A veces el cielo nos amenaza, fragmentado en cuajarones de derrotas: se espesa, cuarteado, sobre las copas de los árboles invernados y nos sobrecoge, desprevenidos como vamos a nuestras cosas. Si el cielo viene herido así es más inminente el peligro: se desprenderá a grandes trozos, como el yeso del techo afectado por una gotera. En esos momentos, no sirve ya ni el ligero y cálido refugio del hogar y quedamos indefensos al vendaval y al frío. Sólo un mínimo gesto puede hacer nuestra propia derrota más digna. O más cobarde.
4 comentarios:
Árboles en impaciente espera, semejando las manos que amasarán y moldearán los cuajarones de leche en la quesera, transformando la eventual derrota en permanente victoria.
Magnífico contraluz con zonas de misterio.
!Otras¡ Vuelvo después de unos días sin internet y veo que has estado hiperactivo... Los leeré con calma.
¡Feliz año nuevo!
Salud y Suerte.
Magnífico. El mantener los árboles en el encuadre hace que la foto sea terrenal no sólo aerea.
PANCHO: el misterio. De ahí nace todo.
NACHO: salud y suerte, compañero. Por cierto, ya me di el paseo por nuestro río.
JAVIER: Ése era el efecto buscado.
Gracias a los tres por dejar vuestros comentarios en estas fechas.
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