Tiene la última lluvia de este otoño la textura de un invierno extraño, como aquel sabor que, de niño, sentía en la boca cuando soñaba contar con un tiempo muy limitado para desactivar una bomba. Nunca llegaba a tiempo.
Hubo un tiempo en el que fabulé que en mi cama habitaba un mundo entero, un Lilliput microscópico que sufría un terremoto cada vez que me daba la vuelta. Después, comenzaban a reconstruir sus edificios, con tenacidad. Por eso, procuraba no moverme, introducía la cabeza bajo las sábanas y susurraba: tranquilos, tranquilos.
De niño dormía en un colchón de lana. Una vez al año, llegaban al barrio los vareadores. Los colchoneros traían varas de avellano. Aquel zumbido rítmico, exacto, de las varas, marcaban el paso del tiempo. Otro año más.
A veces me acurruco mucho en la cama, para que me abrace aquella lana de mi infancia.
15 comentarios:
Cuentas cosas universales,bueno, me parece. Y eso es importante.
Tengo pendiente entradas anteriores relativas al piano, que quiero mirar despacio.
Un abrazo
Aun recuerdo los palos que le daba al colchón de lana, era joven e indocumentado, pero dormía bien.
La cama también es para mí un mundo mítico. Real todavía pero nostálgico también. Lugar de resistencia: a los miedos cotidianos, a las obligaciones, a las palabras y actos de los hombres, al enfrentarte cotidiano con el niño que iba creciendo, no te digo con el adolescente arduo.
Esa experiencia de los colchones abiertos y el vareo de sus entrañas lo vivíamos de modo recurrente en los patios de las casas de vecindad.
Me ha gustado tu recordatorio-reflexión.
Nos acurrucamos en la lana de los recuerdos. Aquellos colchones en que te hundías hasta las orejas, poco a poco fueron sustituidos por el Flex o el Pikolín a mí plim; pero nos seguimos acurrucando.
Supongo que un vegano o una vegana nunca dormirá sobre un colchón de lana de unas ovejas maltratadas por unos esquiladores patriarcales y crueles que someten a una despiadada degradación a los pobres animales que, ante aquella agresión, pierden su pelo y su dignidad.
Te deseo que tengas una Nevidad muy feliz y con mucha, mucha salud.
Francesc Cornadó
Yo también dormí en uno de esos colchones de lana, en mi pueblo el vareado lo realizaba la gente de casa...
Supongo que cada colchón de lana tiene su propia historia y mucha de ella permanece siempre en la memoria de quienes durmieron y soñaron en ellos...
Abrazo
Magia, luz, color, amor en estos días de Navidad y para todos los días del año.
Te deseo una Feliz Navidad y que todos tus proyectos se cumplan en el 2021.
Besos enormes.
Yo también dormí sobre un colchón de lana, los veranos, en casa de mis abuelos. Pero como dice Sor Austringiliana, una vez regresé y el colchón de lana había desaparecido, era uno de la marca Pikolín y entonces canté : a mi plin yo duermo en Pikolin. ja ja ja. Curiosamente ahora tiene otro Slogan: Wake up your health - en castellano Despierta tu salud.
Yo prefiero lo de a mi plin.
Pues si Pedro, que a gusto se soñaba sobre un colchón de lana.
Un abrazo.
Con esta entrada, me ha venido el recuerdo de Bejar: famosa en una época por sus paños hechos con la lana de estas nobles ovejas.
Recuerdo un poco el vareo en verano de estos colchones que los hacian
en un momentito el nuevo colchón...
Pues benditos recuerdos: que es parte de nuestro diario.
Un abrazo
Hasta hace poco dormía en un colchón de lana y te garantizo que mis sueños eran mejores, aunque quizás sea ganas de culpar por culpar.
Este año tenemos mucho que varear los liliputienses. Este año que no termina el 31 de diciembre, que va durar aun unos meses más.
Un abrazo
As memórias de infância , algumas pelo menos, bos acompanham até à morte...
Meu querido Pedro, desejo-te e aos teus feliz Natal e um 2021 óptimo.
Fuerte abrazo
El colchón de lana me ha traído el recuerdo de la infancia en casa de mis abuelos, a castañas asadas y el olor a casa.
Feliz Navidad, Pedro.
Un abrazo enorme.
La lana bien y calentita, pero el ahuecar el colchón y hacer la cama... En mi casa era mi madre la que tiraba de vara una vez al año, y creo que alguna vez también me tocó. Admirable la habilidad para meter las cintas con aquellas agujas y que quedaran los cuadraditos bien hechos y la lana bien distribuida.
La lluvia del otoño, nos trae nostalgia de otros lugares y tiempos.
Acostada en la cama de mi hermano miraba hacia el techo e imaginaba miles de historias con las manchas hechas por el agua que a veces venía de la cámara. Eran esas manchas, mis juguetes preferidos.
No me gustaba cuando mi madre, a veces ayudada por mi padre, vareaban los colchones de lana, tanto el rojo de ellos, como el azul de mis hermanos. Pasaban mucho tiempo entretenidos sin hacerme el menor caso.
No recuerdo mi pequeño colchón donde dormía en la alcoba con mis padres.
Besos
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