El pasado viernes 5 de julio, falleció en Madrid el escritor José Antonio Abella (nacido en Burgos en 1956). Todos aquellos que lo hemos conocido y apreciado, sabemos de su calidad humana y constancia en el afecto. Tuve la fortuna de tratarlo mucho desde que obtuviera el Premio de la Crítica de Castilla y León, del que yo era miembro del jurado, con una novela sobrecogedora, La sonrisa robada (2014). Antes habían llegado Yuda, La esfera de humo, Unas pocas palabras verdaderas, Crónicas de Umbroso y La tierra leve. Con este bagaje, resultaba sorprendente oírle contar cómo aquella novela fue rechazada por algunas de las más importantes editoriales españolas. Por esto, hubo de fundar su propia marca, Isla del náufrago. Supongo que también por otra de las razones que le caracterizaban: el cuidado muy atento al resultado final de los libros que entregaba a la imprenta, fuera quien fuera el editor.
Tras La sonrisa robada buscó y encontró editores que comprendieran bien sus textos, puesto que había llegado a la conclusión de que importaba más el cariño con el que se trataba al producto literario y la relación entre editor, autor y lector (con el que siempre fue respetuoso) y que el libro estuviera disponible en el largo plazo y no solo en la campaña fugaz que suele caracterizar los lanzamientos de las editoriales más potentes comercialmente. De ahí llegó el feliz encuentro con la cántabra Ediciones Valnera y la vallisoletana Editorial Páramo: El hombre pez, Trampas de niebla, La Llanura Celeste, Aquel mar que nunca vimos, Agnus diaboli.
La jubilación como médico, le permitió dedicarse por entero a la escritura, pero también a la escultura (es el autor, entre otras muchas obras, del famoso Diablo de Segovia, que tanta polvareda levanta aún). Todas sus obras nacían de la preocupación por los débiles que sufren las grandes ideologías y sus injusticias, la lucha moral entre el bien y el mal, la necesaria denuncia de los totalitarismos y una cierta ingenuidad optimista por el futuro del ser humano y su capacidad para la bondad.
Alguno de sus títulos más importantes procedían de la experiencia personal, especialmente La sonrisa robada (que parte de las investigación que realizó para completar Edelgard, el diario en el que un amigo, el artista José Fernández Arroyo, contaba un amor epistolar y su extraña aventura a través de una Europa sumida en las consecuencias de la II Guerra Mundial), Aquel mar que nunca vimos (sobre la historia del maestro Antoni Benaiges, asesinado al inicio de la guerra civil en los mismos lugares en los que Abella tuvo su primer encargo como médico décadas después), Agnus diaboli (que parte de los ataques que sufrió desde 2019 como consecuencia de su escultura segoviana sobre el Diablo) y Cáncer imperator (a partir del cáncer que ha terminado con su vida).
En 2023 obtuvo el Premio Ateneo Ciudad de Valladolid, el segundo más antiguo de España tras el Nadal, con El corazón del cíclope.
Ha dejado completamente escritas y preparadas para la imprenta varias obras más, antes de despedirse de la familia y los amigos. Verán la luz en breve. En total, once de sus obras las ha escrito en estos diez últimos años, en una dedicación constante a la escritura, que se acentuó desde que le diagnosticaron su enfermedad en 2021.
No se me ocurre mejor homenaje que seguir leyéndolo. En este blog hemos informado repetidamente de sus novelas y en el club de lectura que aquí dirijo, hemos leído La sonrisa robada y El hombre pez (pinchando sobre los títulos se redirecciona a las entradas que dedicamos a estas novelas, que se recuperan en orden inverso a su publicación), que bien pueden servir de guía de entrada en su literatura para aquellos que quieran conocerlo o de reencuentro para sus lectores habituales.
5 comentarios:
Hermoso obituario. Me quedo con esa sonrisa a la vida de La sonrisa robada. Lo seguiré leyendo.
Gracias al Club de Lectura y de tu mano, conocí a José Antonio Abella y su "Sonrisa robada", una historia de amor tan hermosa como maravillosamente documentada. Me cautivó aquel escritor y seguí leyendo a José Antonio, entusiasmo que culminó con la del maestro que prometió el mar, qué libro más grande; ayer lo abrí al azar y di con el momento en que se vuelven paralelas sus investigaciones con la despedida a su madre, mujer con otra visión del mundo. Emocionante. Que la tierra te sea leve, amigo escritor. En mayo, en aquella última lección en el Palacio de la Isla, me dijiste que llega un momento en que hay que dejarse ir.
Gracias, Pedro, por dárnoslo a conocer. .
María Ángeles Merino
Paz e Luz para José Antonio.
Estreito abraço para ti, querido amigo.
¡Maldita sea! No me digas, no lo sabía, y qué obra tan interesante tiene. Cuánto lo siento.
Creo que fue un gran escritor y lo descubrimos contigo en el Club de Lectura de La Acequia. "La sonrisa robada", me fascinó, sin embargo "El hombre pez", me decepcionó un poco y "Aquel mar que nunca vimos", me pareció tambiénn muy interesante y bien documentando. Tenía noticias de él a través de María Ángeles Merino y aunque no lo conocí de forma más personal que ella, creo que además de un buen escritor, era una bellísma persona. ¡Qué pena que se vayan la personas de tanta valía, antes de lo esperado!
Besos
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