En el siglo XIX la música causó furor. No solo en los teatros, sino en todos los ámbitos de la vida de todas las clases sociales. En los bailes, en los templetes de los parques y plazas, en los cafés, en el trabajo, en las reuniones, en cualquier ámbito público o privado. Era costumbre que las reuniones sociales se amenizaran con unas piezas musicales y toda aquella persona de la burguesía acomodada que se preciara de ser alguien, tenía un instrumento en casa y alguien de la familia sabía tocarlo. Los más pudientes no pasaban si un piano, de un tipo o de otro, según la capacidad adquisitiva. Aunque significara una posición concreta, un piano era también el testimonio del amor por la música y construía a su alrededor una espacio de sociabilidad en el que ocurrían muchas cosas, desde negocios hasta la organización de actos culturales de gran relieve. Todavía está por estudiar el significado para la cultura española de aquellas reuniones.
El la Casa Museo de Zorrilla de Valladolid se encontraba el pianoforte que fuera propiedad del poeta, cedido por su viuda, una de las piezas más importantes de aquella donación. El estado del mismo era lamentable y hasta su colocación en el vestidor o antecámara era inapropiada. Un antiguo empeño de Paz Altés, directora de la Casa, consiguió impulsar su restauración el año pasado y el piano viajó en enero desde Valladolid hasta Murcia, lugar en el que el especialista encargado, Víctor Martínez, tiene su taller. La restauración ha sido laboriosa y ejemplar y hoy ha sido devuelto a la Casa Museo, ocupando un lugar de privilegio en el salón principal, como le corresponde. Ha de recordarse que la Casa Museo se sitúa en el edificio en el que nació José Zorrilla y vivió sus primeros años. Aunque la planta baja ha sufrido algunas modificaciones, la primera planta conserva la estructura original. No se trata de un palacio, sino de una casa que representa cómo era la vida de la clase media acomodada, como le pertenecía a la familia de Zorrilla cuando residieron en Valladolid.
Con ese motivo, mañana viernes se presentará en rueda de prensa y, por la tarde, Víctor Martínez explicará el proceso de restauración en una conferencia que se celebrará en la Casa Revilla. El sábado por la mañana tendrá lugar un recital a cargo del pianista Daniel Rodríguez, con los comentarios del propio Víctor Martínez. El aforo limitadísimo por las medidas sanitarias para combatir la pandemia ha provocado que las plazas se hayan cubierto en poquísimo tiempo, pero es proyecto del Museo que el próximo año comience una serie de actos en los que el piano sea el protagonista. Serán actos para un número muy limitado de espectadores, dada la capacidad del salón, y en los que la música tendrá el lugar de privilegio que le corresponde.
Para alguien como yo, que ha pasado media vida investigando la sociedad y la cultura del siglo XIX, esta noticia se convierte en una de las más importantes de este año. Escuchar sonar un instrumento que fue propiedad de José Zorrilla después de más de un siglo en el que ha permanecido mudo, es algo singular. También saber que su recuperación conduce donde debe, es decir, a la organización de actos para que todos los interesados puedan disfrutarlo, no como algo del pasado, sino como un elemento vivo en el presente, tal y como corresponde a una correcta política museística actual.
6 comentarios:
Su música será vida y presente, aunque hable del pasado, como la obra de Xorrilla en las manos de un lector. Felicidades a los resucitadores.
Recuperemos historia en unos momentos nada fáciles.
Todo lo que sea recuperar y más si es parte del patrimonio local, como en este caso, es una buena nueva. Ahora hace falta que tenga vida y no permanezca tan solo como un recogedor de polvo.
Me alegro mucho de que lo hayan restaurado. Gracias por informarnos de ello.
Muy interesante todo lo que cuentas. ¡Qué el pasado no deje de ser presente, en especial en este tipo de joyas!
Besos
Ojalá siempre los hechos sucedieran a las palabras, como en este caso. Se suele hablar de la importancia de la música y, por extensión, de la cultura pero pocas veces los hechos corroboran lo que se dice.
Un fuerte abrazo
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