Este capítulo es uno de los más importantes para comprender la Segunda parte. En él se cruzan, definitivamente, las líneas de la evolución de nuestros personajes y se construye gran parte de la temática y del argumento de la continuación de la novela.
La sutileza técnica de Cervantes es tal que no provoca todos estos cambios como novedad, lo que iría en contra de la propuesta narrativa del Quijote: son elementos que crecen a partir de situaciones ya vistas en la Primera parte pero que allí pasaban un tanto desapercibidas porque la fuerza y novedad de la fantasía de don Quijote y su comportamiento extravagante era tal que los ocultaba ante los ojos del lector: quizá, por eso mismo, Cervantes, consciente de dónde quiere llevar la narración, les da preferencia ahora. De hecho, el fortalecimiento de esta evolución obliga a volver sobre la Primera parte y hallar cómo en ella ya se apuntaba lo que ahora vemos confirmado.
En efecto, en la Primera parte Sancho se había encontrado en una situación muy similar a la de este capítulo: hallar a Dulcinea para hacerle llegar un mensaje de don Quijote, mientras éste espera en actitud de caballero (allí imitando a Amadís, aquí sobre su caballo) y el relato de aquel falso encuentro presenta un esquema inverso al de ahora: allí era Sancho el que afeaba la descripción de Dulcinea, mientras don Quijote la idealizaba al estilo de los relatos caballerescos.
Situación similar, pero no igual. Aquí se oculta y desmiente, explícitamente, que don Quijote conoce a Aldonza Lorenzo, a partir de la cual se crea a Dulcinea, y el mismo Sancho parece ignorarlo. Ambos tienen sus motivos: el caballero porque ya no la necesita y sería contraria a su propia ficción, por lo que debemos tomar como debilidad humana la confesión de Sierra Morena; el escudero porque si se acordara de Aldonza, le sería sumamente fácil hallarla en el Toboso y exponerse a las burlas de la moza y las iras de los naturales, que tanto teme como conocedor de la forma de tratar a los forasteros en estas cuestiones en los pueblos españoles ( Y ¿paréceos que fuera acertado y bien hecho que si los del Toboso supiesen que estáis vos aquí con intención de ir a sonsacarles sus princesas y a desasosegarles sus damas, viniesen y os moliesen las costillas a puros palos, y no os dejasen hueso sano?).
Pero hay otro motivo mayor: el del mismo narrador, que no interviene para recordar lo dicho en la Primera parte, porque demorarse en identificar a Dulcinea llevaría la narración por unos lugares no queridos y la haría cerrarse sin que don Quijote completara su viaje. La narración no podría continuar con un don Quijote desairado por su amada. No interesa para la novela el encuentro en este momento; menos a la vuelta, porque, sencillamente, Dulcinea se ha convertido en una construcción mental, necesaria para completar la figura del caballero andante pero sin ninguna vinculación con su realidad previa. La entrada en el Toboso y este capítulo es lo que nos dicen: Dulcinea debe seguir como personaje ausente de esta novela. Hacerla aparecer haría que el Quijote fuera otra novela bien diferente y con menos horizonte, pues no saldría de la parodia de la literatura fantástica y del paisaje manchego mientas que por donde se conduce ahora la historia es más lejos. Veremos, el próximo lunes, la importancia de este personaje ausente.
La evolución de Sancho se certifica en el divertido monólogo en el que se desdobla, técnica heredada de la poesía popular y del teatro de la época. En el fingido diálogo, Sancho avanza hacia la formulación de su engaño: hará pasar a cualquier labradora por Dulcinea. En estas palabras vemos su cobardía (teme enfrentarse a la verdad y a los naturales del Toboso), su inteligencia para sobrevivir construyendo una mentira sobre otra mentira (el encantamiento de Dulcinea sobre la mentira de la carta entregada) y su convencimiento de que puede dominar a don Quijote. Sancho ha adquirido el suficiente conocimiento del mundo caballeresco de su amo como para intentar usarlo a su favor.
Se equivoca Sancho al actuar como un receptor convencional de literatura caballeresca tradicional enfrentado al Quijote -sutil lección narratológica de Cervantes-, porque igual que él ha evolucionado, también lo ha hecho su amo. Este error le traerá consecuencias no esperadas.
Por supuesto que don Quijote ya no es el mismo que el del inicio de la Primera parte. Por un lado, está más fatigado física y mentalmente y ha salido al mundo, en esta ocasión, más a contemplarlo con los ojos de su fantasía que a cambiarlo: su acción ahora es más psicológica y ve el mundo real para comprobar el desnivel que hay con el soñado. Don Quijote ya no ve cosas extraordinarias, sino sólo a tres labradoras sobre tres borricas. La insistencia de Sancho, unida a su condición de personaje -aun es don Quijote, no don Alonso- le hacen reinterpretar el mundo como antes lo hacía cuando Sancho insistía en ver molinos, ventas o rebaños donde él veía gigantes, castillos o ejércitos. Es decir, debe echar mano de los argumentos que antes usaba para convencer a otros para convencerse a sí mismo. Pero es curioso cómo en este capítulo no se explica lo que ha pasado porque Dulcinea esté encantada, sino porque son sus sentidos los que lo están: es don Quijote el encantado, no Dulcinea. Como todos los demás (Sancho) pueden ver a Dulcinea y él no, no puede más que concluir que es el más desdichado de todos los hombres. Después hablará de una Dulcinea encantada: poco a poco saldrá de su perplejidad y será consciente de que ha sido su compañero de aventuras el encantador.
Como esta cuestión del encantamiento de Dulcinea reaparecerá a lo largo de la Segunda parte, veremos cómo irá cobrando nuevos matices, en algunos de los cuales llegaremos a comprobar que don Quijote se ha dado cuenta del engaño, pero no ha podido más que mantener la ficción caballeresca por el bien de su aventura y quizá por la perplejidad de ver cómo a su alrededor suceden cosas -o así lo afirman los otros- que antes sólo pasaban en su mente. Una complejidad psicológica del personaje que lo engrandece como creación literaria y que provoca la dificultad de su análisis simplista. Ha sucedido algo inevitable que ya vimos apuntado desde que en Sierra Morena se le presentara la princesa Micomicona: ahora son los demás los que construyen la fantasía a don Quijote porque éste ve casi siempre la realidad.
El pasaje en el que nuestros protagonistas se encuentran con las tres aldeanas es uno de los más divertidos y complejos de la novela. En él se cruzan tres perspectivas diferentes (las aldeanas, caracterizadas con recursos que provienen de la presentación tópica del rústico en la literatura incluso con la utilización de un lenguaje artificial como el sayagués y que se creen burladas por dos señoritos y reaccionan ofendidas como si fueran conscientes de la tradición poética de las serranillas -está todo tan sutilmente tejido de literatura sobre literatura que hasta estas mujeres lo saben-; Sancho, que juega como intermediario entre la realidad y la construcción caballeresca a la manera en la que lo hacía su amo en la Primera parte, pero que no deja de reírse de la situación como si fuera también un observador externo; don Quijote, perplejo, entre lo que ve y lo que le dicen que sucede, comprometido entre la realidad y su construcción fantástica que le otorga el carácter como caballero, lo que le deja sin reacción inmediata posible), pero también un juego de lo real y fantástico que continúa la Primera parte pero dándole matices nuevos y un sutil entramado de intertextualidad -con otros textos, con el mismo Quijote- del que no hace falta ser totalmente consciente para disfrutarlo. Ésta es otra habilidad técnica de Cervantes: proponer varios niveles en los que pueda tener éxito el texto, sin necesidad de conocer hasta el mínimo detalle del proceso de escritura.
Todo ello tendrá una enorme influencia en lo que sigue, como veremos en el capítulo XI, el próximo jueves.
Situación similar, pero no igual. Aquí se oculta y desmiente, explícitamente, que don Quijote conoce a Aldonza Lorenzo, a partir de la cual se crea a Dulcinea, y el mismo Sancho parece ignorarlo. Ambos tienen sus motivos: el caballero porque ya no la necesita y sería contraria a su propia ficción, por lo que debemos tomar como debilidad humana la confesión de Sierra Morena; el escudero porque si se acordara de Aldonza, le sería sumamente fácil hallarla en el Toboso y exponerse a las burlas de la moza y las iras de los naturales, que tanto teme como conocedor de la forma de tratar a los forasteros en estas cuestiones en los pueblos españoles ( Y ¿paréceos que fuera acertado y bien hecho que si los del Toboso supiesen que estáis vos aquí con intención de ir a sonsacarles sus princesas y a desasosegarles sus damas, viniesen y os moliesen las costillas a puros palos, y no os dejasen hueso sano?).
Pero hay otro motivo mayor: el del mismo narrador, que no interviene para recordar lo dicho en la Primera parte, porque demorarse en identificar a Dulcinea llevaría la narración por unos lugares no queridos y la haría cerrarse sin que don Quijote completara su viaje. La narración no podría continuar con un don Quijote desairado por su amada. No interesa para la novela el encuentro en este momento; menos a la vuelta, porque, sencillamente, Dulcinea se ha convertido en una construcción mental, necesaria para completar la figura del caballero andante pero sin ninguna vinculación con su realidad previa. La entrada en el Toboso y este capítulo es lo que nos dicen: Dulcinea debe seguir como personaje ausente de esta novela. Hacerla aparecer haría que el Quijote fuera otra novela bien diferente y con menos horizonte, pues no saldría de la parodia de la literatura fantástica y del paisaje manchego mientas que por donde se conduce ahora la historia es más lejos. Veremos, el próximo lunes, la importancia de este personaje ausente.
La evolución de Sancho se certifica en el divertido monólogo en el que se desdobla, técnica heredada de la poesía popular y del teatro de la época. En el fingido diálogo, Sancho avanza hacia la formulación de su engaño: hará pasar a cualquier labradora por Dulcinea. En estas palabras vemos su cobardía (teme enfrentarse a la verdad y a los naturales del Toboso), su inteligencia para sobrevivir construyendo una mentira sobre otra mentira (el encantamiento de Dulcinea sobre la mentira de la carta entregada) y su convencimiento de que puede dominar a don Quijote. Sancho ha adquirido el suficiente conocimiento del mundo caballeresco de su amo como para intentar usarlo a su favor.
Se equivoca Sancho al actuar como un receptor convencional de literatura caballeresca tradicional enfrentado al Quijote -sutil lección narratológica de Cervantes-, porque igual que él ha evolucionado, también lo ha hecho su amo. Este error le traerá consecuencias no esperadas.
Por supuesto que don Quijote ya no es el mismo que el del inicio de la Primera parte. Por un lado, está más fatigado física y mentalmente y ha salido al mundo, en esta ocasión, más a contemplarlo con los ojos de su fantasía que a cambiarlo: su acción ahora es más psicológica y ve el mundo real para comprobar el desnivel que hay con el soñado. Don Quijote ya no ve cosas extraordinarias, sino sólo a tres labradoras sobre tres borricas. La insistencia de Sancho, unida a su condición de personaje -aun es don Quijote, no don Alonso- le hacen reinterpretar el mundo como antes lo hacía cuando Sancho insistía en ver molinos, ventas o rebaños donde él veía gigantes, castillos o ejércitos. Es decir, debe echar mano de los argumentos que antes usaba para convencer a otros para convencerse a sí mismo. Pero es curioso cómo en este capítulo no se explica lo que ha pasado porque Dulcinea esté encantada, sino porque son sus sentidos los que lo están: es don Quijote el encantado, no Dulcinea. Como todos los demás (Sancho) pueden ver a Dulcinea y él no, no puede más que concluir que es el más desdichado de todos los hombres. Después hablará de una Dulcinea encantada: poco a poco saldrá de su perplejidad y será consciente de que ha sido su compañero de aventuras el encantador.
Como esta cuestión del encantamiento de Dulcinea reaparecerá a lo largo de la Segunda parte, veremos cómo irá cobrando nuevos matices, en algunos de los cuales llegaremos a comprobar que don Quijote se ha dado cuenta del engaño, pero no ha podido más que mantener la ficción caballeresca por el bien de su aventura y quizá por la perplejidad de ver cómo a su alrededor suceden cosas -o así lo afirman los otros- que antes sólo pasaban en su mente. Una complejidad psicológica del personaje que lo engrandece como creación literaria y que provoca la dificultad de su análisis simplista. Ha sucedido algo inevitable que ya vimos apuntado desde que en Sierra Morena se le presentara la princesa Micomicona: ahora son los demás los que construyen la fantasía a don Quijote porque éste ve casi siempre la realidad.
El pasaje en el que nuestros protagonistas se encuentran con las tres aldeanas es uno de los más divertidos y complejos de la novela. En él se cruzan tres perspectivas diferentes (las aldeanas, caracterizadas con recursos que provienen de la presentación tópica del rústico en la literatura incluso con la utilización de un lenguaje artificial como el sayagués y que se creen burladas por dos señoritos y reaccionan ofendidas como si fueran conscientes de la tradición poética de las serranillas -está todo tan sutilmente tejido de literatura sobre literatura que hasta estas mujeres lo saben-; Sancho, que juega como intermediario entre la realidad y la construcción caballeresca a la manera en la que lo hacía su amo en la Primera parte, pero que no deja de reírse de la situación como si fuera también un observador externo; don Quijote, perplejo, entre lo que ve y lo que le dicen que sucede, comprometido entre la realidad y su construcción fantástica que le otorga el carácter como caballero, lo que le deja sin reacción inmediata posible), pero también un juego de lo real y fantástico que continúa la Primera parte pero dándole matices nuevos y un sutil entramado de intertextualidad -con otros textos, con el mismo Quijote- del que no hace falta ser totalmente consciente para disfrutarlo. Ésta es otra habilidad técnica de Cervantes: proponer varios niveles en los que pueda tener éxito el texto, sin necesidad de conocer hasta el mínimo detalle del proceso de escritura.
Todo ello tendrá una enorme influencia en lo que sigue, como veremos en el capítulo XI, el próximo jueves.
31 comentarios:
CAPÍTULO 2.10
Empeñado como está C en otorgarle credibilidad a su novela en este comienzo de la segunda parte, nos señala las dudas que se le presentaron a Cide Hamete Benengeli relativas a la publicación de la historia que sigue por increíble. De lo que no podemos dudar es de la veracidad de lo aquí escrito "porque la verdad adelgaza y no quiebra, y siempre anda sobre la mentira como el aceite sobre el agua."
De camino a Zaragoza se encuentra el Toboso, villa que alberga a Dulcinea a quien DQ y S no fueron capaces de localizar tras una noche completa de deambular por sus calles. Una vez fuera, S accede a volver al pueblo, esta vez de día, y dar cuenta al regreso de lo observado con todo lujo de detalles. También él sufre del corazón de avellana que se le ha quedado a su amo, montado sobre Rocinante y apoyado en su lanza.
Una vez a solas, S cae en la cuenta del riesgo que supone entrar en el Toboso a "sonsacarles sus princesas y a desasosegarles sus damas". El sabe por experiencia cómo se las gastan en La Mancha. Por consiguiente, pueden más sus temores que la palabra dada a su amo. Sopesó los riesgos, puso en la balanza los pros y los contras, decidió ahorrarse el regreso a la villa y presentarle a cualquier labradora en lugar de Dulcinea.
Tanto le placen a DQ las buenas nuevas que S le trae a la vuelta del supuesto regreso al Toboso que, generoso como él sólo, le promete las crías de las tres yeguas que dejó en el Prado Concejo de la aldea.
Tres jóvenes labradoras que por aquel camino caminaban montadas en sus burros hacen de Dulcinea y sus doncellas. Como tales se las presenta S a su amo. Éste no hace otra cosa sino achacar al maligno encantador que no sólo " ha puesto nubes y cataratas en mis ojos, y para ellos y no para otros ha mudado y transformado tu sin igual hermosura y rostro en el de una labradora pobre" también la privó del supuesto buen olor de las princesas que le "encalabrinó y atosigó el alma".
A duras penas puede S contener la risa por la facilidad con que es capaz de engañar a la ingenuidad de su amo. Las tres aldeanas son de armas tomar. La que hace de Dulcinea se revela dura de roer y excelente jineta. El burro la tira, se levanta y de un brinco se pone a horcajadas de nuevo, privando a DQ incluso del consuelo de notar su tacto al no permitirle la ayuda del hidalgo que había acudido solícito a ofrecerse. Esta privación no es obstáculo para que DQ se imagine correspondencias de pelos rubios de un lunar en el labio superior con otro en la tabla del muslo "porque ninguna cosa puso la naturaleza en Dulcinea que no fuese perfecta y bien acabada."
Pedro...que tempranito,hoy me toco desayunar con DQ....ahora me voy al gym y a mi regreso termino de leerlo.Que tengas un hermoso día.Besitos.Silvi.
Todo ello no hace más que confirmar el papel de co-protagonista indiscutible de Sancho.. además de aventajado alumno...
Besos, Pedro,de Jazmín siempre...
lo que te acompaña en la foto es un girasol gigante.. me equivoco?
Hermoso girasol tienes entre las manos. Pero no comas de esas pipas...¡¡que son tremendamente laxantes!!.
Raramente puedo comentar los jueves, pero hoy vegueé un tanto.
Vaya exégesis que te has marcado sobre el capítulo....me cuesta trabajo asimilar tantos conceptos.
Destaco la nueva identidad que se van creando nuestros protagoníastas, el crecimiento de Pancho que ya puede presentarse para ocupar un sillón en la Academia de la Lengua.
Realmente bueno el cap., y señalar la cantidad de claves que nos ofrece.
Nos lo brinda un Cervantes muy curtido en la vida y en las letras.
Profundiza en el psique de sus personajes, trasunto de él mismo y de quien le rodea, con una maestría que sólo podríamos encontrar en Dostoyevski; pero no es momento para comparaciones.
Gracias por instruirnos tan magistralmente (otra cosa es que nos enteremos bien).
Sigo...
Ahora extraigo del "pendrait" (que ya voy aprendiendo)lo que esta mañana en casa escribí en el portátil. Espero mañana escribir más y montarlo ya en mi blog.
CAP. (2) 10
(Donde Sancho nos muestra el resultado de sus feraces cogitaciones, materializadas en el trueque de tres labradoras por Dulcinea y dos de sus doncellas).
Si un capítulo anterior, el Cide Hamete Berenjeno, original autor de esta historia, ya lo tenía como apócrifo, pues no encontraba concordancia entre las iniciales sandeces del neófito cerebro de Sancho y las posteriormente brillantes elucubraciones que nacieron de esa minúscula porción de masa gris. En el capítulo que nos ocupa, dice el moro de marras, que “quisiera pasarle en silencio temeroso de que no había de ser creído, porque las locuras de don Quijote llegaron aquí al término y raya de las mayores que pueden imaginarse”. Este morillo quiere dar apariencia de muy cuerdo, cosa extraña, ya que don Cervantes no tenía a estos individuos en gran estima (en la parte 1ª del libro les tira “a rajatabla”).
Huyen, cual ladrones, antes que amanezca, Sr. y escudero, y se adentran en la espesura de un bosque de encinas (¡quien lo viera ahora!, el bosque digo); todo artimaña de Sancho quien necesita soledad y trinos de pájaros para urdir un plan que sea convincente al intelecto de su Sr, más no lo sería a sus ojos ni a su olfato (adiestrado en percibir el tufillo a ajo a distancia).
Don Quijote manda de embajador a Sancho para solicitar audiencia a Dulcinea, de quien necesita licencia y bendiciones para continuar con sus andantes hazañas: enderezar “tuertos” (horizontalizar buenavistas), socorrer viudas, huérfanos y un largo etc de menesterosos.
Ordena también a su escudero que no pierda detalle de los movimientos de su Sra mientras dialoga con ella: si se apoya ahora en un pie y luego en el otro (seguro que tiene una piedra en el zapato), “si levanta la mano al cabello para componerle, aunque no esté desordenado”(mientras dice ¡o sea! que esto denotará, a todas luces, que es una pija).
Ja,ja,ja... Me he reido con el análisis de ANTONIO AGUILERA. Y, PANCHO, como siempre GENIAL. Ahí va mi humilde (pero largo, largo... resumen).
RIDICULO CAPITULO X (como admite el mismisimo Cervan) “...porque las locuras de Don Quijote...aún pasaron dos tiros de ballesta más allá de las mayores”. Al final, parece ser que Don Quijo cuenta la verdad y nada más que la verdad “porque la verdad adelgaza y no quiebra, y siempre anda sobre la mentira, como el aceite sobre el agua.”
En este capítulo lo que más me ha llamado la atención es el conocimiento que tenía el gran Cervantes del “body language” o lenguaje corporal cuando Quijo le dice a Sancho que se fije si ella “se desasosiega y turba oyendo mi nombre”, “si no cabe en la almohada” (en caso de que esté sentada) y “si está en pie, mírala si se pone ahora sobre el uno, ahora sobre el otro pie” si repite sus respuestas “si la muda de blanda en áspera, de aceda en amorosa; si levanta la mano al cabello para componerle, aunque no esté desordenado...”, Luego le hace saber a Sancho “...que entre los amantes las acciones y movimientos exteriores que muestran cuando de sus amores se trata son certísimos correos que traen las nuevas de lo que allá en lo interior del alma pasa.” (Ay... ¡cuánto sabía Cervantes de amores!)
Sancho le dice que “iré y volveré presto” y que ensanche ese corazóncillo que ahora lo debe de tener “...no mayor que una avellana”. Siguen algunos refranes, para variar, “buen corazón quebranta mala ventura” “donde no hay tocinos, no hay estacas” “donde no piensa, salta la liebre”.
Sancho se va en su rucio. Quijo se queda apoyado en un arbol “...comenzó a hablar consigo mismo y a decirse. ¿Va a buscar algún jumento que se le haya perdido?--No, por cierto. --Pues ¿qué va a buscar?--Voy a buscar...a una princesa, y en ella al sol de la hermosura y a todo el cielo junto...” Esta deidad la encontrará “en la gran ciudad del Toboso” e irá “de parte del famoso caballero don Quijote de la Mancha, que desface los tuertos, da de comer al que ha sed y de beber al que ha hambre”. Sigue el monólogo quijotesco, advirtiendo a Sancho de todo lo que le puede ocurrir porque “...la gente manchega es tan colérica como honrada y no consiente cosquillas de nadie. Vive Dios que si os huele, que os mando mala ventura.--Oxte, puto! ¡Allá darás rayo!...” (se ve que Quijo se enfada e insulta a Sancho aunque lo esté imaginando...¡Pobre Sancho!).
Por otro lado tambien Sancho estaba enfrascado en su soliloquio, piensa que todo tiene remedio menos la muerte. En el fondo sabe que su amo es “un loco de atar” y que el no le anda a la zaga “pues soy más mentecato que él” se pregunta si es cierto el refrán “Dime con quién andas, decirte he quién eres” y “No con quien naces, sino con quien paces”. Sigue divagando y hablando solo sobre la locura de su jefe. Piensa que no será dificil engañarle con la primera labradora con quien se tope porque si él no le cree “juraré yo, y si él jurare, tornaré yo a jurar, y si porfiare, porfiaré yo más...” Además piensa que con “esta porfía acabaré con él que no me envíe otra vez a semejantes mensajerías...”.
En éstas aparacen “tres labradoras sobre tres pollinos, o pollinas” (tambien existía la corrección política, por lo que se vé...) aunque seguro que eran borricas... (¿por qué no borricos...?) Al ver ésto Sancho vuelve a encontrarse con su amo y “hallole suspirando y diciendo mil amorosas lamentaciones.” Quijo le pregunta si podrá señalar “este dia con piedra blanca o negra?” Sancho le dice que mejor que lo señale con “almagre, como rétulos de cátedras”. Buena señal. Sancho le dice que pique a Rocinante y salga “a lo raso” porque ha encontrado a su amada. Don Quijo no lo puede creer, Sancho le dice que sí, que sí que “sus doncellas y ella todas son una ascua de oro, todas mazorcas de perlas, todas son diamantes, todas rubíes, todas telas de brocado de más de diez altos” sigue una corrección de Quijo sobre las “tres cananeas” que dice Sancho en las cuales van montadas las beldades en vez de “hacaneas”. Para Sancho “poca diferencia hay”. Pero “de las galanas señoras” la que pasma los sentidos es “la princesa Dulcinea”.
Don Quijo le dice que se vayan presto y que le dará “el mejor despojo que ganare en la primera aventura” o las crias que le den sus tres yeguas que están a punto de parir “en el prado concejil de nuestro pueblo”. Sancho se atiene a las crias. No se fía de los despojos.
Salen de la “selva”. Quijo solo ve a las labradoras y pregunta a Sancho si las damas “las había dejado fuera de la ciudad”. Sancho le pregunta si tiene “los ojos en el colodrillo” porque son “éstas las que aquí vienen, resplandecientes como el mismo sol a medio dia?”. Quijo le contesta que sólo ve a tres labradoras sobre tres borricos. Siguen con sus conversaciones surrealistas a ver quién convence a quién. Hasta Sancho se acerca a una de ellas y le dice que ahí está su “cautivo caballero... hecho piedra mármol, todo turbado y sin pulsos...”. A ésto ya nuestro Quijo “se había puesto de hinojos junto a Sancho” y miraba con ojos de plato “desencajados y vista turbada” a la que Sancho llamaba reina y señora porque Quijo sólo ve a “una moza aldeana, y no de muy buen rostro, porque era cariredonda y chata” (¡vaya! se ve que en esa época ser cariredondo y chato era lo peor de lo peor...).
Bueno, bueno, las labradoras no pueden creer lo que ven y oyen. Les dicen que se aparten que tienen que seguir su camino. Quijo queda convencido que debido a sus “nubes” y cataratas no ha podido reconocer a su amada. Le suelta unos requiebros, ella le contesta “¡Tomá que mi agüelo! ¡Amiguita soy yo de oír resquebrajos! Apártense y déjennos ir, y agradecérselo hemos”. Sancho se apartó, les dejó ir y se quedó “contentísimo de haber salido bien de su enredo”.
Finaliza esta aventura con Don Quijote quejándose de que “nací para ejemplo de desdichados y para ser blanco y terrero.” No puede creer que su Dulcinea se haya transformado “en una figura tan baja y tan fea” y además le quitaron “lo que es tan suyo de las principales señoras, que es el buen olor...” porque “me dió un olor de ajos crudos, que me encalabrinó y atosigó el alma”. Despues siguen unos diálogos sobre lunares. Que si Dulcinea tenía “un lunar sobre el labio derecho, a manera de bigote, con siete o ocho cabellos rubios como hebras de oro y largos mas de un palmo.” Quijo piensa que debe de tener otro “en la tabla del muslo que corresponde al lado donde tiene el del rostro” Que todo en Dulcinea era perfecto “así, si tuviera cien lunares...en ella no fueran lunares, sino estrellas resplandecientes.”
Quijo sigue sorprendido de no haber visto todo lo que Sancho le describe, como lo que él cree que era una albarda y según Sancho, resultó ser la “silla de jineta con una cubierta de campo que vale la mitad de un reino”.
Les dejamos camino a Zaragoza. Besotes, M.
Bueno... lo mio será muy sencillo con Antonio,Pancho y Merche;ya esta mas que dicho.Los felicito.
Mi aporte:Estrecha relación de la verdad y la mentira y la peligrosidad de predicar algo que siendo verdadero, sea tomado por falso, lo que quiebra la lógica platónica que asigna en una relación equitativa un nombre a una cosa, porque introduce la dimensión subjetiva en la interpretación del mundo. Este marco de indeterminación y de exaltación; el escudero llega a “creer que puede crear “… "con falsas alegrías, alegrar verdaderas tristezas".Besitos.
SILVI ¡qué poder de síntaxis! Creo que en los próximos capítulos voy a hacer lo mismo. Mi comentario quedará reducido a un párrafo. Bueno, lo intentaré porque hay tantas frases que me encanta intercalar... Besotes, M.
SEÑOR DE LA VEGA, ¿¿DÓNDE ESTÁ?? Hace tiempo que no da señales de vida y sabe que somos una tribu. No puede desaparecer sin decir nada. NO PUEDE. Espero que dé señales de vida PRONTO. Siempre a sus pies, M.
Buenas noches, Pedro: Pues si éste es un capítulo muy importante, como no lo he leído todavía, lo haré con muchísimas más atención si cabe. Y digo si cabe porque subrayo todos los capítulos que voy leyendo.
He dejado en mi blog lo que te dije que había encontrado, son dos esquemas. Pásate cuando quieras y ya los verás. Espero que no estén equivocados y sean más o menos clarificadores.
Biquiños,
A mí sí me ha engañado Sancho, creía que llegaría al Toboso y a la primera mujer que se cruzase con él, le hablaría de su Sr. Don Quijote, caballero sin igual, recomponedor de entuertos, repartidor de justicia y con su labia, prometería a esta aldeana parte de la ínsula que su señor siempre le le promete. Únicamente le debería seguir el juego y decir que ella es la sin par Dulcinea, de ésta manera Sancho se quitaría el peso de la mentira de encima y tendría a su señor Don Quijote contento, pero Cervantes nos sorprende con un capítulo muy entretenido, e importante, como nos lo explica nuestro profesor Pedro.
¡¡Repampanpanos!!...mi mente no esta capacitada para la asimilacion de los versaculos Quijotescos...hasta en seria animada me generaba vertigos.
¡¡uF!
http://www.youtube.com/watch?v=5DjIG5OVm2g&feature=PlayList&p=7742879CFA634776&playnext=1&playnext_from=PL&index=13
minuto 6:30 en adelante...
SILVI, quise decir "síntesis" me estoy Sanchotizando... Besotes, M.
FRASES:
- El actual “pasarse mogollón”, en versión clásica “pasarse dos tiros de ballesta”
- Oxte puto, al parecer quiere decir “alejate demonio”, quien lo iba a decir, jeje
- EL TEST DEL AMOR ¿No sabeS si estáS enamorado? ConsultA a Don Quijote
o Si cambias del color cuando oyes hablar del ínclit@
o Si cuando escuchas su nombre te pones nervios@
o Si no puedes parar quieto en la silla
o Si al estar de pié cambias el peso de uno a otro pié frecuentemente
o Si repites varias veces la misma respuesta
o Si te arreglas el pelo de forma compulsiva
No lo dudes, estás enamorado como un mirlo
- SANCHO URDIENDO EL ENGAÑO
El proceso mental : Es verdad que ir a desasosegar las damas suele ser problemático, como es cierto también que se suele matar al mensajero
El engaño: Esta vez hasta el “cándido” DQ duda, pero claro... una moza “carirredonda y chata”, con un lunar lleno de pelos, que dice “tomá que mi agüelo”, que es arrojada al suelo por su borrico y regresa a él de un salto y para más inri huele a ajo... pues, seamos sinceros, no es fácil de colar por una princesa
Merche...si,si;como dicen los mas jovenes...jajajaja."te entendi de una".Por lo menos aqui en Buenos Aires.Besitos.Silvi.
Comentario al capítulo X del Quijote, segunda parte.
Al comenzar el capítulo, se dirige a nosotros el morisco Cide Hamete. Se muestra miedoso y receloso, teme que no le crean, tan grandes son, aquí, las locuras de don Quijote; pero nos asegura que ni quita ni pone nada, tal es la verdad que siempre flota por encima de la mentira.
Don Quijote queda emboscado y manda a Sancho volver al Toboso. Y que no vuelva a su presencia, sin haber hablado con su señora, a quien pedirá que se deje ver de su “cautivo caballero” y le bendiga.
¡Vaya encargo, Sancho! ¿Cómo vas a salir de ésta? Y a la vuelta tienes que darle todos los detalles: cómo te recibe, si se pone colorada, si el nombre la turba y la perturba, si la almohada de su estrado no para quieta, si la parte que descansa encima de la almohada también está inquieta, si apoya un pie u otro, si te repite la respuesta, si cambia el tono, si se atusa los rizos…
¡Qué palabras tan tiernas para levantar el ánimo del viejo hidalgo! Le dices:”ensanche vuestra merced, señor mío, ese corazoncillo, que le debe de tener agora no mayor que una avellana”. El tuyo, tu corazoncillo, no es malo… Y desgranas el rosario de refranes al pelo, siempre dispuestos. Le aseguras que, de día, hallarás el palacio, saltará la liebre.
Dejas a tu triste amo y cuando ya le has perdido de vista, te apeas del jumento para iniciar tu soliloquio, a la manera de los pastorcillos literarios. No vas a buscar algo sencillito, esta vez no has perdido ningún burro. Ay, que este Cervantes se ríe de él mismo. Debes llevar a cabo la ardua empresa de hallar a la “princesa “Dulcinea y hablarla en nombre del famoso caballero que “desface tuertos”.
Lo habéis confesado ambos: ni tu amo, ni tú, la habéis visto jamás. A estas alturas ya sabes que el único palacio habitable para tan irreal dama es la imaginación de tu don Quijote. Mas tus costillas doloridas no quieren ser machacadas por tobosinos recelosos que, garrota en mano, se puedan plantear qué querrá éste que viene preguntando por nuestras mujeres. Eres el mensajero sin culpa, como los de esos romances que tú sabes, pero haces bien, no te fíes. Deja al demonio en paz y piensa.
Tu amo es un loco de atar. Ya está, lo has soltado, te habrás quedado a gusto. Y reconoces que tú mismo participas en su locura, siguiéndole. Y, quién dijo que eras un mentecato… Piensas que, si para tu amo, los molinos eran gigantes, las mulas dromedarios, los carneros soldados…no te sería difícil hacerle creer que una labradora sea la señora Dulcinea. Y si no lo cree, insistirás y terminará por echarle la culpa a algún maligno encantador que lo muda todo. Mira por dónde, en este capítulo, el sabio encantador vas a ser tú, ya nos lo indica el título, tú vas a encantar a Dulcinea.
Loco no sé, pero cuco…Esperas hasta la tarde que si te presentas ahora, aunque parcialmente loco, no se creerá que has ido y has vuelto. Pasan las horas. Ya puedes volver. Pero ¿qué ven tus ojos? ¡Qué idea! Vienen hacia ti tres labradoras, sobre sus pollinos o pollinas. ¡Ya tienes a Dulcinea con toda su corte principesca!
Deprisita vas hacia donde dejaste a tu señor. Suspira, se lamenta mas tú le confortas: este día estará marcado con la V roja de la victoria. Sólo tiene que salir al raso y verá a la mismísima Dulcinea con sus dos doncellas, cubiertas de oro, perlas, diamantes, rubíes, brocados…los cabellos al viento y montadas en unas “cananeas remendadas”…
Don Quijote te promete, en premio, por la buena nueva, el mejor despojo que gane en la primera aventura o las crías de tres yeguas preñadas. Te atienes a las crías, que lo de los despojos no lo ves tú muy claro, ya sabes tú que, aparte de la leña, poco se saca en limpio de esas aventuras…y no siempre se encuentra una maleta como la de Cardenio.
Sigue
Pero tu señor sólo ve a tres labradoras montadas en borricas y ahora eres tú el sabio Frestón que ha de realizar el encantamiento. ¿Borricos dice vuesa merced? No, tres hacaneas blancas como la nieve. Abra bien los ojos y venga a hacer reverencia a la señora de su pensamiento. Y te apeas de tu jumento, te arrodillas ante ella y ¡cómo hablas ahora Sancho! “Reina y princesa y duquesa de la hermosura, vuestra altivez y grandeza…” ¡Esto es el Reino del Revés!
Tu asendereado amo también se pone de hinojos, con ojos desencajados mira a la moza carirredonda y chata, se ha quedado sin habla. Las aldeanas pasmadas contemplando a los dos de rodillas, hasta que la detenida les pide, en un falso lenguaje rústico, que se quiten de en medio, que tienen prisa.
Y sigues asombrándonos, Sancho, dirigiéndote a la “princesa y señora universal del Toboso”, que si su magnánimo corazón, que si la columna de la caballería…Y otra de las labradoras que exclama no sé qué de la burra de su suegro y se queja de estos señoritos que se burlan de las aldeanas. Os invita a que sigáis vuestro camino, como aquellas serranas del marqués poeta.
Don Quijote te pide que te levantes, se da por vencido, la fortuna no le permite ningún contento. El maligno encantador ha mudado el rostro sin igual de Dulcinea en el de una labradora fea .Y, cuando se dirige a ella con dulcísimas y caballerosísimas palabras, la contrahecha aldeana le manda a paseo con sus rústicas exclamaciones, no sé qué de su agüelo…Las dejas ir y no sabes cómo disimular tu contento, qué bien has salido de ésta, pillín.
La que hizo de Dulcinea pica a su burra con un aguijón y el animalito, agobiado, se arquea y la tira al suelo. El amante caballero va a recoger a su dama -labradora y tú a recoger la albarda -silla de montar. Mas ella ya sabe lo que hacer en estos casos, coge carrerilla y, de un salto se sube a la pollina- hacanea, montándola a la jineta y haciéndola correr más que el viento. Al verla, te acordabas de los famosos jinetes cordobeses y mexicanos. Y sus compañeras no se quedan atrás. Menudo cuadro cómico.
El de la Triste Figura está más triste que nunca. Los encantadores le quieren tan mal que le privan de ver a su señora tal y como es. Proclama que nació para ser el blanco de las desdichas. Incluso le han privado de lo que es tan propio de las señoras principales: su buen olor. Hay que ver qué peste a ajo llevaba la saltarina.
Ahora te toca a ti echar las maldiciones a esos encantadores. Exclamas que quisieras ver a esos malintencionados ensartados , como sardinas espetadas. Para consuelo de tu amo le das un repaso a las partes que componen su belleza: los ojos de perlas trocados en agallas, los cabellos de oro en cerdas, sus facciones de buenas en malas…Pero rectificas, no si…tú nunca viste su fealdad, casi metes la pata. Y añades que, además de hermosa, poseía un lunar de los que puntúan mucho a la hora de calificar beldades: sobre el labio derecho, con unos siete u ocho cabellos rubios de más de un palmo…Muy largos nos parecen, y a nuestro hidalgo también. Pero le quedan muy bien esos pelillos ,se pueden hacer trenzas, que no puede haber nada imperfecto en la que es perfecta. Todo un experto en altas bellezas, te señala la correspondencia de ese lunar con otro en el muslo. ¡Qué atrevimiento el de vuesa merced!
Y, por último, te pregunta sobre la silla que él vio como albarda. Silla rica y cubierta que valía más de un reino, mira que eres exagerado, y don Quijote, compungido, se declara como el más desdichado de los hombres. Mientras , tú haces enormes esfuerzos para disimular la risa. Ay, Sancho…
Subís en las bestias y tomáis el camino de Zaragoza. Sucederán grandes cosas antes de llegar a vuestro destino.
Un abrazo para todos.
María Ángeles Merino.
O que eu aprendo contigo, caríssimo Pedro!!
Nem sabia da fala de Sayago, imagine-se...
Bom final de semana.
¡Pedro!¡Necesitamos a nuestro Quijote ya mismo para solventar el entuerto!
Me han mandado una carta de Sampedro en contra de una pretensión absurda de la SGAE. Al parecer quieren cobrar 20 céntimos por cada libro que se saque de una biblioteca.
No sé si estoy escandalizada, compungida, cabreada... a lo mejor estoy confundida.
Ya está sobrado que ir a la ópera, al teatro o a una buena actuación a veces te deje el monedero flaquito, que ver la mayoría de los museos te cueste pasta, que ir a la librería suponga un quieroynopuedo... y ahora esto.
Me niego a que el hecho de leer se convierta en artículo de lujo.
Me gustaría saber que opinas y, por supuesto, como ven este tema todas las personas que frecuentan La Acequia.
Un besote.
Concha.
Soy bastante ignorante en la materia pero leer todo esto para mí es muy fuerte. Mi humilde conclusión es que Cervantes es un maestro, un malabarismo del lenguaje para hacerlo confuso, aunque genial para narrar historias.
Desde luego, es como si Cervantes en los años que precedieron a la escritura de la segunda hubiese estado meditando sobre lo que pretendía hacer sentir con ella. Voy descubriendo que no solo es un montón de capítulos para ridiculizar las novelas de caballerías, es mucho más...es casi una forma de pensamiento legada gratuitamente a sus lectores. Saludos
Voy a comentar aunque quiero leer el capítulo con tus explicaciones dos veces más, por lo menos.
Veo que los compañeros de lectura practicamente tocaron todos los puntos, asi que diré tres cosas que más me impactaron en las dos lecturas que llevo hasta ahora.
1- Me gustó muchísimo la descripción que DQ le da a Sancho de las señas que tiene que observar en su amada Dulcinea luego de decirle : "Y no te turbes cuando te vieres ante la luz del sol de hermosura que vas a buscar".
(las 10 instrucciones a las que ya aludió aquí MARGA, un poco más arriba). Cervantes tenía muy en claro no sólo las alteraciones psicológicas que produce la emoción amorosa sino también, su reflejo en el lenguaje corporal.
2. Me impactó la evolución del personaje de Sancho, capáz ya de tales maquinaciones y su bien marcada falta de escrúpulos, que ya vimos ir creciendo desde los capítulos anteriores de esta segunda parte y que de inocente, no tiene nada. ¿Crítica social?
3. Quiero reflexionar sobre la frase de DQ: " mira no me engañes, ni quieras con falsas alegrías alegrar mis verdaderas tristezas": cuantas veces no aceptamos el dolor de un ser querido, no aceptamos que debe y necesita vivenciarlo y tratamos de que se disfrace con una máscara de forzada alegría o nos vestimos nosotros de monigotes para distraerlo, cuando lo único que deberíamos hacer es, estar y acompañar.
Qué sabia esta frase de Cervantes...
Besos
Sancho sigue sumido en una nube. Veremos próximamente si mantiene lo conseguido o regresa al puesto que en teoría le corresponde.
Es fantástica su capacidad de análisis. Se ha vuelto de un plumazo un autentico estratega. Veremos que sucede a partir del XI capitulo.
Un fuerte abrazo
Vuelvo de las vacaciones, querido Pedro. Poco dura lo bueno ¿verdad?
Encantado de reintegrarme a la lectura de tu blog.
Un abrazo.
Hola Pedro!!
Ante todo pedirte disculpas, por mi demora en visitarte. No doy a basto con todo, ni dispongo del tiempo suficiente. Se que me puedes comprender.
Ahora con un poco de tiempo, me pongo al día con tus escritos.
Recibe un generoso y cálido abrazo de luz, para todo tu ser.
Beatriz
Quedará la incógnita de como fue la verdadera Dulcinea. De momento la supuesta, era de armas tomar.
Respecto a Sancho, nos dará algunas sopresas. Ya lo dijo el cura: "que ya yo sé de esperiencia que los montes crian letrados y las cabañas de los pastores encierran filósofos.
Esperando el siguiente capítulo, y disfrutar con ello. Os dejo un abrazo.
Los párrafos que más me han gustado en este capítulo:
— Cuando DQ le dice a S. en qué se tiene que fijar cuando hable con Dulcinea y la frase final: ...entre los amantes, las acciones y movimientos exteriores que muestran, cuando de sus amores se trata, son certísimos correos que traen las nuevas de lo que allá en lo interior del alma pasa.
— El diálogo consigo mismo: es digno de diván de psicoanalista.
— El encuentro con las labradoras.
— El discurso de Sancho hacia los encantadores: Bastaros debiera, bellacos, haber mudado las perlas de los ojos de mi señora en agallas alcornoqueñas, y sus cabellos de oro purísimo en cerdas de cola de buey bermejo, y, finalmente, todas sus faciones de buenas en malas, sin que le tocárades en el olor; que por él siquiera sacáramos lo que estaba encubierto debajo de aquella fea corteza; aunque, para decir verdad, nunca yo vi su fealdad, sino su hermosura, a la cual subía de punto y quilates un lunar que tenía sobre el labio derecho, a manera de bigote, con siete o ocho cabellos rubios como hebras de oro y largos de más de un palmo.
Besos
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