viernes, 21 de octubre de 2022

Notas para un otoño

 


Quien renuncia a los demás renuncia a sí mismo. Esta mañana me he levantado alegre por la lluvia de este otoño y he pensado en la fortuna que tengo por no haber renunciado al mundo. No soy más que nadie, pero tampoco menos y lo que soy no lo soy por compararme con otros, sino por estar entre los otros. Quien se compara con los demás para saber su estado se pretende distinto, como si perteneciera a una especie diferente, pura y no contaminada y lo hace por rencor (se siente maltratado, no reconocido suficientemente) o por cobardía (el pavoroso miedo al daño y al fracaso). Hay mucha vanidad y egolatría en pensarse diferente y juzgar desde esa posición a los demás. Tengo mucha suerte por no haber renunciado al mundo ni a la vida. Y de esta manera me he mirado desnudo en el espejo del baño. Este eres, este soy, con tus cincuenta y nueve años encima, te cuesta enderezarte algunas mañanas y de vez en cuando te duele algo, has perdido pelo, te han nacido canas y arrugas inverosímiles, desde hace años usas gafas y ya vas necesitando una nueva graduación, te fatigas. Como a tantos, te han hecho daño, te han engañado, manipulado, utilizado, te han traicionado y has fracasado en muchas cosas, pero qué. ¿Por refugiarte en una cabaña en mitad del bosque estarás mejor?

*

Cómo me gusta esa fotografía en la que un mechón de tu pelo te tapa parte del rostro. De pie, en mitad de la calle, no sé si te giraste de pronto y tu melena está todavía en desorden. Debía ser invierno y una parte del cabello cae sobre la capucha del anorak, a tu espalda. ¿Un segundo después quedó libre tu rostro? Me gusta imaginarte así, detenida en ese instante de la pulsación en la que toda la ciudad contiene el aliento a la espera del desenlace. Oscuro tu pelo y el abrigo, rojo intenso tus labios. Si yo pasara mañana por esa calle, ¿quedaría aún la impresión de ese gesto?

*

Esta lluvia de otoño, esta noticia
de la felicidad que trae el agua,
la luz, la inmensa luz tras la tormenta
que anuncia ya el fulgor del mes de mayo.

8 comentarios:

Sor Austringiliana dijo...

No hay cabañas en que refugiarnos, el día nos espera cada día, con el espejo y unos seres más o menos como nosotros; aunque soñemos la vana ilusión de ser distintos.
El otoño trae notas, escribes la palabra felicidad. Y luz, adelante con ella.

Emilio Manuel dijo...

Cuando ya tardas media hora en enderezar el cuerpo, cuando has cambiado de gafas tropecientas veces, cuando yo se pueden caer pocos pelos de la cabeza, cuando ya te cuesta trabajo cumplir con tu compañera de vida, cuando te has dado cuentas que todos iremos y nos convertiremos en lo mismo, te da lo mismo que te encuentres a esos gilipollas por el mundo, que haberlos haylos, son unos mindundis.

Fackel dijo...

La lluvia conlleva siempre reflexiones, sobre todo cuando ha escaseado. Y esa idea, o práctica, de quienes se miran o comparan en otros no es de mis favoritas precisamente. Lo importante, útil y decisivo es compararse a uno mismo con otro uno mismo de tiempo anterior, incluso muy anterior. Eso da la perspectiva más justa. La que aunque nos equivoquemos en su percepción se aproxima más a esa clase de ser que nunca sabremos ni podremos alcanzar. El soportable, el Yo.

São dijo...

Belissimo texto, o teu.

Sim, não temos que renunciar nem à Vida nem à Humanidade.

Fuerte abrazo, querido amigo

Campurriana dijo...

¿Por refugiarte en una cabaña en mitad del bosque estarás mejor?

Acabo de leerte después de escribir mi pensamiento en el saloncito, Pedro. Espero no vaya por mí. :)

Tengo últimamente deseos de alejarme de algo, pero no de los demás. Al contrario. Quizá sea que encuentro demasiado ruido ahí fuera y busco otros sonidos en esta etapa de mi vida. Un silencio o la música de una compañía reconfortante. A esta edad, empiezan a hacerse más interesantes las conversaciones. Más experiencia, más escupitajos que caen de ese cielo que un día fue sólo azul brillante.

Me ha encantado volver a leerte. Imaginaba a esa mujer de tu retrato con la melena gris y los labios rojos cuarteados por la maravillosa experiencia de vida.

Adoro la madurez. Es simplemente belleza.

José A. García dijo...

Antes uno se sentía diferente si tenía títulos de nobleza.
Luego fue por el dinero y las propiedades inmuebles.
Ahora eres importante en la medida en que tiene más o menos seguidores en las redes asociales.

El humano siempre encuentra algo a partir de lo cual diferenciarse.
Yo por ejemplo

Saludos,
J.

Doctor Krapp dijo...

Nuestra vida pasa, se vuelve achacosa y a veces hasta rehúyes la imagen de los espejos, pero están eses recuerdos inmutables para avisarnos o para asustarnos. Tiempo frente a recuerdo.

LA ZARZAMORA dijo...

Un día, en el 2010 u 11 tuve un burnout, mis mejores amigos, mi pareja, mis aliados, e incluso en el blog perdí pie... todas las ratas sin excepción abandonaron el barco... excepto 4 o 5 que cupieron en los dedos de una sola mano, el resto, como ratas abandonaron el navío.
En aquel instante - que duró años- de terapia, electrochocs, y pastillas para no soñar pensé que acabaría en el Sena un jueves cualquiera del que nadie tendría reuerdo alguno... Como buena judía, me levanté una y otra vez... con rabia, pero sin prisas, jodida y no siempre contenta, Quise vomitarle al mundo su mediocridad, su falta de empatía, y altruismo... de nada sirvió... sólo para dolerme más si cupo.
Hoy, vivo. Sobrevivir, no es lo mío.
Pero, Pedro, no me pidas que vuelva a creer en el ser "in-humano"...
Ya que si hoy sigo en pie, lucho y creo, y sigo dándoles no es precisamente, gracias a esa especie.