miércoles, 13 de julio de 2022

La flor del gordolobo

 


A veces, cuando tengo que comprar algo en el barrio, el paseo de la mañana termina en Los Rombos para tomarme un café antes. Fue una agradable sorpresa cuando reabrieron esta cafetería de toda la vida, justo un poco antes del confinamiento. Temí que no aguantara, pero aguantó. Me gusta decirlo así, de toda la vida, sabiendo que no puede tener más años que yo, sino alguno menos. De toda mi vida, sería más correcto, aunque de toda mi vida ya van quedando cada vez menos cosas. A pesar de que yo no había entrado nunca antes de esta reapertura, este local era una referencia visual, una especie de hito fronterizo cuando estudiaba en el instituto de las Delicias y el autobús urbano enfilaba hacia la Rubia. Para aquella línea habían destinado un vehículo viejo con el morro redondeado. Cuando iba muy cargado de gente no podía subir el puente del polígono sobre la línea férrea y, en esas ocasiones, el conductor nos pedía que bajáramos y fuéramos andando hacia el otro lado, en donde nos esperaba. Los pasajeros, bajábamos disciplinadamente y atravesábamos las vías para volver a subirnos al autobús. Cuando lo cuento a los jóvenes, se ríen incrédulos. Por entonces, el autobús urbano era una concesión de la empresa Carrión. El nombre de la cafetería se debe a la decoración en forma de rombos hecha con ladrillos en la fachada. Cuando me ven entrar, comienzan a prepararme el café cortado como me gusta. Tengo que comprobar, en la línea de tiempo de Google Maps, cuántas veces me dejo caer por allí en un mes. Acabo de ver que la aplicación me dice que he estado allí hoy y debe ser cierto. Después de pagar, salgo con la taza a las mesas de fuera y leo el periódico en papel, a pesar de que lo tengo en la aplicación del móvil. Es en ese momento cuando tengo conciencia de que el día ha comenzado. Antes, en el paseo, me había fijado en una solitaria flor de un gordolobo. Con el calor de estos días, todo se está agostando en las cunetas, en los solares, en los bordes de la acequia, pero es justo en el momento del café cuando el sol aprieta y hay que apresurarse en los recados para volver a casa y trabajar.

3 comentarios:

Emilio Manuel dijo...

Hay paseos que Google Maps no nos puede contar, nuestros paseos pasados y soñados. Por cierto me cabreo cuando el dichoso buscador me cuenta todos los meses por donde he paseado o viajado.

La seña Carmen dijo...

... pues yo, tras el título, ya me había preparado un comentario sobre la vara del gordolobo... ¡y va la cosa de cortados!

Buen café, profe.

Sor Austringiliana dijo...

Pocas quedan ya, o ninguna, de esas cafeterías setenteras. Rombos o hexágonos y papel pintado, la decoración setentera. De toda la vida, decimos, sí. Todo se agosta ahí fuera, queda alguna flor. El Google maps es un cotilla, qué sabe ese satélite de lo que verdaderamente hemos visitado.
Disfruta de estos días, el gordolobo o la malva que no nos falten.