miércoles, 29 de marzo de 2023

Alguien viene de la playa

 


porque la escritura se impone incluso cuando ya no hay nada y si esto fuera así un río que reclama su cauce y nadie estuviera aquí para verlo qué tendría que hacer el último de nosotros para narrarlo como cuando dejamos la casa y procuramos cerrar la puerta con amor como si fuéramos a volver cualquier día de estos

En una caja de cartón han aparecido unas fotografías de hace unos años, bastantes ya, que no recordaba. Quizá treinta años. No es que no recordara tenerlas, es que no recordaba ni siquiera que existieran. Esta de aquí, por ejemplo, junto al mar, ¿de cuándo es? ¿Qué mar es el que tengo a mi espalda? ¿A quién miro, quién me hizo la fotografía? Antes de escanearla, la he sostenido en mis manos. Ni siquiera en el reverso figura la fecha, como solía pasar al revelar las imágenes. No me orienta tampoco el conjunto de fotografías entre las que ha aparecido, que no guardan ningún orden, como si esta caja de cartón fuera un cajón de sastre en el que fui arrumbando un presente que hoy es pasado. Si en vez de venir hasta mí ese día hubiera decidido ir hacia otro futuro. No sé, prolongar aquella estancia hasta hacer inútil el regreso, por ejemplo. Sentarme a ver cómo atardece en ese mar y ser feliz.

La noche cae
sobre el mar
en horizonte.
Durante unos minutos,
todo claudica
hacia el silencio.
Alguien
viene de la playa,
recién nacido del agua,
y me besa,
me besa
con la ternura
de las últimas veces,
me besa
por tercera vez
y me abraza.
En los labios
queda el beso
palpitante
mientras se aleja.
Van naciendo
las estrellas
y las luces de la ciudad,
sobre el agua,
no recuerdan
el nombre
de las calles
que alumbran.
Es tan de noche
que no distingo
mis manos.

© Pedro Ojeda Escudero, 2023


12 comentarios:

María dijo...

Los recuerdos habitan en la piel del alma.

Qué bella entrada. Un placer volver a leerte, Pedro.

Besos.

andandos dijo...

Es posible que a lo largo de los años seamos personas distintas. Hasta los treinta somos unos, de treinta a sesenta otros y después otro más. Y cuesta, a veces, reconocerse. A mí me pasa y a otros también. Es posible.

Emilio Manuel dijo...

A veces hay que dejarse llevar.

Sor Austringiliana dijo...

Un beso encerrado en una caja de cartón

Fackel dijo...

Emotivo poema. Quien no sabe de ser besado en una playa no conoce el sabor del mar.

São dijo...

Também já me aconteceu olhar para fotografias e ficar sem saber onde as tirei nem com quem estava... só que não tenho depois o teu talento para escrever poemas.

Besos

Francesc Cornadó dijo...

Al contrario del hombre del acantilado de Caspar David Friedrich, aquel daba la espalda al mundo y miraba el mar, tú has preferido el mundo donde los besos te esperan.
Buen poema.
Saludos
Francesc Cornadó

Luis Antonio dijo...

Hago mío el comentario de Francesc Cornadó.

Saludos cordiales

El Deme dijo...

No sabes quién es, pero te suena...

Ele Bergón dijo...

El presente te ha llevado al pasado en esas fotos que tenías en el olvido, pero que sí existió y este mismo presente te está llevando a un futuro imaginado, que en otro lugar y tiempo también recordarás.

El juego de los días con sus horas, a veces tristes y otras felices, no deja de acompañarnos.

Besos

Joaquín Rodríguez dijo...

Es curioso cómo, en ocasiones, no nos reconocemos en las fotografías, como si a veces fueran de otros o de vidas alternativas que no hemos vivido. Cada día conlleva multiples senderos y solo escogmeos algunos sin saber que habría sido si.... pero en este caso es diferente, fue un momento vivido que ha pasado sin huella y solo queda como ese fósil que un día fue un animal palpitante y hoy solo es huella de un hueco hecho piedra. Un saludo

Myriam dijo...

¡Qué interesante esta reconstrucción poética de un pasado que no recuerdas! El poema es precioso.

Con tantas mudanzas intercontinentales, a mí no me queda nada.


Besos