sábado, 16 de diciembre de 2023

El recuerdo de los que ya no están

 


A veces me asalta el recuerdo de los que ya no están. De Javier, por ejemplo, de Javier García Riobó, quiero decir. De aquellos cafés lentos en los que hablábamos de todo o más bien él me dejaba hablar, paciente, hasta que me sosegaba de ir de acá para allá y me centraba: esto, como aquí, ahora, esto, ya está, ya hemos llegado a lo que de verdad importa, sin más, esto. No aquello o allá o ayer, esto. Miro mi mano ahora: esto. Y la palma de la mano se llena de pronto de cosas ahora: el vuelo de un pájaro en este final de otoño, una rosa última en el jardín de la Casa de Zorrilla, un café en Simancas mientras atardece, el frío de esta mañana que me ha puesto bufanda. Esto: la palma vacía de la mano se enriquece con lo más próximo, con esas cosas que no veía porque estaba allá o ayer o mañana. Luego camino junto a Javier, que ya no está, pero sigue aquí, con la lentitud con la que él iba de un lado a otro fijándose en todas las cosas al paso, deteniéndolas con su mirada, la hoja del plátano caída en la acera con un marrón especial, la lona azul que cubre un contenedor y que no es azul sino azules y olas y aperturas hacia lo más profundo. Pero para eso, me dice con esa voz tan callada que ponía en las cosas importantes, debes acercarte más, para verlas. Y me acerco y veo entonces una abertura como una cuchillada, una herida abierta y es ese estar entre lo de aquí y lo de allí lo que importa y en lo que consiste la verdad de la mirada, la escritura exacta de las cosas para comprenderlas, para intentar comprenderlas al menos y esa herida está también en la palma de mi mano sobre el costurón de otras cicatrices, el sedimento de la vida.

7 comentarios:

mojadopapel dijo...

Javier, y su especial mirada...ay!

Emilio Manuel dijo...

Son fechas de recordar a ausentes.

El Deme dijo...

Somos la huella que dejaron los que se han ido.

Fackel dijo...

Si hago la relación de los próximos e incluso íntimos que ya no están agobiaría. Aquellos tiempos de cafés (muchos de ellos conspirativos), de paseos, de reuniones varias, de intercambios, de publicaciones, de proyectos que cundieron y luego se atrofiaron...se nos han ido amigos que atendimos y desatendimos, compañeros de combates perdidos, maestros, amantes...no se nos han ido aún los recuerdos gratos y la memoria de las dificultades, pero seguimos, seguimos, seguimos...hasta que dejemos de seguir. Brindemos por la fortaleza que nos proporciona ser conscientes de un recorrido y de la existencia de una estación término.

Ele Bergón dijo...

Los unos, los otros, que van, que vienen y siempre nos van acompañando en los días que van pasando, mientras nosotros miramos cómo las hojas, perdidas ya en el suelo y otras señales, nos siguen acompañando en nuestro caminar del tiempo en su infinito.

Besos

Sor Austringiliana dijo...

Nos vamos llenando de cicatrices de ausencias. Nos acompañan. Qué mirada la de tu gran amigo.

Campurriana dijo...

La escritura exacta de las cosas para comprenderlas... Eso mismo, Pedro. Detenerse para entender. Destripar para descubrir. Ahí está todo. Todo lo que tenemos que saber para seguir adelante. Y, además, con la sabiduría de lo que ya no están pero estarán siempre.