miércoles, 10 de mayo de 2023

Huellas de tiza sobre el mostrador

 

Han florecido los rosales silvestres. ¿Son estas flores aquellas de hace unos años? Sé que es imposible, me separan de aquellas sus buenas cinco horas de viaje en coche más dos horas de paseo con la mochila a cuestas. Los pétalos se abren al sol como aquellas y el arbusto es idéntico. Rosa canina, porque las espinas tienen la forma del colmillo de los perros. Estas de aquí, en la raya con Portugal, han goteado el campo de blancura. ¿Distinguen estas flores si están aquí o allá, si están entonces o ahora? Son presente absoluto bajo la luz del sol, que juega con ellas en esta fresca mañana del monte, en un ligero beso que las estremece un momento, como si soñaran. Llegarán a escaramujo, cuando lleguen.

Donde estoy hoy, es todo monte, como si siempre fuera.

Al pasar, en el pueblo aquel, había una tienda que lucía aún el viejo rótulo de ultramarinos en la fachada. Dentro, el comercio se había renovado por completo y era una panadería moderna, con cafetería y botillería y los camareros tomaban nota en una tablet pulsando sobre la imagen de una taza de café, un vaso de cerveza o un bizcocho. Al fondo, ronroneaba el motor de una vitrina de helados. En el aire, sin embargo, persistía el olor de los sacos de legumbres, la solidez de un antiguo mostrador alto de madera y el papel de estraza. Estuve por preguntar si debajo de la moderna caja registradora había huellas de las cuentas a tiza para cobrar a los clientes.

8 comentarios:

Fackel dijo...

Las tiendas de ultramarinos (qué nombre tan fantástico) estaban repletas de olores. A medida que leía el párrafo recomponía algunos establecimientos de aquel tiempo, con los arenques en las cajas circulares en la fachada, lo sacos de legumbres, la máquina para rellenar de aceite las botellas de clientes, el bacalao reseco, etcétera.

María dijo...

Seguro que sí ; )
To deja su impronta y aunque nada es, lo mismo que alguna vez fue,
en esencia sigue siendo exactamente igual que lo que siempre ha sido.

Un beso

Emilio Manuel dijo...

Olvidémonos de esas antigüedades, dicen que hay que renovarse... a peor.

Sor Austringiliana dijo...

Precisamente ayer me acerqué a los rosales silvestres, a ver si había flores. Las había. Son los de la orilla del río Arlanzón, los de la Quinta, los que para siempre quedarán en mi memoria unidos a quel mayo con paseo controlado. Descubrí las rosas caninas, al mismo tiempo que las tuyas, las de Béjar, asomaban entonces por aquí, tan bien cantadas y fotografiadas.
Todo lo viejo vive en lo nuevo, me vienen a la memoria unos lápices de tinta que los viejos tenderos usaban, tal vez los esconda la cajera del supermercado donde hago la compra.
Los rosales de antes viven en los de ahora.

Francesc Cornadó dijo...

Las cuentas a tiza están en el recuerdo como las flores silvestres de los años anteriores, el presente son nuevas flores con el paisaje renovado. Todo es lo mismo, y cuando marchemos habrá un paisaje con las mismas flores y el recuerdo de este presente que pasa.
Saludos

Rita Turza dijo...

Maravillosos siempre tus retratos de interior.

Un abrazo, Pedro.

Recomenzar dijo...

Un cuento que los ha hecho volar

El Deme dijo...

Olor de congrio, de arenques, de pimentón... y los dependientes vestidos con guardapolvos.