Después de los ojos, el agua sale y no regresa. El molinero perezoso, ha perdido la ocasión de la molienda.
Soy de tierra de pan blanco, buen pan candeal, lechuguino o de canteros. En mi infancia, el pan debía así y no se estimaba el pan negro o el integral. Comer pan era partir la corteza fina y gozar de la miga compacta y sabrosa. No hay mejor tenedor para comer unos huevos fritos que un pedazo del pan de mi tierra. Hay que romper la yema y dejar que se empape la miga, acompañar el plato con buen chorizo frito y terminar la comida mojando el pan en el aceite sobrante. No sé comer un huevo frito sin pan.
De chavales, cuando se nos caía el pan de la merienda al suelo, lo tomábamos y lo besábamos, como pidiendo perdón, en un gesto que nos habían enseñado nuestros mayores. Un tiempo de hambre se define como un tiempo sin pan, como la injusticia se comete negando el pan y la sal.
Si añadimos al pan un libro, tendremos una persona que difícilmente podrá ser sometida, como pedía Federico García Lorca. Ambos son verdadero alimento.
10 comentarios:
El agua ya no mueve molinos. Los molinos de agua son una hermosa ruina, en el caso de que sigan en pie. No sé si quedará alguno en funcionamiento, conocí en Vivar del Cid al último molinero de un molino que, cómo no, era el del mismísimo Rodrigo Díaz. Nos queda mirar el paso del agua.
Del molino al pan candeal, en Burgos sobao, guapo y rico. Y si es mojando huevos fritos y aceitillo de chorizo, manjar de dioses. Se me ha abierto el apetito...
Yo también besé el pan alguna vez. En cuanto al libro, por supuesto...
Feliz domingo, un año de la encerrona.
Nuestros recuerdos son comunes, por desgracia el pan de hoy es congelado, los huevos son de gallinas prisioneras y de sabe dios donde, el chorizo esta envuelto en plástico y, para que seguir.
Bueno, los molineros que molían con el agua de ríos secundarios y hasta de arroyos que se secaban en verano, molinos de invierno, no les quedaba otra que represar el agua en los cauces, calces, etc., y soltar la represada cuando había suficiente para mover los engranajes, así que no veo yo a ningún molinero de estos molinos desaprovechar el agua, y menos sí se la tenían que disputar a algún labrador. Los de las aceñas, los que tenían sus molinos al lado de ríos caudalosos y ponían las ruedas directamente sobre la corriente, esos eran harina de otro costal.
El año pasado tuve el gusto de hablar con uno de esos viejos molineros y de escribir un artículo, con otros amigos, en apoyo de la recuperación del molino de Villanueva de Gumiel. ¡Ojalá lo consigamos!
Yo sigo comiendo pan candeal. Luego hago una foto a la barra, bin sobada, efectivamente.
Ay, el pan. Si existe -existía, ahora es más discutible la calidad- algo sacro y material, doblemente bendito por la acción de la mano del hombre, cultivo cereal, harinera y trabajo de tahona, es el pan de Valladolid. Cuando era pequeño había muchas tahonas por la ciudad. Tirar el pan era blasfemia. Mi padre gustaba de comer el pan duro al día siguiente. No permitía que se perdiera. Los años de la posguerra enseñaron mucho. Pan en migas con leche, pan con tocino, pan con embutido, pan con huevos fritos, pero pan, siempre pan. Mantengo la tradición a pesar de que el pan no sea igual y mucho más caro. Haces bien en recordar al pan, hoy menospreciado por fabricantes y consumidores.
Siempre bueno, el pan con huevo frito, con tomate, con vino o con moscatel, con arengue y uva, con chocolate, con hígado de bacalao, con anchoas, con jamón... No acabaría nunca.
Buen provecho
Francesc Cornadó
¿Hay gente que todavía come pan?
Qué envidia.
Saludos,
J.
Puede que llegue un día, ya está llegando, que el pan subirá el precio porque hay mucha demanda de trigo y menos agicultores que lo producen, el maíz está copando nuestros campos, seguiremos comprando pan a precios prohibitivos.
Yo estaba obligada a comer respetando estrictas normas de etiqueta francesa, pero en casa de mis abuelos maternos, mojaba el pan en huevo, en la sopa y en el café con leche, ¡y que sabroso era!
Besos
Como sabes, muchos de nuestros mayores asociaban el pan negro con el de la guerra, y no acababan de entender cómo podía gustarle a la gente. Aquí, como en muchos sitios, es muy difícil encontrar pan de lo que llamábamos pan bueno, lo que hace años era normal. Más o menos lo hemos encontrado, a ver si dura. Variedades hay mil, pero pan bueno muy pocos.
Un abrazo
El pan viene del trigo y del sudor de la frente del labrador que lo siembra, lo escarda, lo abona, admira su verdor en primavera, teme a los nublados con pedrisco en el verano, después lo siega, lo acarrea, lo trilla, lo vielda y lo lleva al molino para que se haga harina y después amasarlo en la artesa y cuando ya está listo, cocerlo en el horno de adobes.
Ahora es todo mucho más rápido, pero ¡cómo no va ser importante tener un cacho de pan!
Besos
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