miércoles, 2 de septiembre de 2020

Ruinas

 


En la pared de la vieja fábrica de harinas abandonada hay decenas de calaveras apiladas. En general, son risueñas, pero a algunas de ellas se les nota una risa sarcástica. Me pregunto qué aspecto tendrá mi calavera.
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No puedo evitarlo, me gusta entrar en edificios arruinados y fabular cómo sería la vida que en ellos se daba. En algunos se suma la vida de los que los habitaron cuando estaban en pie y conservaban puertas y ventanas, con la de otros que han pasado por allí después de que se cayera el techo o una pared y se resguardaron en las ruinas unos días, calentándose con unas viejas mantas o una hoguera encendida en un rincón. De todos ellos ha quedado algo. Es tanto lo que me atraen, que cuando salgo por lo que fue en su tiempo la puerta, miro hacia atrás, por si me he extraviado en las habitaciones y no encuentro la salida.
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En el barrio en el que me crié, muchos de los edificios abandonados eran de adobe y se descomponían en cuanto se caía el tejado. A veces conservaban los azulejos de la cocina o una parte del suelo hidráulico o, en un rincón, un mueble colgado de la pared, un calendario ajado. Hay noches en las que me he sentado en una silla desvencijada en alguna de esas casas, a esperar inútilmente que amanezca en mi sueño.

9 comentarios:

Sor Austringiliana dijo...

En las calaveras y en las ruinas resiste un halo de la vida que hubo. Nos convencemos de que nada de eso va con nosotros. Soñamos eternidad.

Elías dijo...

Magnífica la belleza de tus palabras entre las ruinas, querido Pedro.

Berta Martín Delaparte dijo...

A mi los edificios abandonados siempre me dan miedo. Soy de las personas que cree: Los átomos de los que allí estuvieron se quedan pululando en el aire del recinto y, nos miran, y, no todos son buenos.😊👀

Preciosa reflexión Pedro. ✔😊

Doctor Krapp dijo...

Yo después de la célebre escena de Hamlet tengo ciertos reparos a dialogar con calaveras.
Respecto a esos lugares abandonados tengo cierta sensación parecida que se agudiza en los viejos monasterios que ya solo son ruina y recuerdo.

andandos dijo...

Te entiendo. A mí me gusta imaginar qué vida llevaban los habitantes de tantas casas que todavía se ven por las carreteras y en las que no vive nadie. Eres un romántico, por lo de las ruinas. Dentro del castillo que se va cayendo, de Vozmediano, está el cementerio. Como lo oyes.

Un abrazo

Ele Bergón dijo...

Me gustan las ruinas y pasear por ellas. He visto algún pueblo entero, completamente destruido, pero siempre queda algo en pie y siento una extraña sensación que me atrae y me asusta, de igual forma.

Las calaveras, no, no me gustan nada, me parecen tan feas..

Las casas de adobe, me fascinan y en algunos pueblos como en Villafruela, estos adobes son blancos. Nunca los había visto. Una paisana nos dijo que era debido al tipo de tierra que había por esos lugares. El adobe siempre me recuerda a mi padre, haciendo la masa con la paja, antes de dejarlo secarse al sol .

Besos

LA ZARZAMORA dijo...

Todos somos una futura casa en ruinas que solo espera no llevar mascarilla antes de su demolición.

Besos, Pedro.

Myriam dijo...

¿Vocación de arqueólogo?

:-)

Besos

Pd. Me he puesto al día contigo.
Tarde pero seguro.

impersonem dijo...

Los vestigios impregnados en cada tiempo y en cada espacio motivan a nuestra imaginación a imaginar todo eso que tú señalas... a mí también me pasa con algunos lugares... debe ser una tendencia más común de lo que puede parecer...