Desde mediados del siglo XIX, estos días son días del Don Juan Tenorio de José Zorrilla. La obra, que en su estreno en marzo de 1844 cosechó un éxito mediano tirando a pobre debido a que no se había ensayado lo suficiente y que algunos de los actores estaban completamente fuera del papel, cuando se repuso en un mes de noviembre encontró su lugar adecuado. Especialmente por el empeño del primer actor Pedro Delgado. La historia ya la sabemos, Zorrilla vendió los derechos de edición y representación de la obra (bien, pero sin las ganancias que le hubiera deparado reservárselos). A su regreso de México en 1866 se encontró con que el drama se representaba en noviembre en todos los teatros de España y salvaba económicamente las temporadas de las compañías. Fue inútil que batallara por recuperar los derechos, que combatiera contra su propia obra denunciando los defectos que veía en ella décadas después y que intentara sustituirla por una curiosa zarzuela con el mismo título y música de Nicolau Manent: no puedo hacer nada. La obra ya no le pertenecía y no solo porque no tuviera los derechos sobre ella, sino porque se había hecho un bien común tanto en España como en América. Lo mismo ha ocurrido con los detractores del drama, que los ha tenido y muy importantes. Aunque ya no es lo que fue en cuanto al monopolio de los escenarios en octubre y noviembre, el drama sigue representándose y gustando al público, permitiendo todo tipo de innovaciones y parodias e, incluso, lecturas contrarias al original. Como repertorio ha desaparecido prácticamente, porque también han desaparecido las compañías con repertorio, salvo excepciones. Sin embargo, ahí está siempre, como apuesta de producción y reto para directores de escena y actores.
Ya he explicado en este espacio las causas de la permanencia del drama. En primer lugar, se ha convertido en un rito escénico, uno de los pocos que conserva de verdad el teatro en español. Incluso contando con los montajes teatrales que celebran historias locales, no hay nada parecido al Tenorio salvo, quizá, El misterio de Elche, que no es exportable fuera de esa localidad. De hecho, parte del rito es, sin duda alguna, la lectura teológica de la obra, incluso para los no creyentes, como sucede también en Divinas palabras de Valle Inclán, por ejemplo (no cito por citar a Valle, puesto que fue un fervoroso admirador y plagiador de Zorrilla). Esto hace que al público no le importe verlo año tras año y que espere con atención la manera en la que uno u otro director resuelve las escenas más populares.
En segundo lugar, a pesar de todo lo que el propio autor denunció en su obra, es un engranaje escénico perfecto, que funciona y entretiene. A parte del público le sigue conmocionando la presencia de espectros en escena o emocionando la escena amorosa del balcón; pero también puede interesar a los que ven en todo ello algo ingenuo o hasta naif visto desde hoy (cosa que sucede desde el siglo XIX: reléase el capítulo en el que Ana Ozores acude al teatro en La Regenta).
En tercer lugar, la evolución del personaje principal y el papel otorgado por Zorrilla a Doña Inés (de la que siempre dijo que era el personaje central de su visión del mito), tienen lecturas muy actuales, incluso en sus aspectos más polémicos y que nos siguen interrogando en el presente: ¿es posible el cambio del burlador, su arrepentimiento?, ¿aceptamos que un burlador, un personaje violento que desprecia todo, pueda cambiar? En contra de los que piensan que está muy forzado en el drama, soy de los defienden que está motivado y ajustado al mensaje de la obra. El problema no es del texto, sino casi siempre de dramaturgia.
En definitiva, ahí está Don Juan Tenorio, para quien quiera algo de él.
(Desde que fuera elegido como Presidente de Amigos del Teatro de Valladolid, me he puesto al frente del reto de montar el drama de Zorrilla, una tradición que está en la asociación desde 1987, recogiendo la que promovía su fundador, Ángel Velasco, con su propia compañía. En este ciclo bianual hemos contado con la dirección de Francisco Pardal, que ha contribuido a humanizar la lectura de la obra. A lo largo del año, la representamos en junio en la calle, en Valladolid, y en estas fechas en el Teatro Zorrilla de la mano del empresario Enrique Cornejo, al que agradecemos la generosa ayuda para que este montaje sea posible desde que se hizo cargo del teatro en 2010. También la hemos llevado a otras localidades. Sin embargo, yo no soy más que una demostración de la tradición del Tenorio: recojo lo que tantos han hecho antes y lo dejaré en las manos de quienes me sucedan.
En el presente año las representaciones tienen lugar en el Teatro Zorrilla de Valladolid los días 31 de octubre, 1, 2 y 3 de noviembre, a teatro lleno, como es habitual.)
5 comentarios:
Cada año por estas fechas es un rito ver esta puesta en escena.
Felicitaciones por tu labor y la de todo el elenco organizativo y de representación.
El Tenorio vive, incluso maquillado y dado la vuelta. Algo tendrá el agua que hizo manar José Zorrilla.
Enhorabuena, Pedro, por tu trabajo y los éxitos.
Maravillosa tarea la de todos y cada uno de los que se esfuerzan por dar nuevos aires y vida renovada a Don Juan Tenorio.
Te felicito pelo teu trabalho, querido amigo.
Besos e feliz Novembro.
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