La viuda silvestre

 

¿Por qué razón a la escabiosa se la conoce en algunos lugares como viuda silvestre? Quizá la flor solitaria y elegantemente lila tenga algo que ver. Llama la atención este color en el campo agostado por el calor, en las cunetas de las afueras de la ciudad por las que paseo, como si la flor seleccionara a quien la ve. Tiene nombres menos hermosos: lengua de vaca, hierba de la sarna. Dicen que es buena para las afecciones de la piel y para la inapetencia o el sarampión. Me basta con contemplar su sutil elegancia, aquella que no necesita resaltarse para saberse distinguida.

Estos días hay que salir a pasear pronto, antes de que el termómetro suba por encima de los treinta grados. Antes del fuego hay que estar en la terraza de La Blanquita tomando un café. Ahora un café solo con hielo. Sin azúcar, claro. A veces, con un pincho de tortilla. Todavía hay movimiento en el polígono. De niño, la ciudad ya estaba parada hasta finales de agosto. Los privilegiados que podían, se escapaban de la ciudad. Para los que nos quedábamos, todo era más lento. A veces, me acercaba a la caseta de lectura de los Jardines de La Rubia. Bastaba entonces agacharse a ver el afán diario de los hormigueros.