En algunos poemas que ya no frecuentamos te asaltan, de vez en cuando, versos que parecían escondidos hasta encontrar su momento. Me ha sucedido con La tierra de Alvargonzález, el largo poema de Antonio Machado que llevaba tiempo sin leer y que he comentado estos días en clase. ¿Se lee ahora este poema? Hubo un tiempo en que Campos de Castilla era de obligada lectura en clase. Sirvió, durante mucho tiempo, para reconciliar políticamente a Machado con el régimen de Franco. Se leía desde las claves ideológicas que se querían encontrar tras aquello que se denominó como Generación del 98. Hoy lo podemos leer de otras maneras.
Me he encontrado con un poema lejano a la sensibilidad actual pero con grandes hallazgos plásticos vigentes. La entrada del indiano en la narración es de un impacto de gran efecto visual, casi cinematográfica, como dije a mis alumnos. No menos se puede decir de muchos versos de este poema.
No sé por qué, desde el día del comentario en clase, no puedo quitarme de la cabeza ese verso: por los rincones del sueño. Los dos hijos mayores de Alvargonzález acaban de asesinar a su padre en el sueño que éste tiene junto a la fuente:
Los dos mayores se alejan
por los rincones del sueño.
Entre los fugitivos
reluce un hacha de hierro.
Luego descubriremos que cuando el padre soñaba esto, los hijos le asesinan realmente:
Soñando está con sus hijos,
que sus hijos lo apuñalan;
y cuando despierta mira
que es cierto lo que soñaba.
Seguí mi comentario: hablé del tratamiento de la voz popular en el poema, del romance, de la utilización simbólica del paisaje, de cómo la naturaleza rechaza a los parricidas por haber roto con la tradición que les ata espiritualmente con el verdadero orden de las cosas al matar al padre y no darle tierra, del premio al hermano menor que sí vive respetando el fuego central de la casa y del terruño. Hablé de muchas cosas, pero no pude quitarme de la cabeza ese verso:
por los rincones del sueño.
Y puse nombres actuales a los asesinos de la esperanza. Los vi alejarse con miradas recelosas y fanáticas, por los rincones del sueño, convirtiendo en estériles las antes feraces tierras:
¡oh, pobres campos malditos,
pobres campos de mi patria!
3 comentarios:
Es cierto y perdona, se me pasó meter a A. Machado en mi entrada de hoy (y mencionar el tema de la envidia(. Lo curioso es que la leí varias veces con la sensación de que me faltaba algo, y resultó ser algo muy gordo. Lo enmiendo en la pma. entrada.
Me alegro entonces de que mi comentario venga ahora a esta tuya que estaba silenciosa.
Un beso, Pedro y gracias por todo, todo.
Gracias, MYRIAM, por venir hasta entrada. Besos.
Bueno, creo que fue hace cinco años cuando fuimos mi mujer y yo, otra vez, a Soria, pero esta vez llegamos hasta la Laguna Negra, también otra vez y allí mismo, sentados en un banco cerca del agua, leimos "La tierra de Alvargonzález". Prácticamente estábamos solos. Todo esto para decir que sí, que se sigue leyendo, aunque ya no por obligación. Quizás por los mismos motivos por los que yo ahora llego hasta aquí, años después de publicada esta entrada.
Un abrazo
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