miércoles, 7 de diciembre de 2022

Una lección para los tiempos de crisis. República de Roma de Roberto Rivera

 


Óscar Hernández (Quinto), Pedro Miguel Martínez (Cicerón), Pepe Ocio (Híbrida) y Miguel Hermoso (Catilina) en República de Roma de Roberto Rivera, dirigida por José Pascual. La fotografía, que define muy bien el conflicto central de la obra, es de Luisa Valares.

Hay un momento en el que las sociedades devoran a sus personas más eminentes. Sucede cuando el cruce de los intereses más oscuros de los seres humanos se confabulan y destruyen los impulsos más nobles, especialmente cuando en el sistema predominante aparecen grietas y se anuncian nuevos tiempos. Es una verdad universal de las épocas de crisis como la que estamos viviendo actualmente. Todos los sistemas sociales llegan a un estado en el que su perfeccionamiento se estanca y el movimiento continuo de la humanidad provoca grietas que ya no pueden restañarse. Cuando un régimen de gobierno exitoso hasta ese momento se detiene, aumentan los descontentos, aparecen las contradicciones latentes, crece la corrupción interna y las fuerzas opuestas chocarán inevitablemente en un conflicto en el que no suelen predominar los valores humanos más positivos aunque, a la larga, estos puedan imponerse. El dolor provocado estará directamente relacionado con el tamaño del conflicto ysus duración. Es momento de extremos y las personalidades más relevantes acaban superadas por la situación. Aparecen entonces las demandas de los desfavorecidos, que son captadas por quienes están más atentos a ellas, las representan o las utilizan, que se enfrentan a las voces que claman por el mantenimiento del sistema porque creen en sus ideales o porque defienden sus propios intereses de clase, pero el sistema vigente se desmorona de manera inevitable. En ambos lados hay personas  nobles que buscan la felicidad del colectivo, pero también quienes se aprovechan de estas grandes crisis históricas y la corrupción que provocan, también quienes utilizan lo mejor y lo peor de esos momentos para vencer al oponente. El tránsito suele ser doloroso, sangriento e injusto, hasta que se impone el nuevo tiempo. Entre tanto, la sociedad devora a sus mejores personas: la violenta crispación y el radicalismo convierte las zonas intermedias en tierra desolada. En estos tiempos, todos los grandes conceptos son cuestionados porque no hay consenso posible sobre la verdad, la humanidad, la libertad, los derechos y los deberes. El dolor permanece lo que tarde en establecerse ese nuevo consenso, que tampoco durará eternamente.

En esto consiste República de Roma de Roberto Rivera, un texto que me ha interesado muchísimo y que recupera la gran tragedia clásica. La obra enfrenta a Marco Tulio Cicerón con Lucio Sergio Catilina antes y después de la famosa sesión del Senado en la que aquel pronunció su famoso alegato. Cicerón había sido elegido cónsul, a pesar de no ser patricio; Catilina pertenecía a una de las grandes familias de la nobleza romana, pero se decantaba por los movimientos populares que manifestaban su descontento. Aquel buscaba el mantenimiento de los ideales republicanos de Roma, este procuraba un cambio por el que el pueblo romano dejara de sufrir las decisiones de los senadores y cargar con el peso de la extensión de Roma en una continua guerra de ampliación de fronteras. Sobre las demandas de Catilina y sus partidarios, la historia oficial romana arrojó confusión interesada y hasta nosotros, en la práctica, han llegado casi exclusivamente todas las acusaciones de corrupción y manipulación que Cicerón lanzó en su discurso.

El autor nos propone un conflicto en el que ambos se enfrentan: Cicerón manteniendo los grandes ideales de Roma y Catilina las propuestas de reforma requeridas por el tiempo. Ambos tienen sus sombras como individuos y el espectador oscila entre las razones de uno y del otro en una exposición en la que es imposible construir pactos porque ya la situación histórica ha llegado al conflicto inevitable. Roberto Rivera se permite algunas licencias históricas para condensar el conflicto, como la muerte de ambos justo después del discurso, pero acierta plenamente en buscar una construcción menos maniquea de los acontecimientos. También acierta en el uso del formato de la tragedia clásica para proponernos un debate que nos afecta actualmente en un tiempo de cambio como el nuestro en el que todo parece desordenado y en el que la verdad es una construcción interesada, un consenso frágil y líquido.

Sin embargo, donde todo nos apela es en las dinámicas de los personajes aparentemente secundarios, que elevan el conflicto, que parecía estar claro en un principio, a un nivel contemporáneo. Quinto e Híbrida se mueven en la sombra de ambos personajes históricos, moviendo los hilos de su enfrentamiento. Híbrida representa los intereses de los verdaderamente poderosos, aquellos que nunca están en la primera línea de batalla, adopte esta la forma que adopte, pero empujan la historia hacia su propio beneficio. En realidad, no importa la resolución final y el cambio de sistema (aquí, de la República al Imperio), porque ellos gobernarán permanentemente con escaso riesgo personal.

¿Nuestro público actual está preparado para asistir a la desnudez de una tragedia clásica más allá de los festivales que usan los teatros romanos restaurados? Me temo que no, por desgracia. Por otra parte, la propuesta escénica, con ser buena en general, contiene algunos fallos que deslucen el resultado. Una obra en la que el texto lo es todo necesita algo más de sosiego, hondura e intención, y los dos personajes enfrentados necesitan una muerte que provoque un mayor impacto en el espectador. A pesar de todo, merece mucho la pena ir a ver esta función. Como debe suceder en el teatro actual, aunque se use el formato de tragedia, la catarsis no la facilita un dios que desciende de los cielos, sino las preguntas que apelan al espectador y que este debe resolver de regreso a su casa.

República de Roma se estrenó el pasado 16 de junio en el teatro Bretón de Logroño. Yo he asistido a la representación del este domingo 27 de noviembre en el vallisoletano Teatro Zorrilla, en una feroz competencia por el nuevo circo de nuestra época, el fútbol televisado. Es parte de la trilogía El ruedo clásico de Roberto Rivera Solano (Siníndice editorial, 2020), planteada como un regreso al teatro grecorromano, compuesta por Catilina. Quosque tandem (título original de República de Roma), La sexta ola y Aquiles, el hombre. Aquiles, el hombre, fue estrenada en el teatro romano de Mérida en 2016.

4 comentarios:

Sor Austringiliana dijo...

Siguen abusando de nuestra paciencia, unos y otros.

São dijo...

Gostei muito deste teu texto e da análise que fazes de uma peça que infelizmente não tenho hipótese de apreciar ao vivo.

Sim, quem realmente detém o Poder, nunca se arrisca e fica sempre na sombra disfrutando do lado mais prazeiroso da vida.

Quanto ao que nos chegou do embate entre estes dois homens, sabemos que a História sempre foi escrita por quem vence.

Besos, querido Pedro.

Myriam dijo...

¡Ah! Interesante. Siempre volvemos a los clásicos.
Me causó gracia -por lo certero de tu expresión- lo de el teatro en feroz competencia con el fútbol. Yo estuve este domingo también en el Teatro con mi familia. Mis dos nietas mayores participaron como actrices en un montaje de "El Conde de Montecristo" en francés, obra para la que trabajaron totos durante varios meses en el Colegio y realmente salió muy buena, considerando las circunstancias, claro. Fue muy lindo ver como los chicos se compenetraron tanto con sus roles y mostraron lo mejor de sí mismos, también como ellos mismos iban modificando, de forma muy natural, la escenografía. Una delicia. Salvadas las distancias, me recordó la adaptación que yo hice para teatro de un cuento para niños en sueco "El gato que no tenía cola" en la que mi hija actuó junto a sus compañeros del primer año de primaria en Estocolmo. Ella aún lo recuerda porque fue muy emocionante. De esas vivencias que quedan atesoradas dentro de uno. NO he visto ni un sólo partido de fútbol, aunque sigo los resultados para no sentirme extraterrestre.

Besos

Ele Bergón dijo...

Los problemas de siempre que se van repitiendo a lo largo del tiempo.
Debe de estar muy interesante esta obra.

Besos