A media mañana flotaban en el aire pequeñas chispas de nieve helada. En el Parral, todo parecía haberse suspendido. El cielo, opaco. Me paré en mitad del parque, a contemplar el frío, la danza suave de las motas blancas que se resistían a caer y se posaban en mi abrigo, en mi pelo. Eche de menos el verdugo azul marino de mi infancia y la bufanda anudada en la nuca por mi madre. Un nudo firme, que me ataba al mundo mientras pasaba junto a los almendros aún invernizos, camino del colegio. Hacía hoy un frío de aliento en las manos, llanto en los ojos y lana húmeda. Mi madre encendía la bilbaína con las hojas arrugadas del periódico del día anterior, ramitas y piñas secas, antes de echar el cisco con el badil. En aquellas llamas ardía Franco inaugurando pantanos, alcaldes con bigotín y trajes oscuros, los gatos de El Norte, las esquelas de los difuntos, la programación de los cines de sesión doble, la conjuración judeomasónica, la moda de París y el lujo de Montecarlo, la bendición papal urbi et orbi, las noticias de suceso, la última proeza deportiva del Zorrilla, las cejas partidas de los boxeadores, los entrelineados y las gacetillas curiosas. En la chapa bailaban las castañas asándose. Yo las miraba desde la mesa de la cocina en donde hacía los deberes. No he vuelto a sentir nunca un nudo como el que me hacía mi madre en la bufanda, encima del verdugo azul marino. Ando perdido por el mundo, talaron hace mucho aquellos almendros que nevaban marzo de ramitos de novia, bajo los que recibí mi primer beso en los labios siendo aún un niño que no sabía nada de las cosas, si es que hoy sé algo más que entonces, ni siquiera el camino de regreso. Y hace frío.
14 comentarios:
Ayer hizo tanto frio que estrené verdugo y bufanda, no me la puso mi madre como en aquellos frios, me la puse yo, en cuanto a lo demás, de aquellos barros estos lodos.
Saludos
¡Qué hermoso texto, querido Pedro! Casi he podido sentir ese nudo de la bufanda, ese aliento calentando los dedos...
Deberías recopilar muchos de estos textos de tu "acequia" y publicar un libro con ellos. Nos darías una buena alegría a tus lectores.
Abrazo.
¿Y os acordáis de aquellos pasamontañas con un poco de visera y unas tiras para sujetar bajo el mentón? Ozú, qué frío. Por cierto, donde más se hacía notar este era en los muslos y es que aquellos pantalones cortos...
Un paisaje de los recuerdos con calor de estufa. Un fuego que se lleva las noticias en blanco y negro y unas pevesas que vuelan hacia el olvido.
Saludos
Francesc Cornadó
Y a mí que me gustaron esas chispas de nieve juguetonas. Sí, las madres nos ataban al mundo con un pasamontañas y una bufanda bien liada. La mía incluía un pequeño imperdible al final del atado. La friura de estas tierras...
La cocina de carbón de nuestra niñez daba otro calor, nada que ver con el del gas o el gasóleo. Nuestro paraíso perdido. Ahora hay mucha friura...
Como si las chispas de nieve se convirtieran en pavesas del fuego que encendía tu madre en la bilbaína ( q no sé lo q es ; ) y te retrotrajera a esa infancia de verdugo y bufanda anudada en la nuca q tanta seguridad te daba antes frente al frío y q hoy no consigues quitarte, lo cual siento muchísimo porque tus palabras son tan cálidas, que chamuscan las pestañas ; )
Un beso
Um texto muito intimo, muito nostálgico e muito bonito.
Os dias soalheiros e com frio intenso também me transportam à infância...
Fuerte abraço, querido amigo.
Me ha encantado tu historia. Real como la VIDA MISMA. Besitos.
Los nombres de ciertos objetos: como el verdugo, la bilbaina ( cocina ecónomica), pantanos,etc-Han sonado muchisimos años en nuestros entornos-No se la diferencia de años que nos separan: pero España tuvo una posguerra muy larga.Y me acuerdo siendo una gnoma como me llamaban mis hermanos mayores ir a casa de mi abuela la vasca y calentarnos al calor de esa bilbaina que aún en muchos lugares se siguen usando sobre todo en el norte...
Que bonitos recuerdos aunque siempre nos atrapan esas nostalgias.
Un abrazo
Cómo aprecio estos "Retratos de interior", porque me hacen viajar a mi propio interior, a mi pasado...
Me estoy dando un atracón de entradas de La Acequia que tenía pendientes.
No puedo comentar en todas, pero es que así está mi vida últimamente, como si viajara de continuo en ese TAV en el que vas y vuelves de tus vidas, con tus recuerdos, tus paisajes, interiores y exteriores...
Siempre es un lujo y un enorme placer dejarse caer por esta Acequia.
Abrazo apretadito y que el año pinte feliz y amable.
;)
Esta mañana temprano he paseado un rato por el campo, -5C, ni un caminante, excepto yo, sin embargo me han acompañado varios petirrojos y alguna lavandera común, éstas me recuerdan mucho a los inviernos de mi infancia, jugando en la calle con mi hermano, abrigados con las trenkas y bufandas. También teníamos verdugos, ahora me da grima el nombre, de niño uno no suele saber de verdugos a secas... estábamos a otras cosas.
Recuerdos que calientan el alma, a pesar del frío.
Besos
Dulces recuerdos, Pedro. A mi madre también le daba por anudarnos la bufanda cubriéndonos nariz y orejas, y luego nos besaba la frente del otro lado del umbral. Aquella calidez, aún hoy, y en días fríos es lumbre para el corazón.
Besos.
Los recuerdos de nuestra niñez que nos llevan a la añoranza, siempre permanecerán con nosotros y en determinadas ocasiones, como lo haces tú, nos acompañarán de una manera muy especial.
Besos
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