jueves, 26 de diciembre de 2024

Entre las hojas, ortigas

 



El suelo del bosquecillo está alfombrado de hojas empapadas por la humedad de estas noches pasadas. Camino entre ellas: una moqueta de la vida futura. Entre la anterior y la que viene, la vida no se detiene nunca.

Se me han pegado las sábanas. Antes de salir al campo, he tomado café en el bar de siempre, en vez de hacerlo al revés. Un bar de barrio que reúne a los habituales: buen café a precio razonable, amabilidad y trabajo, décimos de lotería. La dueña lo abrió un poco antes de la pandemia del 2020 y tuvo que cerrarlo en aquellas fechas, pensé que no aguantaría, pero lo hizo. Muchas horas de trabajo sin cerrar ningún día durante años, para hacerse con una clientela que va o viene a hacer recados a la panadería, el supermercado, la farmacia, la pequeña frutería regentada por un peruano. Desde hace un par de años la ayuda su hija. Me la encuentro a diario antes de amanecer, cuando voy a coger el tren, camino del trabajo. Desde hace un tiempo, cierra los domingos por la tarde y los lunes, por descanso del personal, y su hija está más a menudo. Un parroquiano me informa, sin que yo le pregunte, de que la madre ha enfermado y necesita tomarse unos días por el tratamiento. El peruano tiene la tienda impecable: ordena la fruta como si cada una de las piezas tuviera la mayor importancia, no hay nada al azar. Tiene las mejores patatas agrias de todo el barrio.

Entre las hojas caídas y húmedas, aquí y allá, unas espléndidas ortigas, verdes y pujantes.

3 comentarios:

Emilio Manuel dijo...

Vida tranquila, nada que ver con la vorágine de la ciudad que te obliga a ir de prisa aunque no lo quieras y donde, lo peor, no se conoce a nadie.

Fackel dijo...

La sencillez de tu relato como si fuera página de diario personal hace que nos identifiquemos en lo cotidiano. Ojo a las ortigas; bueno, ya no llevamos pantalones cortos.

Sor Austringiliana dijo...

Las alfombras de hojas tejen sin parar la vida y la muerte, sorprenden al caminante, cuidado, soy una ortiga, guapa pero ortiga..A veces, también asoman desconcertantes huellas humanas, ayer imiraba hojas cuando tropecé con un cartoncillo fúnebre: "el tabaco puede matar al hijo que esperas". Me entró un escalofrío, a mi que ni tabaco ni hijos.
Y la vida de barrio que todavía resiste, esos bares donde te cuentan lo que no preguntas. Disfruta de las vacaciones.