La faena le duró un buen ratillo. Después, dio un paso atrás y sonrió. Había conseguido unir materiales tan diferentes para que aguantaran un tiempo más. Suficiente. Sacó la cajetilla de tabaco, dio un par de golpes en la mano izquierda para que asomaran un par de pitillos y se encendió uno. Mañana será otro día, se dijo. Así todo en su vida. Se encogió de hombros. Poco más se podía decir de las cosas nuevas. Miró sus manos, recogió en la caja el martillo y los clavos sobrantes. Siempre se necesitarán para otro apaño. A comer ya, es hora.
4 comentarios:
Y lo agusto que se queda el cuerpo.
Esos diminutivos tan característicamente castellanos.
Te has puesto en la piel de otro, pero me intriga. ¿Es un cierre, un divertimento, una obra de arte pos moderna?
Hay apaños que pasan a la posteridad. El de los clavos no pedía tanto.
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