lunes, 14 de mayo de 2007

Cabeza de hombre angustiado.

Esta cabeza de hombre angustiado (o asqueado, enfermo o torturado, según las épocas), me acompaña desde 1987 en todas las mudanzas que he hecho. Y son muchas. La modeló en arcilla Helena, la única mujer de los cuatro compañeros que alquilamos un piso-estudio por la subida a San Isidro. La aventura duró poco, y hace muchos años que no he vuelto a ver a ninguno de ellos. Sin embargo, de aquellos meses guardo esta cabeza que me reclama justo ahora, veinte años después. En ocasiones, ha estado medio oculta en un rincón de una estantería, quizá el más oscuro. Ahora la tengo encima de la mesa de trabajo, justo enfrente de mí. Si levanto la cabeza de las teclas del ordenador, es lo primero que veo. Me he inspirado en ella para algún poema. De vez en cuando me quedo observándola. Cabeza de hombre angustiado, cabeza de hombre asqueado, cabeza de hombre enfermo, cabeza de hombre torturado. ¿Qué tiene de mí para que haya seguido conmigo después de tantos cambios? Si los objetos van adquiriendo el alma de su propietario, ¿esta cabeza ha sufrido mis mismos cambios? Y si es así, ¿qué significa ahora esa mueca de los labios?

2 comentarios:

Caelio dijo...

Qué bonito. Me siento cercano a tu reflexión poética. Quizá refleja el gesto de veinte años de oscuridad.

Pedro Ojeda Escudero dijo...

...la oscuridad condensada en arcilla. Quizá, ahora, que ha salido a la luz vaya a tener, poco a poco, un gesto más amable. Gracias por tus palabras, Caelio.