El arte moderno, a partir de finales del siglo XIX, supo luchar contra la figuración evidente de las formas. Buscó la revelación de nuevos caminos para contarnos los objetos y abrió una puerta que amplió el mundo hasta lo ilimitado porque la nueva manera halló no sólo el inédito relato de las cosas sino nuevas realidades hasta entonces no vistas porque no había forma de mirarlas.
Con furor parecido hice decenas de fotografías de esta fachada para que no me pareciera la misma que he visto tantas veces. Pero allí se empecinaba, en cada centímetro de piedra, intacta. Sin embargo, de la firme destrucción del conjunto, de cada grieta, salía la aspiración de monstruo, locura y abismo.
5 comentarios:
Por motivos bien diferentes yo tambien me he hecho cientos de fotografias en esa fachada...y vivido muchas cosas dentro de los anexos a esa iglesia
Piedras enfermas...
Del dormitar de la conciencia
Del óxido de la rutina
De la costumbre
Desde mi locus amoenus(gracias por el enlace)
Maestría en la forma de contraponer estos términos con:
Atracción del abismo
Vértigo de la locura
Frontera al vacío
creando la tensión que genera la creación literaria.
La perspectiva lo es (casi) todo.
Un abrazo
Parecen los recovecos de un radiador.
BLOGÓFAGO: piedras enfermas (y una de las claves del texto).
ANÓNIMO: gracias por resumir las líneas de las últimas entradas que, en efecto, se leen desde la poética.
PABLO: y el inicio de todo. Abrazos.
JAVIER: un radiador de piedra que nos permite llegar adentro.
Gracias a todos por vuestros comentarios.
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