lunes, 19 de septiembre de 2022

De cardos y fin del mundo

 

Sigo admirado por la flor de algunos cardos, por su belleza enigmática recién florecido, por su hermosura esencial una vez seco, en la que nada sobra, nada falta. Arquitectura elegante, elevación al cielo.

Se eleva el cardo
al cielo de Castilla.
Esencia pura, flecha
lanzada al mar azul
desde esta tierra.

Este de aquí recibe el sol de primera mañana. ¿Es un cardo mariano? Una deliciosa leyenda medieval cuenta que María escondió bajo sus hojas a Jesús, ocultándolo de la persecución de los soldados de Herodes. Una gota de leche cayó de su pecho sobre el cardo. De ahí el jaspeado de sus hojas y su nombre. Lo ignora el cardo, que se eleva para recibir la luz, orgulloso y sencillo.

Protegerse bajo el cardo, si lo hubiera sabido a tiempo... 

Estos días finales del verano son una prórroga de la vida pasada, de la vida que ya no es, pero se resiste a marcharse. Mientras tanto, apunto aquí algunas cosas para después, para cuando venga el otoño. Por ejemplo, que el fin del mundo venga en un atardecer en el que el sol juegue -azul, rosado, verde- con las nubes. Que se deje ir, sin más, hacia el invierno.

5 comentarios:

Fackel dijo...

El recuerdo de los cardos de mis veranos de infancia pasa por lo mal que tratábamos a los cardos. Huíamos de ellos, los aplastábamos si se interponían o nos acompañaban en una vereda. Claro que todavía nos daba más pánico la aparente ortiga, solo soslayada si al pasar por un campo obligado de ellas contenías la respiración. Tal vez el sistema nervioso contenido hacía milagros.

Lo de la gota de leche de la virgen suena bonito y conventual. Pero de literatura está plagada la religión, y si no, revísense sus textos tradicionales, no necesariamente los pontificales.

Doctor Krapp dijo...

Quizás el cardo, sabiendo de sus poderes, prefiere ejercer de forma teatral su mala fama.
No identifico el verano con la vida, siendo una estación inoportuna e impostora, por eso me gusta el otoño.

Sor Austringiliana dijo...

No hay otra, hay que pasar al otro lado de los cardos. El otoño asoma y es difícil refugiarse bajo las cuellicortas quítameriendas, aunque sea con música de Vivaldi. La fiesta del otoño va a empezar. Adelante y no te pinches.

Sor Austringiliana dijo...

No perdona el cardo la mano enemiga, que desata su punzante venganza
Solo la paciencia del viento obra el milagro y del cielo arranca la flor con que se adorna y besa nuestros ojos (Agustín Merino)

Edurne dijo...

Yo aplaudo esa sugerencia de fin del mundo.
Gracias por este hermoso cardo mariano y su historia.
Besos.
;)