En 2011, Lorenzo Silva (Madrid, 1966) decidió escuchar durante un viaje en automóvil la versión musical del poema Los Comuneros del grupo folclórico segoviano Nuevo Mester de Juglaría. El poema de Luis López Álvarez (La Barosa, 1930; Premio Castilla y León de las Letras, 2015) se publicó en Cuadernos para el Diálogo en 1972 y contiene una visión muy crítica sobre el decaimiento de Castilla, el desconocimiento de su historia, la manipulación interesada desde posiciones ideológicas diferentes sobre su significado y el abandono del conocimiento de las claves que motivaron y constituyeron la revolución de las Comunidades y su gran importancia histórica (1520-1521). La versión musical data de 1976 y contribuyó eficazmente al conocimiento del poema y la construcción de un castellanismo emergente en la Transición hacia la democracia en España, con carácter netamente progresista, que nunca ha llegado a cuajar del todo por varias razones. Dentro de Castilla no existe una conciencia de identidad clara, a lo que no ha ayudado el desmembramiento del territorio debido a la reorganización del estado en autonomías, entre las que no se le dotó de valor de autonomía histórica, que merecía. Fuera de Castilla ha existido siempre una mirada errónea sobre lo castellano en la historia, perpetuada en el arte y la literatura y en la interesada ligazón con el neoimperalismo franquista. De hecho, Castilla y lo castellano se han convertido en conceptos desemantizados tanto por la ignorancia histórica y la mixtificación como por su extensión e identificación fácil con lo español.
Cuando inició aquel viaje en automóvil, Lorenzo Silva, tal y como cuenta en el libro, era un español más de su generación, sin clara conciencia de identidad, sabiéndose parte de un país pero de forma un tanto vaga. Había crecido entre las mentiras extendidas por el régimen de Franco perpetuadas en el postfranquismo y la cómoda repetición acrítica de esquemas mentales después y la agresividad de las identidades de otros (la violencia etarra, que le afectaba muy cerca al residir en una colonia militar en su infancia). Por aquel entonces, vivía en Cataluña y percibía el crecimiento del nacionalismo catalán de corte independentista y excluyente, fabricado, como todos los nacionalismos, a partir de una lectura emocional de la historia y del presente plagada de falsedades y confrontación con otros extremos nacionalistas igualmente erróneos, que se alimentan mutuamente en la radicalidad. Nacido en Madrid, en un momento en el que tampoco había una conciencia de lo madrileño, sus orígenes familiares paternos le llevan a Andalucía y los maternos a un pequeño pueblo salmantino que apenas había visitado. Sin embargo, el disco le devolvió al recuerdo de su abuelo materno y sus diferentes experiencias en Castilla y algo se removió en su interior para que se sintiera fuertemente identificado con lo que escuchaba. A partir de ese viaje en automóvil comienza otros, que se trasforman en la novela Castellano (Destino, 2021), organizados de forma literaria por el mayor de todos, el descubrimiento paulatino de una identidad en la que se reconoce, la castellana. La novela se entiende así como un género abierto en el que se suma el relato de ese viaje físico y anímico, la investigación histórica y el ensayo sobre una manera de estar en el mundo.
En los capítulos impares hallamos a Lorenzo Silva recorriendo los tramos de ese viaje construidos con los recuerdos autobiográficos, la descripción de los lugares a los que le lleva la investigación y las emociones y reflexiones que le provocan, así como el encuentro a través de los libros con los hitos de la construcción de lo castellano desde las leyendas sobre el Conde Fernán González, el Cid, las grandes aportaciones de Castilla al progreso de la humanidad (la construcción del derecho de gentes de Francisco de Vitoria), las relaciones con el mundo musulmán y judío en las que es inevitable recordar la polémica entre Américo Castro y Sánchez Albornoz, etc. En esa búsqueda camina del presente al pasado, del paisaje a los habitantes, para intentar extraer sus propias conclusiones y confrontar la historia con el momento en el que vivimos, un recorrido que trascurre también por la gran literatura que ha abordado este tema. Es singular cómo corrige la tópica visión que la mal llamada Generación del 98 extendió sobre Castilla con los textos de Miguel Delibes. También cómo enfrenta la potencia castellana del siglo XVI (económica, demográfica, intelectual, etc.) al paisaje actual, tan carente de muchas cosas y abandonado por las administraciones y hasta por sus mismos habitantes que parecen desconocerse.
En los capítulos pares, Lorenzo Silva relata la historia novelada de la revolución de las Comunidades, de tanta relevancia histórica que hoy es difícil negarla. No solo fue un serio cuestionamiento de la legalidad del reinado del emperador Carlos V, sino que sus aportaciones sociales y jurídicas constituían un proyecto de una primera Constitución moderna. El fracaso de los comuneros no solo fue la pérdida de la identidad castellana difuminada en la construcción de la española, sino también una pausa en el avance de la limitación del poder absoluto y un freno en la idea de lo que, pasado el tiempo, se llamaría soberanía nacional. Como tal historia novelada, construye espacios y personajes en un acertado retrato sociológico y psicológico de los grandes protagonistas de aquellos hechos, pone en pie diálogos y escritos basados en los muchos documentos que recogieron los escribanos y los cronistas. La línea de la narración es inequívocamente favorable a los comuneros, pero sin ocultar sus disensiones y debilidades. En este relato histórico, Lorenzo Silva no busca sorprender porque se atiene a los hechos históricos, pero el fresco que levanta tiene la encarnadura de lo real.
Este viaje hacia la identidad basado en su experiencia biográfica, la certeza de los documentos históricos y la literatura, le llevan a asumir las claves de libertad frente a las tiranías, la poderosa fábrica intelectual de aquella Castilla anterior a la Contrarreforma, con figuras insignes en todos los campos del saber, la suma de elementos procedentes de todos los estratos sociales y singularmente del común y de la baja nobleza procedente del ámbito urbano, y la energía en el hacer y en el reclamar que la caracterizaba y que fue sepultada tras la derrota de Villalar. Esta fue causada, en gran medida, por la acción de la aristocracia y los intereses sociales y económicos que defendían. También por las disensiones internas provocadas por el mismo carácter castellano y los miedos y debilidades de unos personajes que eran conscientes de enfrentarse a un poder imperial de Calos V que trascendía con mucho el territorio de Castilla.
Castellano se lee con agrado y poco importa que se entre en él entendiéndolo como relato autobiográfico, ensayo o historia novelada (de todos estos géneros tiene buenas dosis) puesto que la capacidad como novela terminará imponiéndose en el concepto moderno de la narrativa de no ficción. Está muy bien escrita y en el viaje autobiográfico del autor se reconocerán muchos españoles nacidos o educados en el postfranquismo en estos tiempos en los que parece que retorna la necesidad de encontrar una identidad histórica en la que sustentarse, con el riesgo de caer en aquellas excluyentes y generadoras de conflictos o en las que se basan más en tópicos y modismos. También resultará muy atractiva la narración de los acontecimientos de la revolución comunera porque es algo que muchos desconocen. Descubrirán unos hechos y unos personajes tan atractivos que sorprenden por su relevancia. No tanto por su desconocimiento: durante siglos se ha trabajado para hacerlos desaparecer de los libros de texto o reducir su importancia. Lo mejor del descubrimiento de esta identidad castellana es que no sustenta hoy una confrontación con otras ni pretende ser excluyente, sobre todo en el amplio paisaje de un territorio vaciado. Eso sí, hay que procurar rescatarla de la contaminación interesada de patrioterismo españolista y el rancio neoimperalismo para que pueda entenderse correctamente y convivir con una forma abierta y plural de entender el mundo. Una contaminación buscada tanto por los que han querido apropiarse de su carácter para disolverlo o dominarlo en ámbitos localistas como por aquellos que la convirtieron en el fácil blanco de su crítica. Este libro es una aportación en el camino correcto.
El pasado sábado día 5 de junio acompañé al autor en la presentación del libro en la 54 Feria del Libro de Valladolid. Pienso que la conversación resultó amena y esclarecedora, se puede ver pulsando en este enlace.
6 comentarios:
Nada más empezar me has traído al recuerdo al grupo musical, Nuevo Mester de Juglaría, la revista Cuadernos para el Diálogo, revista que cuando paseaba por las Ramblas de Barcelona, quien la llevaba bajo el brazo ya sabíamos de que pie cojeaba, yo solía llevar la revista Triunfo, y por último a Lorenzo Silva y sus guardias civiles Bevilacqua y Chamorro, me apunto este último libro publicado.
Agradezco la información, más en directo no puede ser. Por cierto, y aprovechando, creo que es muy interesante el libro que ha sacado Agustín García Simón sobre Don Álvaro de Luna, da claves para comprender el siglo XIV en Castilla y lo que aconteció después.
¡Castilla, entera, se siente comunera!
Seré un bicho raro, será cosa de la edad, que unos añillos más sí importan, pero los Comuneros siempre estuvieron en mí, y recuérdome en mi juventud leyendo y coleccionando libros sobre movimiento, incluso enterándome de que doña María Pacheco había resistido en Toledo tras el ajusticiamiento de su esposo, y de que hubo un movimiento homónimo allende los mares.
Por supuesto están vivos, demasiado vivos, los recuerdos de las fiestas de los pueblos luciendo pendón morado en camisetas y vaqueros, poniendo un "trapo morado" en lo alto de la fuente de mi pueblo, y por supuesto coreando los conciertos del Mester... y aquellos primeros años de Villalar.
Luego todo se oficializó y ya nada fue lo mismo... pero Castilla sigue añorando una Junta...
PD: Mi última adquisición sobre el tema, que me viene muy recomendada: Comuneros. El rayo y la semilla (1520-1521) de Miguel Martínez; editorial: Hoja de Lata; ISBN: 9788416537839
Y sobre las Comunidades y el Madrid actual es muy recomendable este artículo del historiador Luis de la Cruz: https://www.eldiario.es/madrid/somos/noticias/no-sentido-ayuntamiento-madrid-recuerde-comuneros-estatua-juana-i-castilla_1_7962322.html
Tu interesante entrada pone de manifiesto, una vez más, tu conocimiento y experiencia docente. Te felicito
Como Espanha me encanta, comprarei este livro logo que possível.
Quanto à revolta das Comunidades sei alguma coisa, porque Maria Pacheco se exilou no POrto e porque Carlos V era casado com Isabel, filha de D. Manuel I de Portugal.
Grata pela interessante análise.
Te abraço, querido amigo.
Nuestra identidad castellana, disuelta, fagocitada, qué sé yo. Debemos un asidero importante a Luis López Álvarez y al Mester de Juglaría. Desde 1521 no nos hemos vuelto a levantar. Castilla hizo a España y a los castellanos se nos identifica todavía con el españolismo patriotero y rancio. Me interesa el libro de Lorenzo Silva, más como ensayo que como novela.Me siento identificada con su búsqueda de identidad. Mi madre es andaluza, mi padre era burgalés y yo empecé mi vida laboral en los ochenta, en el Goiherri guipuzcoano.Después Madrid...
Esta mañana leí tu entrada, salí a comprar pescado y a dar un pequeño paseo. Volví con "Castellano". Me falta escuchar la entrevista.
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