miércoles, 9 de mayo de 2007

La calle



Si la acequia guarda el misterio de mi infancia, la calle retrata la adolescencia. Aquellas calles grises de mi descubrimiento urbano, cerradas y abiertas, oscuras y luminosas. Hay un momento en el que nos lanzamos a conocer la calle. Salimos del reducto de juego que supone nuestro barrio y nos aventuramos, con la pandilla o solos, por territorios desconocidos que nos asombran. Recuerdo la sensación de temor y aventura, de gestos dramáticamente exagerados y miradas casi infantiles aun pero que pretendían ser muy adultas. Ir al centro. O bajar a la ciudad, como se decía en mi barrio, sintiéndonos extraños y fronterizos. Atreverse a doblar por una esquina y apartarnos del camino conocido para descubrir rincones nuevos con la sensación de no saber si seremos capaces de volver a encontrar una calle ya paseada que nos oriente. La ciudad, entonces, se convierte en un laberinto. En un laberinto de nosotros mismos. Encontrar la salida depende, casi siempre, de un azar del destino. A veces, por la noche, me despierto agitado tras haber soñado que aun sigo dando vueltas por aquel laberinto en el que todas las calles terminan en un callejón sin salida.

4 comentarios:

Francisco O. Campillo dijo...

La calle es ese territorio que nos invita a la exploración constante porque cambia a cada momento. Como en el Burgos de la última novela de Esquivias, que tanto me recuerda el realismo mágico.
Hoy, la calle es patrimonio exclusivo de los adultos, y los más pequeños tienen que recorrerla protegidos por sus padres o algún abuelo. O tal vez por su "cuidadora".
Espero ansioso la reconquista de la calle por parte de la infancia.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Para que los niños conquistaran la calle deberían desaparecer los coches en primer lugar. Me temo que hemos equivocado el sentido del progreso.

Anónimo dijo...

Estancados en instantes remotos que no podemos arrancar de nuestra piel...Abrir la ventana al despertar y aspirar nuevos retazos vírgenes de vivencias, abandonando por un instante la seguridad de lo sabemos que no puede cambiar porque ya ocurrió.

De nuevo gracias por el salvoconducto para un paseo virtual tan ameno e interesante. Lo caminaré paso a paso con los ojos bien abiertos. Prometido.

Buenas noches.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

Querida ssuprema: Contigo me llegan aromas mediterráneos. Gracias por tu llegada. Ésta es tu casa.
Buenas noches.