El sábado por la tarde, las calles del centro de esta ciudad se llenaron de invitados a varias bodas. Sobre ellos descargó con furor la tormenta. Llovió, y por las calles que se despeñan desde el monte del Castillo bajaban torrenteras de agua que desaguaban en las plazas con ganas de arrastrar todo hacia el río. Los hombres, incómodos en sus trajes nuevos, portaban paraguas con los que intentaban cubrir tanto disfraz femenino. Ellas, con sus zapatos abiertos y sandalias de tacones sorprendentes, desesperaban por llegar a las iglesias.
Me refugié unos instantes en el Bar España, que tantos recuerdos tiene para mí de otros tiempos. Cuando amainó, caminé sin rumbo por las calles. Anocheció y seguí paseando bajo el frío húmedo. El Ayuntamiento había instalado cañones de luz que proyectaban el nuevo logo de la campaña con la que se aspira a conseguir la Capitalidad cultural europea de 2016. Se creaba así una ilusión de cruce entre las piedras antiguas y la modernidad sobre la fachada trasera de la Catedral y también sobre el Arco de Santa María. ¿Se pretende de verdad una capitalidad cultural o lo cultural es sólo excusa para aumentar el negocio empresarial? A veces da miedo pensar que la cultura se refleje sólo en un Libro de Cuentas. Estos deberían usarse, sobre todo, como lo hizo Bécquer en su Libro de los gorriones.
La ciudad se me había ido transformando y, por momentos, me recordaba al Purgatorio de la Ciudad del Gran Rey, de Esquivias. Ya de madrugada, respiré y me arrojé, sin dudarlo, al misterio de tiempo en el Pasaje de la Flora.
2 comentarios:
Algun dia hablaremos del Cafe España...
Hace siglos me mostraron este local. Llegué a él con cuatro mujeres encantadoras. Desde entonces, ha sido una especie de constante en esta ciudad para mí.
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