martes, 30 de agosto de 2022

Un día en blanco


Ayer miré mi agenda anual y decidí que ya no me servía. Mi agenda en papel, aclaro, que todavía uso. Percibí en ella síntomas de fatiga y comprendí que no aguantaría hasta el 31 de diciembre, en realidad hasta el 8 de enero, que es cuando se terminaba. Esta mañana he entrado en la última papelería antigua que queda en la ciudad y he comprado una que comienza este próximo 1 de septiembre e incluye todo el año que viene más la primera semana de 2024. Las agendas ahora desbordan los años naturales. Acabo de trasvasar los datos de la antigua, primero los cumpleaños. Como cada año, incluyo los de las personas que ya han fallecido, soy incapaz de despedirme de ellas. También los de aquellas que dejaron de estar en mi vida, como si en cualquier momento pudiera volver a encontrarme con ellas y necesitara volver a felicitarlas por su aniversario. He pasado los compromisos y las fechas que debo tener en cuenta por mi profesión. Ya todo en limpio y ordenado. De pronto, la agenda nueva había adquirido una seriedad extraña y un peso que no tenía en la papelería, cuando la compré, a la vez que la antigua se había aligerado cuando la arrojé a la papelera. Después, me he dado cuenta de que hay dos días que no figuran en la agenda nueva: el día de hoy y el de mañana. Días con la libertad absoluta de los tiempos en los que no tenía agenda. Espero con la ilusión de un chaval despertarme mañana para saber qué hacer con un día en blanco.
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Septiembre huele a Milán.
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Cuando todo tenía sentido, el mundo comenzaba en septiembre, después de las primeras lluvias.
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Entre el verano y el otoño, mi mundo se llenaba de sonidos, elefantes, luces, sabor a mostaza y el barquillo del vino oloroso de los maños. Mi padre ejercía de demiurgo y un faquir del barrio, sobre una estera, se tumbaba encima de bombillas rotas cuando había duros suficientes en el cuenco.

10 comentarios:

JLO dijo...

Que lindos serían los calendarios así, que empiecen cuando nosotros querramos.

Septiembre tiene buena fama y se lo merece. Saludos.

Tatiana Aguilera dijo...

Todavía las agendas que huelen a papel son necesarias. El celular o teléfono móvil ha eclipsado al reloj, a las agendas y libritos de notas. Me encantaría tener dos días de libertad absoluta. Un sueño.

En mi país Septiembre es hermoso, es el mes de la patria y, además, entramos en primavera y todo florece.

Abrazos

Alimontero dijo...


HOla querido Pedro, gracias a ti he recuperado la cuenta de Taty Aguilera, compatriota de bella pluma y poemario erótico a veces, lo que recuerdo de años atrás.
Yo también uso agenda, me ordena, "me obliga" a tener un orden y así marcha todo bien, aunque esos dos días serían ideales para "desordenarme" un poco, ajajajaaa.
Gracias por traerme a mi amiga de regreso y por darle el valor a la agenda de papel, fiel testigo de mi quehacer mundano y espiritual.
Beso,
Ali

Emilio Manuel dijo...

Aunque a mi derecha tengo colocada la agenda de papel, cada vez mas a menudo utilizo la electrónica, cosa de los nuevos tiempos ya pasados.

Fackel dijo...

Pues aconsejo no dejar de practicar la agenda mental, aunque tenga que repetirse uno varias veces al día lo que tiene que hacer hoy o mañana o al otro. Es un ejercicio neuronal. Y la agenda de papel o electro que pase a complementaria solamente. Claro, es fácil decirlo. Pero cederlo todo a la agenda exterior puede ser un condicionamiento sobre todo cuando se extravía.

Abejita de la Vega dijo...

Huele a Milán, todavía conservo alguna, no quiero perder la memoria de su olor. Hoy es San Ramón Nonato, pone los pelos de punta como nació sin nacer, un día de cambio, de maletas, buen día para no tener agenda o para estrenar una recién nacida, con sus vagidos.

Los jubilados no tenemos agenda, sí cosas que hacer, produce nostalgia leer tu entrada de hoy. Adelante con ella, feliz travesía.

Ele Bergón dijo...

No suelo utilizar agenda, siempre ha sido mi memoria la que me traía los recuerdos y recordatorios, pero se nota con el paso del tiempo, que voy a a tener que empezar a apuntar, aunque sea en el cuaderno de escribir mis pensamientos.

Comenzamos septiembre y se va acabando el verano y dentro de la libertad de jubilada, tendré que forzarme a ordenar mi tiempo.

Besos

Luis Antonio dijo...

Siempre me han gustado las agendas. Un año llegué a tener tres. Cuando comprobé el follón que suponía repetir en una y en otra lo mismo sacrifiqué dos de ellas con cierto dolor. Desde entonces sólo manejo una y a veces recurro a la del móvil.
La memoria no es infalible, las agendas la complementan.
Un abrazo, Pedro

impersonem dijo...

La agenda es la memoria de papel, quien la lleve ordenada y al día tendrá una buena ayuda para no olvidar nada importante en el rutinar del día a día. Yo no uso agenda, soy muy desordenado y, alguna vez que lo he intentado, no me ha servido. Lo fío todo a mi memoria y no son pocos los olvidos...

Supongo que las agendas personales también se impregnan del alma de sus propietarios...

A mí septiembre no me gusta; cuando comienza siento que se me escapa el verano y que me amenaza el otoño...

En fin, cuestión de sensaciones y predilecciones personales...

Abrazo

Francesc Cornadó dijo...

Cada vez son más breves las anotaciones en mi agenda. Sólo una indicación. Utilizo la agenda más pequeña que encuentro en las papelerías y aún me sobra.
Saludos
Francesc Cornadó