corrieron de mano en mano entre los gustosos lectores de lo nuevo, claro ejemplo de la importancia que tenía el saber lo que el lector opinaba, ya que nadie deseaba el riesgo de un fracaso; en lo que en su época era una excepción (imprimir un libro) y no un íntimo y compulsivo acto como ahora.
Las críticas a su obra, no las vería impresas, sino en los foros de las tabernas que pisaba.
Y si desde el prólogo, el lector fue personaje tan importante como narradores o como El Quijote; en estos últimos capítulos, me parece que sea un epistolar diálogo abierto con los lectores, y es por ser tan directo a los que entonces el libro fue dirigido, que nos resulta cuanto menos ajeno, porque aquellos en los que él pensó no somos nosotros, que lo fueron los grandes escritores contemporáneos de su siglo de oro, y los escuchantes de posada de boca abierta y silencio pasmoso, también nobles aburridos y pomposos, y otros muchos y olvidados a quien estuviese dirigido.
No creo que escribiese Cervantes estos capítulos tampoco, para ganar un premio con ellos, ni crear novela, sino más bien para rematar una faena en una plaza que deseaba ver sangre en la arena y el arte del hombre frente al toro, así que se dedica a dar puntillazos, en aquella época digna suerte de los nobles caballeros con rejón de muerte o de excepcionales mozos de a pie y con afilada espada.
Hoy los gustos han cambiado, y no se entiende que quede el toro muerto sobre la arena, si tenemos platos y ribs tejanos donde devorarlos al ritmo de country & western.
Suyo, Z+-----
Si yo fuera Cervantes y fuera un erudito, un librepensador, un humanista, un militar, un trotamundos, un hombre experimentado, un autor entregado, posiblemente habría escrito la Obra que se inventó él, contada en capas de cebolla haciendo que lloraran unos de risa y otros de rabia e indignación.
Así, recurre a un espectáculo cómico para dirigirse al vulgo que disfruta con el pescozón y el mal ajeno –posiblemente se desternillan para soportar las carencias de su propia existencia- y, esconde toda una baraja de ases para envidar a las clases sociales altas de distintas filias quienes tenían las claves para interpretar estas puyas. De todo esto nuestro lazarillo ha ido “dando cuenta” como él mismo dice durante toda esta andadura.
Ahora bien
Sabiendo que el falso Quijote irrumpió en la Segunda Parte, se entiende la cólera de Cervantes cuya idea fue robada impunemente de lo que se defendió con sus mejores armas, demostrando que era capaz de reinventarse en cada párrafo y aplastar la falta de creatividad de Avellaneda quien se limitaba a desarrollar de lo copiado.
Sin embargo y, Cervantes no se da cuenta, su amargura puede con su estilo ingenioso y narrativo y tropieza con uno vomitivo , aburrido, pesado, donde no brilla el ingenio literario, sino que es mezquino en la forma de tratar a sus personajes, con la mofa y el escarnio reiterativo y gratuito.
Y es aquí donde por la dignidad del personaje, en Barcelona -apaleado e igualmente fracasado, embebido de realidad y evaporada la fantasía-, mi Quijote besa el mar y muere poéticamente. Y este planteamiento no es contrario a la obra realista –que ha sido ampliamente abordada en los dos tomos-, pero como lector no puedo simpatizar con el lodazal de crueldad en el que Cervantes se introduce él solito. (Aunque realmente, el destinatario de esa crueldad no es otro que Avellaneda y la amargura de Cervantes se descarga sobre sus dos ilusos peregrinos a quienes –a toda costa- desea hacer regresar al punto de origen. No sé si ésta era su primera idea -que en sí misma es buena- pero que empeora con el medio abusivo aplicado al fin.
Si Quijote fallece en Barcelona, Avellaneda se queda al descubierto. ¿Qué iba a copiarle, entonces?
Antes del final, en esta Segunda Parte -donde los Duques campan a sus anchas-, a Cervantes ya le daba todo igual. Él trazó un argumento y se encontró con un ladrón.
Menos mal que a partir del capítulo 70 y, encarando el final, resurge el ingenio y la genialidad de Cervantes que tantos ladrillos en forma de capítulo nos fue intercalando previamente para justificar su comprensible dolor.
Si era la obra de Cervantes, ¿quién soy yo para decirle lo que debería o no haber hecho? Él la utilizó para exponer su ideología de forma encubierta.
Y aquí entra la banderilla que clava nuestro lazarillo con la teoría literaria que reconoce que es el receptor quien decide finalmente sobra una obra.
¿Será posible tal desfachatez teórica?
Una obra es una Caja de Pandora. Cada intérprete será receptor de un viento o de todos, dependerá del lector, pero esa Caja fue construida, única y exclusivamente por su autor quien como aquí se demuestra, decide finalmente sobre la obra.
Y esto dice una simple lectora, sin más pretensiones que escupir contra el viento.
Si yo fuera Cervantes y fuera un erudito, un librepensador, un humanista, un militar, un trotamundos, un hombre experimentado, un autor entregado, posiblemente habría escrito la Obra que se inventó él, contada en capas de cebolla haciendo que lloraran unos de risa y otros de rabia e indignación.
Así, recurre a un espectáculo cómico para dirigirse al vulgo que disfruta con el pescozón y el mal ajeno –posiblemente se desternillan para soportar las carencias de su propia existencia- y, esconde toda una baraja de ases para envidar a las clases sociales altas de distintas filias quienes tenían las claves para interpretar estas puyas.
De todo esto nuestro lazarillo ha ido “dando cuenta” como él mismo dice durante toda esta andadura.
Ahora bien, sabiendo que el falso Quijote irrumpió en la Segunda Parte, se entiende la cólera de Cervantes cuya idea fue robada impunemente de lo que se defendió con sus mejores armas, demostrando que era capaz de reinventarse en cada párrafo y aplastar la falta de creatividad de Avellaneda quien se limitaba a desarrollar de lo copiado.
Sin embargo y, Cervantes no se da cuenta, su amargura puede con su estilo ingenioso y narrativo y tropieza con uno vomitivo , aburrido, pesado, donde no brilla el ingenio literario, sino que es mezquino en la forma de tratar a sus personajes, con la mofa y el escarnio reiterativo y gratuito.
Y es aquí donde por la dignidad del personaje, en Barcelona -apaleado e igualmente fracasado, embebido de realidad y evaporada la fantasía-, mi Quijote besa el mar y muere poéticamente. Y este planteamiento no es contrario a la obra realista –que ha sido ampliamente abordada en los dos tomos-, pero como lector no puedo simpatizar con el lodazal de crueldad en el que Cervantes se introduce él solito. (Aunque realmente, el destinatario de esa crueldad no es otro que Avellaneda y la amargura de Cervantes se descarga sobre sus dos ilusos peregrinos a quienes –a toda costa- desea hacer regresar al punto de origen. No sé si ésta era su primera idea -que en sí misma es buena- pero que empeora con el medio abusivo aplicado al fin)
Si Quijote fallece en Barcelona, Avellaneda se queda al descubierto. ¿Qué iba a copiarle, entonces?
Antes del final, en esta Segunda Parte -donde los Duques campan a sus anchas-, a Cervantes ya le daba todo igual. Él trazó un argumento y se encontró con un ladrón con el que dio vueltas como en un tiovivo.
Menos mal que a partir del capítulo 70 y, encarando el final, resurge el ingenio y la genialidad de Cervantes que tantos ladrillos en forma de capítulo nos fue intercalando previamente para justificar su comprensible dolor.
Si era la obra de Cervantes, ¿quién soy yo para decirle lo que debería o no haber hecho? Él la utilizó para exponer su ideología de forma encubierta.
Y aquí entra la banderilla que clava nuestro lazarillo con la teoría literaria que reconoce que es el receptor quien decide finalmente sobra una obra.
¿Será posible tal desfachatez teórica? Si es el autor quien rellena de vientos la Caja de Pandora para que mil interprétes reciban uno o dos o tres o mil, dependerá de la capacidad receptiva de cada uno.
Y esto dice una simple lectora, sin más pretensión que la de escupir contra el viento.
BIPOLAR: en uso de tus atribuciones como receptora, juzgas a Cervantes con mirada actual. En la sociedad Cervantina, es difícilmente imaginable que a dos extravagantes como lo son los protagonistas los hubieran tratado de otra manera: no hubiera sido creíble la historia.
Un planteamiento: ¿si Cervantes no hubiera hecho que a don Quijote y Sancho los trataran así, te hubieran provocado la misma empatía?
Por otra parte, el objetivo de Cervantes no es que venza don Quijote sino Alonso Quijano: este punto, lo debatimos al final de la novela, si te parece, porque a lo mejor es en donde acertó estéticamente Cervantes pero falló en mirada larga.
Quizás no me he expresado con claridad.
Me refiero más a la estética que al fondo donde estoy de acuerdo. Es el vencimiento de Alonso (la realidad) sobre Quijote (la locura, el deseo frustrado, las esperanzas perdidas, el mundo onírico)
Lo que realmente critico de Cervantes, es que durante una serie de capítulos, abandonó su sofisticada e inteligente forma de pellizcar a sus personajes (porque los ha vapuleado durante toda la obra) para dejarse llevar por la pasión (su cólera) desbocada donde sus letras pierden el control mesurado al que nos tenía acostumbrados y entra en el maltrato psicológico y físico hacia el personaje de forma exacerbada. Seguro que ya existe una ciencia que estudia o pretende este ámbito. De ahí, que como lectora, se agradece que lo retome a partir del capítulo 70.
Además, lo borré ayer de mi comentario, pero lo añado hoy, creo que algunos de los capítulos fueron reiterativos y aburridos para los lectores contemporáneos como los actuales. Cervantes no mantuvo el mismo pulso en todos los capítulos.
En sí, es por ejemplo, la diferencia entre el erotismo y la pornografía.
Hay un abismo y, sin embargo, hablamos del mismo concepto.
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