El mundo es tan frágil e incierto que, para sobrellevarlo, necesitamos apoyarnos en narraciones mágicas. Todas ellas fueron creadas por alguien aunque no conozcamos su nombre. Algunas nos manipulan para ponernos el bocado como a las caballerías: freno a la originalidad del pensamiento o cauce forzado de sentimientos colectivos. A veces el bocado lo aceptamos mansamente por nuestro miedo a ser libres. Pero no quiero hoy caer en lo teórico y llevar la argumentación a lo político, lo teológico ni lo histórico. He pasado mala noche y llevo un mal día, estoy cansado y con desgana. Qué se le va a hacer. Quizá necesite descansar la mirada.
Voy a contar un secreto. Uno, en su vida, ha hecho muchas cosas, como todos. De algunas no quiero acordarme, de otras voy haciéndolo por aquí. De joven trabajé como guía turístico una temporada. Hablo de hace más de veinte años. Ya contaré mis experiencias en el interior de la Catedral de Burgos que merecerían ser narradas por Esquivias no sé si en su purgatorio o en su infierno. Pero hoy toca esta fachada barroca, la de la Universidad de Valladolid.
Un verano, con un grupo al que había acompañado a Salamanca mostrándoles el manido tópico de la rana de la fachada de la portada de la Universidad, surgió la pregunta de si en la de Valladolid no había animal emblemático. No sé por qué les dije que no pero que, si tuvieran la osadía de contar el número de columnas de la fachada, corría la tradición de que no aprobarían jamás los estudios. Algunos, los menos supersticiosos, iniciaron la suma. Otros se taparon los oídos, alarmados. Reconozco haber pasado un rato divertido. Volví a contar la anécdota varias veces ese mismo año y en los siguientes, a grupos de visitantes pero también a amigos y compañeros. Lo gracioso del asunto es que, tiempo después, cuando yo mismo lo había olvidado, una persona me la contó como algo que se decía desde antiguo. Ya no sé bien si me inventé la historia o la había oído de niño y la rememoré de forma inconsciente.
Quizá ahora debería pensar algo para mis gárgolas del Hospital del Rey de Burgos para recibirlo cuando esté a punto de jubilarme y dude ya, definitivamente, de todo. Si me sobrevivo.
Todavía hoy no he sumado el número de columnas, pero sí que le he contado la leyenda a mi hija Elena.
11 comentarios:
Hola!
Es lo que tenemos las personas, que hacemos creíble una historia sin preguntar. Es como los rumores, nos da igual si son ciertos o no, lo "importante", parece ser, es que existan y puedan pasar de boca en boca. Por eso también existen esa clase de programas "del corazón" que se auto alimenta de ellos... Programas que por cierto no me gustan absolutamente nada pero que, si soy sincera, hace unos años veía.... Gracias a dios he reaccionado a tiempo…
Eso sí, la historia me ha resultado divertida y ha hecho que sonría en un día también algo malo (o estresante) para mi...
Besicos y ánimo que los malos días pasan enseguida...
Magnífico rumor...lo has convertido en una auténtica leyenda urbana...yo por si acaso no las contaré...no vaya a ser qeu suspenda un master que inicio...un saludo
Hola Pedro:
Conozco la leyenda la oí contar desde niño y, por supuesto, nunca conté las columnas no sé si por miedo a no acabar la carrera o por ser un ácrata al que no le preocupan las supersticiones. El caso es que no terminé la carrera, me falto una asignatura para hacerlo. Quién sabe a lo mejor las conté inconscientemente...
Por algún lado deben empezar las leyendas urbanas, así que, si involuntariamente has creado una de ellas, siéntete afortunado. Al no ser de la zona desconocía esto de la Universidad de Valladolid, pero si alguna vez me acerco por allí, dado que no tengo previsto estudiar ninguna carrera más, me permitiré el lujo de contarlas, ni que sea por mera curiosidad.
La rana de Salamanca sí la vi cuando visité esa ciudad, en 1999. Por aquel entonces sí estaba en mi época universitaria y, a pesar de ver la rana, suspendí una asignatura. Lo cierto es que vi la rana porque me ayudaron a localizarla. Al suspender la asignatura, me pregunté si la 'trampa' habría influido en mis resultados académicos...
Saludos.
Hola a todos y gracias por vuetros comentarios.
NEREA: me alegra poner sonrisas, y me gustan muchos tus "besicos" zaragozanos. Sigue así.
MANUEL-TUCCITANO: ya sabes, por si acaso... y suerte.
NACHO: es que el inconsciente juega malas pasadas. Ahora te hubieras licenciado aun habiéndolas contado: con el tribunal de compensación se puede obtener el título con una asignatura suspensa. A este paso no nos dejarán hueco para las leyendas.
ANTONIO: ¿Ves? Eso te pasa por hacer trampa. Tú, por si acaso, no las cuentes, no vaya a ser un mal fario hereditario.
Yo he oído muchas veces una versión parecida que se daba como muy antigua: no se licenciaba el que contase los leones de las columnas. Yo pertenecí a la última promoción de la Facultad de Filosofía y Letras que estudió allí la carrera completa, antes del traslado, y (no sé si por superstición o por pereza) nunca los he contado.
Un abrazo
Como sabes, Pablo, yo ya había pasado por allí "algunas" promociones antes y hacía años que había ocurrido lo que cuento en el post.
Por cierto: buen encuentro familiar. Que lo paséis bien.
Esa leyenda se contaba antes, yo la oí en 1981 ó 82.
Divertido en todo caso.
Esas son las fechas por las que comencé a contarla, Luis. Gracias por tu testimonio.
Hola, nací y vivo cerca de la universidad hace 55 años, en mi vida habia oido algo parecido, ni tan siquiera a niveles profesionales, soy guia turistico oficial,. Eso sí yo conté los leones y columnas (que no tienen el mismo número) hace muños años cuando en un programa matinal de radio Valladolid formularon esa pregunta con el premio de dos entradas para el, hoy desaparecido, Cine Roxi. desde entonces he aprobado muchos cursos en mi vida estudiantil.
Miguel
Gracias, MIGUEL ÁNGEL. Supongo que como aquellos que jamás encontraron la rana en la fachada de Salamanca sin ayuda y aprobaron... Pero ya sabes, por si acaso...
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